El 27 de enero llega al Teatro del Soho CaixaBank La infamia, la obra teatral basada en el libro Memorias de una infamia, de la periodista de investigación y activista mexicana Lydia Cacho. Marta Nieto, Premio Max a mejor actriz ex aequo con Marina Salas, se pone en la piel de Cacho para narrar el secuestro que sufrió la periodista y el modus operandi de un gobierno cómplice de la corrupción y la violencia.
El espectáculo, dirigido por José Martret, ha contado con la participación de la periodista durante todo el proceso creativo y combina la narrativa teatral con la cinematográfica. Una cámara sigue en todo momento a la protagonista, para que el espectador de forma más inmersiva y a través de una pantalla pueda bucear en el ámbito psicológico y emocional que propone la acción.
Lydia Cacho asegura que se siente una "sobreviviente" tras vivir el calvario que pasó. Aunque tuvo que exiliarse a España después de que intentaran acabar con su vida en varias ocasiones, esta activista sigue defendiendo los Derechos Humanos de niñas y niños y mujeres desde la Costa del Sol, que se ha convertido en su nuevo hogar. En cada investigación se juega la vida sin miedo a desafiar a mafiosos, políticos o empresarios que abusan, atacan o asesinan a estas personas. En EL ESPAÑOL de Málaga hablamos con ella de todos estos aspectos:
¿Qué sentiste cuando viste La infamia sobre las tablas por primera vez? Porque revivir aquellos momentos de tu vida, pues puede ser que no fueran demasiado fácil.
En realidad fue un proceso muy emocionante, porque desde que conocí al director, a José Martret, y él me propuso adaptar mi libro, nos pusimos a trabajar en la adaptación y, más tarde, juntos elegimos a las actrices. Yo estuve participando con él y con todo el equipo de la compañía en prácticamente todo el proceso.
He estado en los primeros ensayos, en el trabajo con las actrices; desde la iluminación hasta la música, siempre de la mano del director. Entonces para mí era muy importante lograr contar una historia que efectivamente es mía. Es la historia de una periodista que ha investigado a las redes internacionales de pornografía infantil, de trata de niñas y niños, pero también la corrupción política implicada. Y siempre he pensado que es una historia que se repite en muchos países del mundo.
La persecución de los periodistas que hacemos estas investigaciones y damos voz a las niñas y niños, a las mujeres…. Se repite en todo el mundo. Cuando hicimos los primeros ensayos, al contrario de lo que la gente se imagina, para mí no fue doloroso. Todo lo contrario. Yo hace muchos años me convertí en sobreviviente de tortura. He hecho mucha terapia, he estado muy acompañada por gente muy buena y amorosa en diferentes lugares. Entonces yo estaba lista para contar esta historia de esta forma.
¿Ha sido difícil llevar el periodismo al teatro?
Bueno de la mano de un experto como José Martret no lo es. Hay que saber escribir libretos teatrales. Y basarse en un libro que está bien escrito. Eso es importante decirlo, mi libro Memorias de una infamia ya había ganado varios premios, entre ellos el premio Harold Pinter de Londres, justamente por su calidad narrativa. Es un trabajo absolutamente biográfico.
Entonces, yendo a la pregunta, no es difícil, sino complejo, porque tienes que asegurarte de que a pesar de que la historia sea tan dura, la gente que está en el teatro sienta que está dialogando con la historia y participando en una especie de aventura por la libertad, por la justicia. Creo que lo hemos logrado gracias a detalles como la puesta en escena, las actrices que hemos elegido y el tono que dan a la obra…
El público español se ha portado extraordinariamente bien. Hemos llenado los teatros durante dos años, desde Madrid a Barcelona, el sur, Valencia… Es emocionante ver al público en pie al terminar.
La corrupción política es algo que abordas en la obra y que antes has mencionado. Echando un ojo a los titulares del último año sobre la obra, me encontré algo que desconocía, que PP y VOX presuntamente pusieron trabas para llevar tu obra a Toledo. ¿Esto es cierto? ¿Quizá esta obra para algunas personas es como mirarse al espejo y duele?
Es una pregunta muy importante, la verdad, porque en realidad, fue un concejal de VOX, que, además, tuvo una discusión. Después ya nos fuimos enterando. Cuando lo denunciamos tuvo una discusión tanto con la gente del PSOE de Toledo como con la gente del PP que sí estaba de acuerdo con que se pusiera la obra. Entonces es importante decir eso porque es un hecho.
