Escuché desde China un debate entre los principales candidatos el pasado lunes con la mayor preocupación. Quedé desolado. Los grandes desafíos del mundo, que nos van a condicionar enormemente, que nos van a empobrecer o a diferenciar según los afrontemos anticipadamente como oportunidad o con retraso, tras negarlos y mirar hacia un pasado que nunca volverá, no estaban presentes con la importancia necesaria. Innovación, Industria, Energía, Tecnología, Ciencia de impacto y relevante no estuvieron ahí.

Gabriel García Márquez construyó sus mejores obras, no sobre el pasado, sino sobre la percepción que tenemos del mismo. Aseguraba que la nostalgia es el espacio y el abono de la literatura y, una vez que se empapó de la obra de Rulfo, lo potenció aún más como uno de los mayores escritores en español.

Las cosas de las que se hablaba, por el mero hecho de contarlas, cobraban vida, existían, aunque fuera en el imaginario del narrador y su audiencia. No podemos mirar atrás con la percepción de la nostalgia ni de lo perdido sino con el conocimiento de la historia que nos ha traído hacia aquí, una historia que arranca muy atrás y que tiene en Trafalgar su punto de giro sin retorno hacia otra comunidad distinta, con su cultura e historia, pero ya nos mete en solo tres décadas en una España continental, europea que ha estado doscientos años intentando ponerse al día.

Cádiz, liberales, represión, carlismo, espadones, regencias, primera república, cantonalismos, desamortizaciones, segunda globalización mundial liderada por Inglaterra, recuperaciones con Crimea, crack mundial, primera crisis hipotecaria, quiebra de bancos, Revolución Gloriosa, turismo, recuperación con la Primera Guerra Mundial, librecambismos, proteccionismos, relevancia de la periferia industrial, portuaria y comercial, guerras en África, dos restauraciones, segunda guerra mundial y su primer capítulo, Guerra Civil, dictadura, Planes de estabilización, regeneración industrial, agrícola, energética y productiva, convergencia con Europa, adhesión al orden de Bretton Woods, a la defensa atlántica, a la UE, segunda restauración borbónica, transición, OTAN, modernización….

Un pasado visto en términos de PIB, de balanza de pagos, de esperanza de vida, de reducción de la pobreza, de acceso a la formación en todos los niveles, de derechos civiles, de tasas de donantes, de crímenes violentos, de niveles de tolerancia, de integración de minorías, de contribución a la ciencia y al comercio internacional que es, desde el principio del sXIX o desde el principio del sXX o desde 1960 hasta ahora, admirable y una proeza de todos, con muchos errores de los que aprender, y muchos corregidos como la reconciliación que supuso la transición y la incorporación de todos a la redacción de la Constitución que tenemos y que necesita modernizarse.

La España Invertebrada de Ortega, el Enigma Histórico de nuestros historiadores o el moderno ensayo de García Margallo y Fernando Eguidazu nos ayudan a comprender y poner en contexto histórico. Sin un profundo conocimiento de la posición miserable en la que nos dejó Napoleón primero como aliado y luego como enemigo y la irrupción de las ideas liberales que nos llegaron sin capacidad de digestión, de un país tan devastado como sin conciencia de nación, no podremos mirar hacia adelante con la convicción de que compartimos una historia de logros y superaciones increíble, de una producción cultural de todos los niveles admirable, de un sentido civilizatorio convencido de que podemos aportar a una visión de un mundo mejor, más justo, más equitativo, más multipolar pero decidido a seguir avanzando en hacer la vida mejor para todos.

No solo los que hemos nacido en la parte privilegiada de la tierra sino para todos. Lean la obra de Esteban Mira Caballos, el Descubrimiento de Europa, mientras se toman un pincho de tortilla de patatas, con un gazpacho bien fresco, un delicioso pisto o mientras funden un bombón de chocolate negro de mi amigo Pedro de Chocolates Valor. Disfruten en este verano de Gabo, de Vargas Llosa, de Padura, del maestro de maestros Rubén Darío, relean la poesía de Neruda o Poeta en Nueva York y miren la huella civilizatoria profunda y recíproca que nos hemos dejado los españoles de ambos continentes, en todas las manifestaciones de la vida, no solo la literatura, sino la gastronomía, la música, la industria, la farmacopea, la medicina, la navegación….

El pasado está muy bien, pero me interesa más el futuro porque es allí donde pasaremos el resto de nuestras vidas, como decía Woody Allen.

