El 2030 está a la vuelta de la esquina. Sólo faltan 7 años. Dios mío. ¡Eso es mañana! En BCN+B, el proyecto que une a los CEO ’s de algunas de las mayores empresas de Barcelona, dinamizado académicamente por Eada y con B Lab, Laboratorios Ferrer y Barcelona Activa como socios estratégicos, salimos convencidos de que no solo no hay tiempo que perder, sino que debíamos haber empezado hace mucho.

Ya no vale la estrategia de la sostenibilidad. La realidad y las predicciones nos alcanzan evidenciando que el cambio climático es peor y más agudo de lo previsto, especialmente en Europa y extremo en el Sur, con una sequía que nos está confrontando con las barbaridades que hemos hecho con el agua y las que no hemos hecho, como políticas de eficiencia, ahorro de agua y reducción de pérdidas, políticas de trasvases y conexión de cuencas, políticas de cambios de uso de la tierra y los cultivos hacia aquellos más compatibles con un clima más seco y más cálido y sobre todo políticas de desalinización barata y sostenible.

Tenemos buena parte del país rodeado de mar, unos 6.000 kilómetros de costa con una muralla perimetral de montañas, con las excepciones de las desembocaduras de los grandes ríos, Ebro y Guadalquivir y algunas planicies costeras como las de la Comunidad Valenciana, la vista de nuestras costas desde el mar es siempre la de montañas.

Esa muralla que convierte la meseta y el interior de Andalucía, Extremadura, Aragón, Cataluña, Murcia, en un secarral por privarla de la influencia marina, puede ser una magnífica oportunidad para almacenar agua desalinizada con energías renovables, bien solar, bien eólica. Uno de los problemas del agua desalinizada es el coste, pero estudios del grupo de Investigación de la Escuela de Ingenieros Industriales de la UMA, InDoMiTo, especializado en energías renovables y eficiencia energética, demuestran que se puede desalinizar hasta obtener un grado apto para el consumo humano a un coste muy competitivo, incluso para riego.

Allá donde haya pantanos a menos de 50 kilómetros de la Costa se pueden llenar con agua de mar desalinizada y además se puede usar el agua como vector de almacenamiento energético, mucho más barato y sostenible que las baterías, el hidrógeno verde, y otras tecnologías que o bien son caras, o bien tienen una huella medioambiental relevante, o no están tecnológicamente listas para ser competitivas, o todas a la vez.

La demagogia dice que el consumo de agua de un aguacate es enorme, pero no difiere significativamente de cualquier fruta de hueso como las que se cultivan en tantos valles, desde el Jerte a Lérida, pasando por la huerta murciana.

Hace años que Trops, una de las cooperativas de frutos tropicales más innovadora e intensiva en uso de la tecnología, trabaja en impulsar esta iniciativa y otras relacionadas con la aplicación de la sensórica y la IA para la mejora de sus cosechas en calidad, en productividad, reducción del consumo de agua y en reducción del impacto.

Pablo Tapia, CEO de la empresa tecnológica experta en IA para el sector Tupl Agro, lanzaba una llamada desesperada en Linkedin. La resumo con mis propias palabras. Tenemos la tecnología, tenemos el conocimiento, los clientes, los inversores, el proyecto, los expertos y lo que es más claro, una sequía acuciante. Pablo pedía en su “post” a la Junta de Andalucía que abreviara los trámites. La sequía no espera y el desastre es evitable. Antes no. Se trata de cambiar un problema por una oportunidad.

Se trata de que esa muralla montañosa pueda estar llena de balsas como las de Atarfil, una empresa granadina líder en estas infraestructuras que puedan llenarse de agua mediante bombeos con renovables y en muchos casos procedentes del mar.

Nos decía el presidente de Dcoop, mi paisano Antonio Luque, en unas jornadas en el Málaga Tech Park que el reto del sector agro y del olivar en particular es agua y energía. Agua y energía. Con suficiente agua y energía, solo en al campo en Andalucía se crearían más de un millón de puestos de trabajo.