Nosotras estamos convencidas de que las personas que quieren censurar esta obra tal vez tienen miedo a ser investigadas. Es algo muy claro. Lo mismo ocurre en el periodismo. Cuando una reportera o reportero hace una investigación sobre corrupción política y demuestra toda la evidencia, los más enojados son siempre los más culpables.
¿Te han puesto alguna vez más problemas en España? ¿En algún sitio más? ¿O solo fue en Toledo?
No. En ninguna parte, te lo digo de verdad. En todos los teatros hemos llenado. Incluso hubo un festival de teatro donde nos llovió y la gente no se quería ir. Era un escenario semiabierto y fue emocionante a la par que conmovedor. A todas nuestros pases, además, han asistido políticos y políticas de todos los colores, que la han visto, que se han acerado a nosotros y nos han dicho que es bueno que se cuenten estas historias que son indispensables. La única censura que yo he vivido en España ha sido esa, la cancelación de la obra de Toledo.
Movámonos ahora a México porque al final, como bien dices, en Infamia se relata la historia de tu secuestro. La realidad es que gracias al periodismo de investigación encarcelaste a personas muy importantes del país como policías e incluso gobernadores y los atentados que sufriste te obligaron a exiliarte aquí. Sin embargo, aún habiendo conseguido muchísimo, la pederastia sigue siendo un problema muy grave en México, pero también en el resto del mundo, ¿no?
Sí. Mi papel no es salvar al mundo. Pero como me decía un colega periodista español hace unos días, cuando yo empecé a tratar en el año 2003 aspectos como el tema de la pornografía infantil a través de Internet, la pederastia en el turismo internacional… casi nadie hablaba de ese tema.
Tendríamos que hacer una reflexión a fondo para entender si verdaderamente ha aumentado la pederastia, la pedofilia, la explotación sexual o si estamos logrando que mucha más gente la denuncie y mucha más gente la investigue adecuadamente y hable de ella abiertamente.
Yo cuando empecé a investigar la trama de mi libro Los demonios del Edén, donde estaban políticos, senadores, gobernadores a nivel nacional e internacional explotando niñas y niños de entre cuatro y 13 años, incluso autoridades a quienes yo entrevistaba me miraban absolutamente sorprendidos y me decían que no podía ser. La mayoría de la gente no sabía ni siquiera cómo iba a funcionar Internet. Y si se leen mi libro, se pueden dar cuenta de que muchas cosas que dije yo en ese momento parecen predicciones de lo que estamos viviendo hoy en día.
Rigurosa actualidad.
Claro, exactamente. Rigurosa actualidad. Y eso es lo mismo que sucede con Memorias de una Infamia. Ahora que estamos viendo lo que está pasando en Ecuador, en Nicaragua, en Venezuela, en países africanos y árabes con la persecución de periodistas, el silenciamiento… La obra está más vigente que nunca. Sobre todo cuando tocamos esos temas que parece que todavía deberían de estar ocultos. O eso quisieran los autores de abusos de menores…
Por no hablar de lo que sucedió con el ciberespacio y la manera en que no se reguló el uso de Internet y el negocio dentro de Internet. Eso nos demuestra que los pedófilos, los pederastas y todos los tratantes de mujeres y niñas han llevado su negocio, digamos, en gran medida, a este espacio virtual, y eso lo hace más complejo para los cuerpos policiacos.
Yo he hablado recientemente con investigadores españoles que están dedicados a investigar la pornografía infantil y lo que me dicen es eso; antes era un poco menos difícil que ahora, cuando se ha masificado porque los gobiernos europeos no llegaron a tiempo
Apenas ahora están empezando a tratar de regular todo el tema de la pornografía… De todo esto habla mi obra.
En España al final también, si hablamos de pederastia, es difícil obviar los casos que se han dado dentro de la Iglesia española. El defensor del Pueblo cifró el año pasado creo que eran 445.000 víctimas. ¿Qué opinas al respecto? ¿Lo has investigado?
Sí, por supuesto. Yo incluso he tenido conversaciones y he investigado con organizaciones civiles que estaban trabajando justamente para que el defensor del Pueblo pudiese hacer este informe. Y lo leí inmediatamente en cuanto salió, en cuanto lo presentaron lo leí, lo analicé y estoy escribiendo al respecto en este momento.
