El coleccionismo antiguo salvó su vida: la biografía forjada a pulso de Luz Miriam Toro

El coleccionismo antiguo salvó su vida: la biografía forjada a pulso de Luz Miriam Toro

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El coleccionismo antiguo salvó su vida: la biografía forjada a pulso de Luz Miriam Toro

Luz Miriam Toro es embajadora mundial del coleccionismo de arte precolombino y reclama la importancia de la cultura Tumaco-La Tolita.

17 febrero, 2022 01:47

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La vida hay que celebrarla cada día”, afirma Luz Miriam Toro, cuyo nombre resume bien su actitud vitalista. “No es que no haya tenido dificultades en mi vida, incluso ahora, pero ¿sabes aquello que dice Juana de la Cruz?: ‘He derramado más lágrimas por las promesas cumplidas que por las incumplidas'”.

Explica en el principio de su entrevista, cómo ella “rezó por enamorarse”, y precisamente fue su marido quien la introdujo en el mundo de la arqueología. “Pero fue después lo que más me ha hecho llorar en mi vida, su pérdida”.

Ella es coleccionista y consultora de arte precolombino, “objetos elaborados o intervenidos por los antiguos pobladores del continente americano, antes de la llegada de Cristóbal Colón”. Actualmente también ejerce de embajadora mundial de este tipo de coleccionismo y está frente a la amplia difusión de las culturas maya y azteca, “quizá por su vinculación con una arquitectura espectacular”.

Como la mayor experta en arte antiguo colombiano y catalogadora especializada reclama la importancia de la cultura Tumaco-La Tolita. “Tumaco está localizada en un puerto marítimo de la costa pacífica, al sur de Colombia, en la frontera con Ecuador”, explica Toro.

“La Tolita es el nombre de una isla ecuatoriana que está situada al frente de la provincia de Esmeraldas. De estos dos puntos geográficos se han tomado los nombres para las culturas arqueológicas de origen precolombino que tienen una antigüedad aproximada de aproximadamente 500 a. C. - 500 d. C.”, añade.

Gilma Suárez

Una pasión personal

Se define Luz Miriam Toro como una persona “muy social, me gusta vestirme, ir a los cócteles y los conciertos”. Sin embargo, durante la pandemia, “me he dedicado especialmente a investigar y escribir, precisamente sobre el tema que me ocupa vitalmente, y tuve esa suerte de tener una pasión personal”.

"Que la gente no conozca sus ancestros es muy dramático"

Para ella, “que la gente no conozca a sus ancestros es muy dramático. Siempre se tiene una historia y, aunque uno lo niegue, estamos conectados. Lo actual ‘tira’ de ella”. Fue “a través de mi marido, el padre de mi hijo, que era arqueólogo, que se me mostró ese camino que se ha convertido en mi vida. Yo no sabía nada de coleccionismo ni de arqueología, pero resultó que el abuelo de mi hijo había sido director del Museo de Historia Natural de Cali, era un gran científico. En esa casa solo se hablaba de arqueología y ecología”.

“Yo diría que mi marido heredó ese interés por la ecología y el cuidado del medioambiente y al mismo tiempo por el acervo cultural de la región que necesitaba cuidado y protección en ambos sentidos. Hablábamos de esos temas cuando aún no estaban en la esfera pública y al menos en Colombia nadie parecía conocer de su existencia”.

Luz Miriam Toro relata cómo “a mi marido lo matan en Colombia muy joven, justo cuando mi hijo tiene un año y un día, y yo 22 años. Aquello fue un shock tremendo y la peor época de mi vida”. En ese momento se puso a trabajar de lo que fue encontrando, pero siempre “con el foco de continuar su legado y adquirir más conocimientos. No tenía apenas presupuesto, pero dejaba de comer o lo que fuera para comprar pequeñas piezas porque en ese momento lo artístico tradicional no era valorado. Así, en poco tiempo me convertí en una anticuaria de esa región”.

Lágrimas y mocos

Se trata la suya de “una colección hecha con lágrimas y con mocos”, porque “me presenté miles de veces en la oficina del banco para que me prestaran sumas, a veces pequeñas, de unos 1.000 dólares para poder salvar las piezas que encontraba me costaba esfuerzos monumentales mantenernos a flote”.

Para ella, es extraño cuando hoy en día es incluso mal visto hablar de coleccionismo arqueológico, porque “es bien sabido que las piezas singulares se compran y venden en salas de subastas en todo el mundo. En aquel entonces mi trabajo era muy admirado y con cierta relevancia social; cuando hoy se habla de patrimonio y de bienes culturales, me gusta recordar que, si no existieran los coleccionistas y personas como yo que los protegen y los dan a conocer, esos objetos no se hubieran mantenido históricamente. Nos sorprendemos ante la grandeza del Metropolitan o el Louvre, pero muchos de esos objetos llegaron transportados por viajeros: ese tapete, esa cajita de oro, talla de marfil o incluso mosaico, inclusive un patio entero de Sevilla, existen quizá porque alguien se encargó de conservarlos”.

