El fuerte crecimiento económico de Estados Unidos tras la crisis financiera y el dinamismo económico y avance tecnológico de China, dejan a Europa, con su productividad estancada, en una posición cada vez más irrelevante en el contexto global, dada su incapacidad para seguir el ritmo de esas dos potencias, entre otras cosas por un marco regulatorio menos flexible. Además, en Washington y Pekín, las decisiones se toman con agilidad, mientras en Bruselas, alcanzar un consenso común parece una tarea titánica. Un primer paso podría ser delegar la política exterior y de seguridad a la Unión Europea, para que la Comisión actúe con más rapidez, pues el mundo sigue avanzando a gran velocidad.
Es obvio que debemos espabilar y acelerar el proceso de integración, enfrentando retos clave como tener una política exterior y de defensa común, reducir la burocracia innecesaria y crear un verdadero mercado único (de más de 400 millones), incluyendo capitales y energía, entre otras medidas. No será fácil, dado que como se está viendo, las dos grandes potencias no están interesadas en la recuperación de un adversario en el tablero global. Pero, como afirmó Alexander Hamilton “la nación que prefiere la deshonra al peligro está preparada para servir a un amo y se lo merece”.
Por otro lado, y se habla poco de ello, hay que definir una estrategia común para favorecer el desarrollo empresarial, mantener y atraer talento. Cierto que va por barrios, entiéndaseme por países, pero una gran ventaja de EE.UU. respecto a nosotros es su capacidad para captarlo. Un país con grandes historias de éxitos económicos y científicos, conseguidos en un porcentaje relevante por personas no nacidas allí. Con un mercado laboral flexible y casi sin tasa de paro, da trabajo a más de 30 millones de extranjeros, lo que representa casi el 20% de la población activa.
Pero ¿qué lo ocasiona? Estados Unidos cuenta con una de las economías más grandes y dinámicas del mundo, ofreciendo numerosas oportunidades laborales, especialmente en sectores como la tecnología, las ciencias, la ingeniería y las finanzas. Los salarios suelen ser más altos que en otros países, lo que atrae a profesionales cualificados que buscan mejorar sus condiciones laborales y económicas. Asimismo, han creado un ecosistema global que atrae a innovadores, emprendedores y científicos generando una concentración de talento y recursos, lo que facilita que los profesionales puedan tener éxito y avanzar en sus carreras.
Otra de las claves es la educación superior. Varias de las universidades más prestigiosas del mundo, como Harvard, MIT, Stanford y otras, se encuentran allí. Estos centros ofrecen una formación de alta calidad y están a la vanguardia de la investigación en diversas disciplinas. Además, las becas y programas de investigación financiados en EE.UU. resultan muy atractivos para estudiantes y profesionales. A esto se suma un entorno empresarial favorable para los emprendedores, con una infraestructura que apoya la creación y crecimiento de nuevas empresas, acceso a financiación, redes de contactos, regulaciones más flexibles y una cultura que fomenta la innovación y el riesgo. Porque el talento no es suficiente cuando no se le da el entorno adecuado para crecer.
Pero no es sólo el talento de personas. Muchos ahorradores europeos optan por destinar su dinero al mercado estadounidense, al contar con regulaciones que protegen mejor al inversor, ofrecen mayores libertades y tienen menor presión tributaria. Incluso varias empresas de otros países eligen cotizar en Estados Unidos o incluso trasladar su sede allí, para beneficiarse de mejores condiciones de financiación. Además, en Europa hay muchos países con una actitud beligerante hacia las empresas, a lo que se suma una UE más preocupada por regular las mismas que en fomentar la innovación y el emprendimiento.
Un problema clave de la Unión Europea es la falta de un mercado único en sectores regulados, como telecomunicaciones, servicios financieros, defensa y energía, donde los reguladores de cada país aún establecen la mayoría de las normas. Mientras, EE.UU. tiene un mercado interior de 340 millones de personas.
El pasado 29 de enero, la Comisión presentó el documento “A Competitiveness Compass for the EU”, donde se admiten de forma explícita errores cometidos en estrategia económica y se establece una hoja de ruta para recuperar el crecimiento económico. Establece tres prioridades: una estrategia que combine la descarbonización con la competitividad, la reducción de la dependencia externa en seguridad y defensa y el fomento de la investigación y la innovación. Algunos pasos se están comenzado a dar, con el anuncio estos días de Ursula von der Leyen, de lo que ha llamado “la era del rearme europeo” con medidas para movilizar 800.000 millones de euros o la propuesta de un plazo más flexible, de tres años en lugar de cada año, para que la industria automovilística del bloque comunitario cumpla las normas de reducción de CO2.
No se trata solo de despertar, sino de acelerar de manera radical el proceso, porque nadie nos va a esperar. Debemos agilizar y facilitar la toma de decisiones, con el fin de la imperiosa necesidad de acelerar el proceso que nos lleve a una verdadera unión política, permitiendo crear un entorno estable y favorable para retener el talento, implementando políticas que impulsen la innovación y la investigación. Esto incluye ofrecer incentivos fiscales y financieros para emprendedores y empresas estratégicas. Y, lógicamente, toca prepararse para asumir la carga de nuestra propia seguridad.
Será fundamental crear un mercado único en sectores regulados y fortalecer la colaboración entre universidades, centros de investigación y el sector privado, promoviendo la transferencia de conocimiento y la creación de empleos de alta calidad. Se requerirá garantizar la estabilidad política, movilidad interna, defender la meritocracia y reducir las barreras burocráticas. Europa debe reaccionar y ajustarse urgentemente al ritmo del mundo moderno, o se arriesga a quedar irremediablemente rezagada.