A mí me parece que una de las cosas más importantes cuando analizamos la pederastia clerical, la que viene del poder, tenemos que entender que estamos hablando de un poder político, entonces hay que investigarlo con las mismas herramientas científicas, desde el periodismo científico, como investigamos a un senador o a un gobernador, o a un presidente de un país que está cometiendo, avalando, protegiendo y financiando actos de pederastia. Y eso es muy importante decirlo, porque no son casos aislados. Las iglesias en el mundo y en España tienen un poder político brutal, incluso a veces mucho más. Son más poderosos que un partido político.
Y hay que reseñar el poder económico que tienen, también su incidencia política. Todo ello es tan grande, que es capaz de crear una estructura de impunidad monumental. Y de eso se trata nuestro trabajo, de denunciar cómo funciona, cómo se crea y cómo se avala esa estructura de impunidad. Yo creo que no hay nadie, ninguna institución que tenga mayor impunidad en España que el brazo corrupto de la Iglesia Católica que ha ocultado la pederastia.
Habrá que estar atentos a ese trabajo. Me interesa saber cómo han sido estos últimos años para ti en España. ¿Qué sentiste cuando cogiste ese avión hacia España? En ese en ese trayecto que es largo, tuvieron que surgir muchísimos pensamientos…
Al principio estaba aturdida. Pensaba que no estaba pasando lo que estaba ocurriendo. Que iba a poder volver… Llevaba incluso las llaves de mi casa conmigo, con todo lo que eso supone. Tenía la sensación de que iba a volver a casa. Las primeras horas iba muy, muy aturdida y de pronto, en las últimas horas, lloré y lloré sin parar.
Hasta que aterrizó el avión no paré de llorar. Tenía una sensación de impotencia, de preocupación por mi familia… El hecho de salir con lo puesto bajo cualquier circunstancia es una experiencia que lleva mucho tiempo de procesas. No la procesas de inmediato mentalmente.
¿Te sientes segura aquí en España?
Sí. Yo denuncio redes internacionales, entonces tampoco hay un país blindado en las mafias. Ningún país está blindado y España mucho menos. Yo viví durante 15 años con escoltas, todo el tiempo iba y venía en vehículos blindados que pertenecían al Gobierno y de por sí intentaron matarme varias veces.
Entonces en España recuperé mi sentido de la libertad. No está esta sensación de salir caminando todos los días sola, aunque todavía miro alrededor. El otro día pasó una motocicleta muy rápido a mi lado, haciendo mucho ruido y me tuve que parar. Instintivamente me detuve y me puse contra la pared. Eso fue el instinto de supervivencia. Se queda siempre en ti para el resto de la vida. Pero sí, me siento segura y me gusta muchísimo vivir en Málaga. Siento que estoy recuperando mi alma en Málaga.
La Costa del Sol es tu nuevo hogar.
Sí, al principio cuando llegué me tuve que quedar en Madrid. Allí estaba la abogada que me ayudó con todo el proceso y mi pequeña red de apoyo más cercana. Amigas y amigos de toda la vida estaban allí en Madrid y yo los necesitaba. Necesitaba contención, pero sabía que tenía que irme de allí. El sur de España me sanó. Siempre me llamó la atención, de corazón.
Cuando me dieron el premio de las Cortes de Cádiz yo dije que si creyera en otras vidas, seguramente en otra vida yo sería gaditana. Me siento muy cómoda con la gente, con el clima. Necesito el mar cerca para escribir. Así que en Málaga lo tengo todo y me siento más segura que en otra parte.
Ahora formas parte de la élite periodística española. En alguna entrevista te he leído diciendo que el capitalismo está matando al periodismo. ¿Y la precariedad?
Hace un tiempo mi hermana me trajo un par de maletas con cosas de mi casa. Recuerdos, libretas de hace treinta años, cuando yo era reportera. En esas libretas están todas mis cuentas, cuánto me pagaba el periódico por artículo, cuánto pagaba de luz… Me dio un ataque de risa en casa. Ahora nos quejamos de la precariedad del periodismo, pero el periodismo siempre ha sido precario.
Se le paga muy bien a los más famosos, a los que tienen el programa principal en la radio y a las presentadoras de la tele… O al escritor famosísimo que escribe en el periódico. El reporterismo ha sido, es y será, yo creo, una profesión muy precaria, porque en nuestras sociedades, desde siempre, las opiniones tienen mucho valor.