Carátula del video 'Visión Global'.

Carátula del video 'Visión Global'. Pipe Yanguas

Toro defiende que los visitantes a las muestras antiguas “no se imaginan que cada objeto, además del contexto histórico, la antigüedad y valor artístico, tiene una historia patronal y que muchos museos se han armado precisamente así. Ponte por ejemplo un turista americano que entraba en una tienda en un viaje y veía una cajita”.

“En cualquier momento”, continúa, “llega una señora como Luz Miriam Toro y empezará a recoger estas piezas, aunque hayan aumentado de valor, a unirlas y a regresarlas”. En una metáfora, ella describe estas piezas aisladas que va reunido “como un libro deshojado que se tiene que ordenar por páginas”.

No todo es arte

“No todos los objetos arqueológicos son objetos de arte”, rectifica. Pero reconoce que a menudo “encontré objetos que son de una belleza extrema. Después de muchos años a menudo identifico la mano de un autor de ciertos objetos de hace 500 años, una sensibilidad y un amor por la realización estos objetos… sé mucho, desde luego, pero ¿y todo lo que todavía ignoramos?”.

Reconoce que no todos los objetos son arte, pero a menudo ha encontrado objetos ques on de una "belleza extrema"

Su misión vital, se puede resumir en “desentrañar esa cultura y todo lo que dejaron impreso muchos antes de mí en arcilla y en oro, sobre todo arcilla”. Pasa a explicar que muchas de las piezas de oro “fueron fundidas a finales del siglo pasado porque fueron descubiertas por ignorantes que no sabían el valor del objeto, que valía más que el oro porque tenía una historia”.

Por ejemplo, “una nariguera puede que pese 2 gramos, eso no es nada en oro, pero la manufactura, el estilo, el significado… piensa que todos los padres de esta cultura, por pobres que fueran, le regalaban a su hija una nariguera, porque si no era considerada de la más baja estirpe y no sería capaz de casarse”.

Relata cómo efectivamente los progenitores hacían todo el esfuerzo posible para poder comprar estas joyas a sus hijas, “por eso tienen más importancia de la que pensamos”: Toro incluso piensa que esos objetos eran la dote de una mujer y ella “si venían mal dadas ella podría irse de la casa con lo que tenía puesto, que era su joyería, pinzas de oro para el pelo, nariguera, era como un seguro para los días que tuviera que marcharse, porque no podría llevarse mucho de la casa”.

En esta cultura, especifica, “algunos de los tocados son de una elegancia sublime, y se suelen comparar con los de Nefertiti. No existe una evidencia histórica de ninguna conexión, pero muchas culturas se vieron por casualidad inmersas en las mismas formas o diseños en el mismo momento histórico”.

La revalorización

Cuando ella comenzó en esta labor, a “comprar objetos que no valían nada, nadie quería comprarlos, menos de diez personas estaban interesadas, diría yo, y yo estaba muy cerca de esta cultura ya en los años setenta”. Ahora, existe según su explicación un gran interés gubernamental por recuperar estas piezas, pero para esta coleccionista, “meterlos en cajas no es el modo de cuidar de ellos. No existe ningún grupo de museos estatales del mundo que pueda conservar todo el acervo cultural de un país”.

Colección de collares, detalle NY.

Colección de collares, detalle NY.

Algunos ejemplos de gran revalorización que relata son “los vasos o canastos de los indios navajos que tienen precios exorbitantes ahora. Pero qué bien estar en manos de coleccionistas que los cuidan y saben el significado de la manufactura de cada uno de ellos, sus simbologías y sus historias, ¿no crees?”.

Esta controversia entre el coleccionismo público y el privado, añade, “hace relativamente poco, unos tres meses, tuvo una respuesta clara: una subasta internacional de piezas de México y Perú intentó pararse, pero el juez determinó que no existía ese motivo, porque esas piezas fueron salvadas por coleccionistas”. Reclama, de todos modos, “más libros temáticos, que pueden servir incluso para nutrir el diseño contemporáneo, de los trabajos por hacer”.

Lo que aún le falta por vivir a ella personalmente, su gran empeño actual, sería, “una gran exposición sobre la cultura Tumaco-La Tolita, en un museo como el Metropolitan, por ejemplo. Una muestra que sirva como representación de la variedad y belleza de esta cultura a la que actualmente Colombia y Latinoamérica tanto deben”.

Aunque ella suele comprar en las subastas, explica cómo su hijo, coleccionista en ciernes, hace no tanto que compró “una cabeza de Alejandro Magno en una feria, y creo la semillita del coleccionismo ya está en su cabeza, espero que continúe con esta labor y coleccione sus propias piezas, porque el placer que resulta de hacerlo, como afirmaba Philippe de Montebello, comienza con la primera pieza, y es enorme, inimaginable e infinito”, concluye.