Hay ocasiones en las que las procesiones de Semana Santa se convierten en una suerte de yincana. Los cortejos deambulan por calles esquivando vallas, terrazas... y cables. Sin embargo, ya sea por las dificultades añadidas o por falta de previsión, no siempre es posible evitar todos los obstáculos. Esto fue precisamente lo que le pasó al grupo parroquial del Sol, que procesionó el domingo por las calles de la Victoria.

Transcurría el cortejo (20 nazarenos, grupo de acólitos, trono y banda de música de la Trinidad) por calle Huerto del Conde cuando llegaron los inconvenientes. La poca altura del cableado, sumada a las grandes dimensiones de la cruz, complicó el paso por esta vía, teniendo que sortear a brazo los dos primeros impedimentos.

El gran reto llegó a la hora de enfilar Coto de Doñana. La rigidez de la estructura que conectaba ambos edificios impidió que los alzacables pudieran hacer su trabajo, convirtiéndose en un muro infranqueable para las andas. Pese al evidente impedimento que existía, los mayordomos desplazaron el trono hacia los laterales, subiéndolo y bajándolo en varias ocasiones sin éxito.

La situación se complicó cuando uno de los integrantes del cortejo subió a la peana e intentó elevarlo con las manos, desistiendo tras los gritos del público. Tras forzar durante unos segundos la estructura, los cables fueron arrancados de la pared, cayendo sobre los espectadores algunos cascotes.

Este hecho se volvió a repetir nuevamente, hasta que ya quedó completamente liberado para que, los encargados, pudieran sostenerla a pulso mientras los hombres de trono arrastraban las andas hacia delante. Tras salir de estas calles, se personó la Policía Local, apareciendo al poco rato los Bomberos que repararon los desperfectos. 

La prohermandad del Sol dejó atrás este embudo, continuando su discurrir por calle la Victoria para acabar encerrándose en la antigua casa hermandad de la cofradía del Rocío, en calle Amargura.