Los que más ganan son los periodistas que opinan. Pero la investigación y la denuncia, el trabajo cotidiano… tiene poco valor en nuestra sociedad. Sin embargo, creo que quejaros de la precariedad no tiene sentido hoy en día, pues el periodismo siempre ha sido precario.
El capitalismo quiere eso. Quiere el silencio, quiere la unificación de criterios. Esta visión del capitalismo en el que se vive en Europa es muy distinta a la de Latinoamérica, es menos rebelde, menos contestataria.
Ser esclavo del Bienestar europeo como periodista, te pone en un aprieto, pero por qué de repente te preguntas por qué no ganas lo mismo que un ingeniero… ¡Pues estudia Ingeniería! ¿Te dedicas a un oficio, eh? Aunque sea profesional, pero es un oficio al final que se trata de descubrir tanto lo bueno como lo malo. Pero generalmente lo que encontramos es lo malo de la sociedad y eso no se paga bien… Así es el periodismo.
Desde España has hecho también una investigación brillante en tu libro Rebeldes y libres. A mí me llama mucho la atención el relato de una chica que decía que le daba miedo decir que era feminista por lo que suponía decirlo en público. ¿Cómo fue para ti hablar con tantas jóvenes y la realidad que te encontraste?
Yo he trabajado mucho con niñas jovencitas y niños de Latinoamérica. De hecho, hice una serie documental que se llama Somos valientes, que está subida toda gratuitamente en YouTube. Y estoy muy acostumbrada a escucharles y dialogar con ellas y ellos. Y me llamó muchísimo la atención, tengo que decir, el nivel de comprensión que tienen las niñas españolas sobre la realidad.
Tienen un nivel de análisis brutal. Entrevisté a niñas, lo mismo de las clases más privilegiadas en las grandes ciudades, pero también a otras que viven en contextos de pobreza, exclusión y marginación por el simple hecho de ser migrantes.
Todas las que tienen acceso a educación en España tienen un nivel de análisis sobre sus derechos que llama la atención y están muy bien preparadas si lo comparamos con países como Canadá, EE.UU o incluso Latinoamérica. Eso emociona muchísimo. Por otro lado, me preocupa enormemente la angustia vital que todas ellas tienen con respecto al al acceso a la pornografía, con la hipersexualización y con sentir que las personas adultas las juzgan en lugar de acompañarlas y protegerlas. Sin duda es una alerta que ya tenemos para poder ir haciendo algo al respecto…
Hablar contigo es hablar de derechos todo el rato. ¿Entenderías la vida sin activismo?
No, no lo entiendo. Y no es útil. Yo recuerdo hace 35 o 36 años que empecé a hacer periodismo y mis editores y los grandes periodistas famosos me decían que era una ridícula, que no podía decir que yo era feminista ni hacer activismo.
Me acuerdo de la primera vez que le contesté al editor, al director del periódico en el que trabajaba, porque él se sentaba cada jueves a desayunar con el gobernador, con senadores, con diputados…. Y de pronto, claro, empezabas a ver cómo navegaba su visión del mundo y su visión política dentro del propio medio. Así que yo le decía que él hacía activismo oficial y yo hacía activismo de las calles. La diferencia es que yo sí le doy voz a todo el mundo y él solo a los que tienen el privilegio del poder. Entonces cada quien elige su forma de ser activista. Mientras sigas los códigos deontológicos y las reglas éticas del periodismo, me parece que el periodismo que tiene perspectiva de derechos humanos y perspectiva de género es el que necesita el mundo entero en este momento.
¿Y con qué sueña Lydia Cacho? Con todo lo que has recorrido, con todo lo que has pasado, alguien pensaría que con volver a casa.
Todas las noches sueño con ello, la verdad. Tengo este sueño recurrente de que vuelvo a casa y todo está bien. Abro la puerta de mi casa y me siento segura. Está mi familia ahí conmigo… Pero mi sueño aspiracional es dejar de sentirme como una exiliada que va corriendo a toda prisa y vivir en España como una ciudadana. En ese proceso estoy. Mi sueño es lograr vivir en una casita pequeñita, que tenga un poco de jardín, si puede ser, en la Axarquía malagueña. En tranquilidad y en paz.
¿Quieres ver la obra?
Las entradas están disponibles en la web del teatro, en taquilla y en todos los puntos de venta de El Corte Inglés.
Función: 27 de enero a las 20:00h
Precios: de 20 a 36 euros