Mientras nuestras autoridades andan en los trámites, permisos y burocracia, el campo se seca y con ello la posibilidad de que, por primera vez, esa muralla montañosa se convierta en la gran alternativa para el almacenamiento y la captura de CO2 mediante la repoblación y uso agrario de regadíos provenientes de agua marina desalinizada con renovables.

En España, en primavera y verano hay días que tenemos un exceso de producción eólica y solar, no hay capacidad de almacenamiento y la interconexión es insuficiente, el precio cae a mínimos y se desaprovecha la potencia instalada. Ampliar estos bombeos para almacenar energía en forma de agua en altura resuelve 5 problemas, el del agua, el del almacenamiento energético, el de la despoblación rural, la mitigación del cambio climático y el del paro.

En un momento en que el dinero público para la transformación verde de la economía es casi infinito en Europa y EEUU, nosotros andamos así mientras la polémica por los pozos de Doñana despista de lo importante. No se trata de explotar los acuíferos ni más ni menos, se trata de rellenarlos, de reponerlos. No se trata de nuevos y grandes pantanos, la sociedad ya no lo admite, colones, desalojos, expropiaciones e impacto, pero si de una red de micro pantanos, una red de balsas en altura, distribuida por la muralla que tenemos paralela a la costa. Mucha más agua en muchos más sitios, distribuyéndola como es el modelo energético del futuro, generación distribuida de energía permite desalinización, bombeo y almacenamiento distribuido de agua.

Los regadíos en los Monegros con aguas del Flumen acabaron creando una laguna, la de Sariñena, que es un espacio natural protegido con una enorme biodiversidad de aves y anfibios.

Es cierto que hay una ideología que defiende que se deje de regar, que se reduzcan los regadíos. Muchos suelen ser veganos y defienden también la reducción del consumo de carne, el problema es que somos la huerta y despensa de Europa en el sector agro y que la España vacía vive de esto y se vacía porque no hay relevo generacional en un campo cada vez más duro y cada vez menos rentable. La tecnificación del agro es una enorme baza para revertir estas tendencias, tirar de nuestra industria tecnológica, crear riqueza y alimentar un planeta con 8.000 millones de criaturas que no puede dejar que avance la desertización.

Debo estar influido por mi reciente viaje a Israel, pero las desalinizadoras eran la norma y en el lugar más bajo del mundo, junto al Mar Muerto, un secarral de verdad, nada que ver con Los Monegros, o el Cabo de Gata, había inmensas plantaciones de palmeras datileras. La franja mediterránea es un jardín de cítricos, aguacates, mangos…

Allí existe una clara contabilidad del agua y de los euros por metro cúbico que producen las cosechas para emplearla de la manera óptima para un país que acaba de cumplir 70 años y no tiene los lastres de los derechos históricos, de las confederaciones y las complejidades que nos dividen.

Nos preguntaban en EADA cómo sería nuestro Consejo de Administración en 2030, cómo debía ser. A quienes había que tener en cuenta. Había consenso en que la economía debía ser de “stakeholders” y que, cada vez más, había que tener en cuenta a todos. Alguien sugirió que ya era una práctica en algunos entornos dejar una silla vacía en los Consejos para representar a los que no tienen voz, los que no pueden hablar. Un compañero dijo, recordándome al poema de Rubén Darío, “yo soy mil hombres” que él era CEO pero también era trabajador, ciudadano, padre y que no podía separar todos sus roles en decisiones trascendentes que pueden afectar al planeta. Pero la duda era ¿cómo podemos hacer lo correcto cuando la competencia no está obligada a hacerlo y los accionistas solo miran la rentabilidad de su inversión?

Es cierto que cada vez hay más inversores activistas, que cada vez hay más fondos de impacto y que cada vez se está regulando para que las reglas del juego sean iguales y de obligado cumplimiento para todos. El mecanismo de ajuste de huella de carbono en frontera de la UE aportará algo de protección a las industrias europeas verdes, pero no es suficiente.

