Helena María Viramontes recomienda a Estella Gonzalez en este declaración de amor a la vida y a la madre Tierra.

Helena María Viramontes recomienda a Estella Gonzalez en este declaración de amor a la vida y a la madre Tierra. Nico Tucci

Protagonistas Cadena de mujeres

La autora chicana Helena María Viramontes y su declaración de amor a la vida y a la madre Tierra

La novelista estadounidense, de origen mexicano, Helena María Viramontes comparte con MagasIN una vida de luchas por los derechos de los campesinos y de los migrantes, y le pasa la antorcha a Estella González.

17 febrero, 2022 01:47

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En 1971, nada más comenzar la universidad, me uní a la coalición de apoyo Unión de Campesinos (UFW por sus siglas en inglés). Encaja de manera natural. Durante los veranos de mi juventud, mi padre nos metía en su camioneta Ford y conducíamos hasta Easton, una ciudad a las afueras de Fresno, donde vendimiábamos bajo un sol brutal.  

Conocí de primera mano el trabajo infantil, el trabajo inhumano, la falta de lavabos en el campo, la ausencia de sombra o agua bajo un calor devastador. Y fueron precisamente estas experiencias personales las que conformarían mi primera novela, Under the Feet of Jesus (en español, Bajo el pie de Jesús).

Como parte de la UFW, repartí folletos pidiendo el boicot de las uvas frente a supermercados Safeway. Cada vez que le explicaba a un comprador las condiciones de vida y trabajo inhumanas de los campesinos o cada vez que hacía un voluntariado en un puesto médico o de ropa para la Unión, creía firmemente en mi capacidad para transformar el mundo para gente como mi familia. 

Portada del libro de Helena María Viramontes.

Portada del libro de Helena María Viramontes.

Por eso, mi primer acto político, con 17 años, estuvo motivado por una profunda sensación de amor. Y fue a través de este amor como entendí que cualquier pequeña acción representa una chispa que ilumina la oscuridad que es la injusticia social. 

Una vez que esa idea se instaló en mí, me sentí extremadamente poderosa y valiente, porque ya no volví a temer el amor desmesurado, fiero. En lugar de enfurecerme con los abusos, empecé a buscar y regocijarme en mi falta de miedo. Reconocer esto me calmó y me condujo a lo que Toni Morrison llamó "la compañía de mi propia mente". 

Me desprendí de la tensión y el odio, aunque no necesariamente de la rabia. El amor me inspiró a arremangarme y llenar sobres, cantar victorias y llorar frustraciones, alzar la voz aunque fuese torpemente, y sobre todo, atreverme a admitir que este corazón mío tiene la capacidad de amar sin límites. 

De la energía de estas convicciones surgió la todopoderosa esperanza cuál rayo de luz por la mañana que, con su generosidad, da forma a todo lo que le rodea. La esperanza sólo poseía esa poderosa luz si imaginaba que había en ella, en toda su presencia, poder. Practicar el amor, la audacia y la creatividad me demostró que podía contribuir al bien común. Brillé con la luz del idealismo y el compromiso.

"En lugar de enfurecerme con los abusos, empecé a buscar y regocijarme en mi falta de miedo"

Todo esto cambió cuando Trump llegó a la presidencia. El mito de la excepcionalidad americana quedó expuesto y se nos reveló qué –y quién– somos en realidad para nosotros mismos y el resto del planeta. 

Cada día, los periódicos titulaban trágicamente a la par que los grupos de odio aumentaban en un 54%, incluyendo aquí a los justicieros de la frontera que aterrorizaban y deshumanizaban prendidos por la propaganda racial contra los mexicanos, mexicanas o mexicanes y chicanos, chicanas, chicanes. Mientras, las deportaciones masivas continuaban, un precedente que venía de 1930, pero nunca tan desvergonzadamente descarado en sus indignidades. 

Las comunidades LGBTQ han estado bajo un asalto constante. El cierre de las clínicas de planificación familiar garantiza la reducción de los derechos reproductivos y del acceso a la sanidad. Con oleoductos violando las tierras salvajes de los pueblos indígenas, alardeamos de nuestra arrogante falta de respeto por el mundo natural y los indígenas globales que trabajan para protegerlo. La violencia de la pobreza crece mientras un pequeño número de familias se aferra a la riqueza y recursos de todo el planeta. 

Estos contratiempos consiguieron que me sintiese desconectada y desmembrada, perdí mi punto de apoyo intentando entender un sistema laberíntico y unas instituciones impersonales donde la rendición de cuentas brilla por su ausencia. Donde la corrupción florece detrás de una codicia poco transparente, falta de moralidad y mentiras directas. 

Había caído en un estado en me sentía sin poder sobre mi destino, mi nación, mi gente, nuestra madre Tierra.

Luego llegó la Covid-19, un virus sin lealtades que, sin embargo, dividió políticamente. Sólo en Estados Unidos causó 900.000 muertes y aun así los medios de derechas presentaron al virus con falsas narrativas que sólo llevaban a la manipulación política.

"La violencia de la pobreza crece mientras un pequeño número de familias se aferra a la riqueza de todo el planeta"

Como la mayoría de los artistas y escritores, me di cuenta de que tenía que ser partícipe de una nueva narrativa que dijese la verdad. De pronto, me sentí, una vez más, alentada en ese trabajo colectivo de los escritores que restablece la confianza en nuestras propias voces, que aman lo suficiente como para buscar la verdad.

SI HAY SÓLO una cosa que he aprendido de esto, es el legado de la comunidad. No estamos solos y estoy agradecida por la larga historia de nuestros ancestros, los artistas y escritores del pasado.

A través de ellos veo la persistente búsqueda para descubrir –o recuperar– maneras creativas de resistencia. Me enseñaron a reimaginar un núcleo existencial ético, otra manera de ser, valiente y nueva, que mantenga la llama ardiendo para alejar la oscuridad. 

Siempre hubo alguien manteniendo la llama ardiendo, el calor caliente, la luz encendida, en un singular acto de generosidad, para después entregarle el testigo a otra persona y que la cadena de amor continuase. Los artistas especialmente mantuvieron la llama viva, para que no se extinguiese, protegiendo nuestro pasado y recordando historias para nuestro presente. Y seguimos recordando por nuestro futuro. Como Cherríe Moraga escribió en Native Country of the Heart: "No deberíamos haber recordado", pero lo hacemos, todo el tiempo. Debemos hacerlo. He dedicado la mayor parte de mi vida a ser una de las que recuerdan.

Y Estella Gonzalez es una de esas personas que brilla con luz propia, talento y amor. Su primera colección de relatos, Chola Salvation, da vida a mujeres temerarias y a los solitarios hombres queer del este de Los Ángeles. ¿A dónde va una cuando busca la salvación si no es a los bares y las peluquerías del barrio? ¿A dónde más puedes ir a estrechar lazos si no es a aquel lugar que has convertido en tu hogar?