Invisible dolor
Berta recuerda aquel verano de 2003. Una contractura cervical cuyo dolor era más intenso cada día le impedía realizar su trabajo en una oficina. Aquel verano, sin saberlo aún, iniciaría su particular viacrucis marcado por la incomprensión constante y la pérdida. Y cómo no, acompañada siempre del dolor.
Esa contractura cuyo dolor no cedía fue el punto de origen de su diagnóstico meses después: fibromialgia. La “enfermedad invisible” que afecta a huesos y músculos y que es indetectable a través de una resonancia o una radiografía.
Berta tenía 23 años, el dolor como compañero y el desprecio mal disimulado de compañeros de trabajo y de su propia pareja, que la abandona pues no quiere atarse a una persona enferma. Al abandono emocional sigue la pérdida laboral. Todos creen que finge su estado y es despedida de forma improcedente.
Se siente incapaz de reclamar, de alzar la voz. Siente que todo le ha sido arrebatado y aún no es capaz de entender a su cuerpo, que es como un ente al margen de sus deseos, agotado por el dolor.
El estigma y el dolor perpetuos. También la lucha y la resiliencia. Esa es hoy Berta Fernández Benito.