Es en el futuro donde hubiéramos esperado un debate sobre cómo alcanzar, sobre las formas, las medidas y las políticas que nos lleven a una mayor prosperidad a la vez que mitigamos y revertimos las condiciones tremendamente adversas que se nos plantean en demografía, cambio climático, geopolítica, acceso a tecnologías clave, energía, competitividad tecnológica y soberanía estratégica.

A estas alturas, no debería haber dudas de que España debe ganar productividad en la economía del futuro, la digital, que se sustenta en microelectrónica, computación, comunicaciones y economías colaborativas de plataforma. No debería haber duda de que debemos disponer de energía abundante, sostenible y barata, así como de agua abundante, sostenible y competitiva y que para ello debemos invertir empezando por la educación, que ha de ser capaz de aportarnos los trabajadores, investigadores, científicos, tecnólogos, ingenieros, pero también constructores, promotores, inversores que lo hagan posible y rentable.

A estas alturas ya no debería haber duda de que tenemos un modelo de Universidades fragmentado que no sirve bien a este fin. Todo el mundo quiere todo tipo de facultades a menos de 100 kilómetros, como si eso fuera barato o eficaz, como si no existiera una masa crítica de excelencia que produce más excelencia, como si no se precisaran campus, pocos y grandes de gran calidad y concentración de cerebros, que se retan, se estimulan y se enriquecen mutuamente con el intercambio, con un número suficientemente alto de alumnos tan o más listos que sus profesores.

Como si abrir una Facultad fuera igual que abrir un Mercadona. Asistimos en nuestras universidades a clases en las que hay un puñado de alumnos. Entre que se proyectan pocas plazas por grado y que muchos no van, te encuentras con profesores mal pagados y muchas veces poco motivados explicando a cuatro gatos, con un gasto enorme pero además insuficiente. ¿Quién le va a meter mano a los pilares del progreso: ¿Educación, Tecnología, Industria?

¿Quién le pone el cascabel al gato y dice que hay que cerrar y fusionar facultades y evitar repeticiones con criterio de distancia y alumnos/ población? ¿Quién le dice a los de Villa abajo que a partir de ahora tendrán que ir a Villa arriba a la facultad? ¿Quién hace una política de especialización y concentración de grandes recursos, incluidos sabios internacionales (profesores, investigadores y alumnos) en algunas áreas? ¿No ven que no sucederá solo? Ningún rector se hará el harakiri cerrando facultades para mandarle los alumnos a otro. La balcanización de la universidad, la delegación a las comunidades autónomas lleva a que ningún consejero quiera que la gente de Villa Abajo que se ha quedado sin Facultad le monten un numerito. Sabemos lo que hay que hacer, lo que no sabemos es ganar las siguientes elecciones. Pues bien, señores, esos son los espacios en los que hay que alcanzar pactos de Estado para que el electorado de Villa Arriba y el de Villa Abajo conozca con anticipación y transparencia los criterios objetivos y que son lentejas. Eso exige compromiso y lealtad institucional recíproca, algo que cotiza bajo ante la desolación de los ciudadanos.

Recientemente Zígor Aldama reflexionaba en El Correo sobre problemas de una de las universidades públicas mejor dotadas de España, la UPV, y evidenciaba que la escasa presencia de alumnos internacionales, de profesores internacionales, estaba relacionada con varios factores que la aquejan y la deja en un nivel competitivo bajo comparado con otras de Europa y el mundo. Imagínense si esto le pasa la UPV, poca oferta de programas en inglés y mucho mirarse el ombligo, en definitiva, qué no les pasará a las fragmentadas y mucho, pero financiadas universidades del reto del país.

Pero hablamos de renovables mientras asistimos al tiro en la nuca de Gamesa, contemplamos cómo se ponía un impuesto al sol mientras se exterminaban la industria de renovables, y en particular la fotovoltaica y el biocombustible. Vemos con la venta de nuestras industrias a campeones Alemanes, e Italianos fundamentalmente como se liquida el futuro y la soberanía estratégica de España, lo hicieron las excesivas reconversiones industriales de acceso a una UE que nos machacó para entrar en los 80, lo hicieron Telefónica con su ecosistema industrial en los 90 – recuerden Vitelcom, Interisa, Amper, Elasa, Sidsa, y las plantas de Marconi, Teletra, Alcatel…- Rato con Endesa, Zapatero con el recorte súbito a las primas (que estamos pagando en los arbitrajes una tras otra), Rajoy con el impuesto al sol… Un día, alguien en una petrolera de bandera pensó que ya estaba bien de que esos sevillanos de Abengoa estuvieran dale que te pego con el Bioetanol y le dieron matarile.