Al día siguiente, en el Congreso de los Diputados participé en una mesa sobre industria, energía y las nuevas regulaciones e incentivos de la UE para la economía verde. La organizaban la Asociación de ex Senadores y Diputados de Cortes Generales. Muy bien organizado y con una asistencia importante, se plantearon diversas problemáticas y posiciones. Desde el más rancio y fuera de época “laissez faire”, untado con buenas dosis de defensa de la neutralidad tecnológica para que las empresas hagan lo que les dé la gana, hasta varios defensores claros de la industria española como motor de la competitividad, tractor del I+D, impulsor de las exportaciones y clave en la soberanía estratégica.

Nadie habló de regeneración, alguno defendió que las empresas tienen más medios y saben mucho más que los actuales depauperados Ministerios, en particular el de Industria. No ignoran que EEUU, China y la UE están tomando decisiones estratégicas, no neutrales, están decidiendo sin rubor ni tapujos a quienes van a apoyar, y, casualmente, coinciden sus estrategias con las de impulsar a sus campeones.

La diferencia con EEUU es que ellos ponen un objetivo y financian capex (inversión en activos fijos), opex (gasto corriente, alquileres, sueldos…) y ofrecen incentivos fiscales muy potentes. El IRA (Inflation Reduction Act) es el nombre del paquete americano que moviliza 350.000 millones de dólares. Con una condición, eso sí, una parte muy importante debe ser “made in America”.

Llega al punto de establecer un precio para el hidrógeno verde para estimular la demanda. Aquí, uno de los ponentes, no solo no tenía ningún sentido de urgencia, sino que transmitió que tranquilos, que tenemos aún 27 años por delante. Preocupante mensaje. Para mí vamos tarde en hacerlo viable y financiable. La transición ecológica es una inmensa inversión que hay que financiar. Bien montado, una magnífica oportunidad para los bancos. Mal montado con penalización a las inversiones no verdes, con activos marrones y activos verdes, habrá distintos costes de capital para la banca en Europa. De nuevo una diferencia competitiva clave con los EEUU.

¿Se imaginan Vds. el modelo americano para la desalinización? Un programa que fije el objetivo de los hectómetros cúbicos a desalinizar, el coste objetivo por m3, el requisito de que sea verde y un paquete de inversión para el capex, y el opex hasta que sea rentable y, cuando lo sea, unos incentivos fiscales suficientes para movilizar 1 o 2 euros para cada euro público invertido?

Aquí, en Europa, todo es más difícil, para empezar sólo se financia capex. Además el paquete se reparte con los Estados. En España del total de recursos de los Next Gen solo un 2% aproximadamente va a transición energética verde, unos 3.000 millones.

No perdí la ocasión para recordar a sus señorías que Europa compra más de 70.000 millones en paneles fotovoltaicos a China mientras aquí, en unos años, vimos como Ecotecnia, el pionero español en aerogeneradores, fue comprado por GE, lo mismo que Gamesa por Siemens y asistimos a la muerte inmisericorde de Isofotón, Siliken, Silicio Solar y tantos otros.

Los colegas del Board 2030 nos recordaban que el CEO tiene un gran rol en esto de la sostenibilidad, que ya no es suficiente porque hay que ir a regenerar, hay que trabajar para dejar el planeta mejor que lo encontramos, y el CEO debe ser activista, no como un revolucionario pero trabajando para hacer ver a los accionistas que no hay futuro sin planeta y a los empleados que debemos trabajar todos para no solo no impactar, sino mejorar los entornos en los que trabajamos y aquellos en los que incidimos de manera indirecta.

Hay que Regenerar. No hay otro camino. Para ello necesitamos reglas del juego comunes que no permitan que los que no lo hacen ganen más y necesitamos una administración del siglo XXI, que sea ágil y ponga la ambulancia, encienda las luces, las sirenas y pise a fondo el gas para todas las ideas como la de Trops y la UMA. Regenerar el planeta no es dejarlo como en el Paleolítico, porque hay que alimentar a 8.000 millones personas, tenemos que hacerlo con inteligencia, con urgencia y con cambios de usos, de hábitos y de tecnologías. Agua y energía es hoy más que nunca un problema asequible de dinero y tecnología.