Mientras tanto, no se puede tratar el agua como el petróleo, sacarla del mar, tratarla como un mineral, como un recurso natural y facilitar una mega industria de la micro y mega desalinización, eso sí con renovables por obligación. Podemos sacar petróleo del mar, podemos con sobre explotación y malas artes dejar los lechos hechos polvo, nos cargamos la posidonia, los ecosistemas marinos, pero sacar agua no se puede. La evaporación del mediterráneo saca infinitamente más agua y sin permiso y, de paso nos produce una corriente muy fresquita que mantiene nuestro ecosistema y microclima del mar de Alborán. Boquerones victorianos buenos gracias a la evaporación.

En el lecho marino hay elevadas concentraciones de metales, conglomerados de manganeso, cobre, cobalto y níquel. Las reservas submarinas de metales clave - recuerden que en agosto nos quedaremos sin Galio y Germanio Chino- son infinitamente superiores a las terrestres. Estos nódulos son muy abundantes en el pacífico ecuatorial. Una verdadera alfombra en una zona conocida como Clarion- Clipperton (CCZ) contiene, ella sola, más reservas que el resto de las reservas terrestres conocidas. Ya hay empresas belgas como DEME, en Amberes, que tienen naves que hacen la minería, también la canadiense The Metal Company está en ello. Somos un puro yacimiento desde antes de los romanos, desde Huelva a Asturias. ¿No hemos mirado el mar? ¿Podemos liderar y ser los primeros con medidas tecnológicamente avanzadas y sostenibles? ¿Tendrán que venir primero Fenicios, luego griegos y romanos, luego ingleses y ahora canadienses y belgas a explorar y explotar nuestras riquezas minerales en los lechos marinos? Tenemos la vergüenza de que una de las mayores mineras del mundo se llame Riotinto y no sea española, ¿les suena?

Si no actuamos con velocidad, el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático de la ONU asegura que entre el 9 y el 14% de las especies están en riesgo de extinción si se calienta el planeta más de 1.5ºC, a 3ºC el rango sube del 12 al 29% y a 5ºC nos cargamos del 15 al 48% de las especies muy probablemente a gran parte de la Humanidad. La electrificación necesita sentido común y metales baratos. Esto no va de prohibir y no hacer nada. Va de ver los problemas como oportunidades si somos los primeros en resolverlos incluyendo las regulaciones y las medidas de protección y compensación como incrementar el espacio marino protegido hasta el 30% para facilitar la regeneración.

¿Por qué no están sucediendo proyectos de balsas y bombeos reversibles en toda España por doquier? El agua es más barata como vector de almacenamiento que el hidrógeno y que cualquier batería. Es evidente.

El pasado mes se reportaron cifras récord de curtailing, una palabra que significa que se tira energía porque se genera más de las que se puede inyectar a la red. Los datos son públicos. Hablamos de Gigawatios, y sobre todo se debe a la eólica que en ocasiones no puede inyectar a la red todo lo que produce. La energía se tira. Es un disparate ¿no? La energía es un bien público, las eléctricas reciben licencias para administrarla, no deberían poder tirarla. ¿Se imaginan a Repsol vertiendo el petróleo que le sobra cuando no tiene mercado o está muy barato? ¿Verdad que no se imaginan que no pueda almacenarlo? ¡Si te sobra electricidad bombeas agua, chato! No parece tan difícil. Unas balsas, unas bombas y a correr. Resulta que los aerogeneradores están en lugares con desniveles importantes. Por fin la orografía que nos achicharra la meseta en verano y fragmenta la logística puede ser una ventaja. Y cuando en décadas puedas hacer hidrógeno pues ya verás qué te conviene más, pero de momento la energía es de todos y no se tira.

Necesitábamos escuchar medidas y políticas para conseguir empleos de calidad, una industria moderna, competitiva y sostenible, y rentable, una oferta atractiva para que muchos quieran venir y sean bienvenidos, para que las parejas tengan confianza en su futuro y puedan tener familias sin ansiedades, porque un país sin gente no es un país, es un erial con gente que se reprocha, se ataca, se sesga, se polariza, se anula, se envilece en el uso del pasado y la manipulación de la historia como arma arrojadiza y en el diálogo de sordos en lugar de la necesaria unión para construir pactos de progreso para todos. Un país en el que los “hunos y los hotros” se conviertan en Nosotros: We, the People.