Ana Rivero, junto al rey Felipe VI en el Palacio de la Zarzuela.

Ana Rivero, junto al rey Felipe VI en el Palacio de la Zarzuela. Cedida

Política CONGRESO DE LOS DIPUTADOS

Las 15 mejores anécdotas del Congreso contadas por la taquígrafa de la Democracia: "Aquí se han organizado capeas"

La exjefa de servicio del Cuerpo de Taquígrafos del Congreso, Ana Rivero, y su compañera Ana I. Gracia relatan en un libro la historia política de España de los últimos 50 años.

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Resulta curioso que en una antología sobre la historia de la Democracia española, contada desde dentro del Congreso de los Diputados, la página más intrépida de todas se quede sin escribir.

Aquel día, el 23 de febrero de 1981, Ana Rivero había salido de la casa del barrio madrileño de Chueca, en la que vivía junto a sus padres, con dirección al Congreso de los Diputados.

"Los guardias civiles habían entrado poco antes y por un minuto yo me quedé fuera, en los pasillos laterales que dan acceso al hemiciclo", cuenta.

Pasó un rato en el despacho de su jefe, desde donde se escuchaban perfectamente las ráfagas de metralleta de los guardias civiles, y finalmente volvió a su casa para vivir el golpe de Estado.

"En realidad, tampoco había mucho que transcribir…", confiesa.

Seis años antes había ingresado en el Cuerpo de Redactores Taquígrafos y Estenotipistas de las Cortes Generales. Llegó en mayo de 1975, con Franco todavía vivo, y se despidió en febrero de 2024, como jefa de servicio.

Ha transcrito la historia de la Democracia de nuestro país. Y ahora cuenta todos los vaivenes por los que ha pasado el Congreso de los Diputados en el libro Luz y taquígrafa (Plaza y Janés, 2025), para el que ha contado con la colaboración de su compañera Ana I. Gracia.

Ana Rivero en la mesa de taquígrafos del Congreso.

Ana Rivero en la mesa de taquígrafos del Congreso. Cedida

1. La falda por el tobillo

Lo primero que se encontró Ana Rivero, que entonces tenía 21 años, fue un "mundo gris, una España en blanco y negro, con todo lleno de hombres mayores muy conservadores".

El Congreso de los Diputados era entonces las Cortes franquistas, un lugar al que las mujeres tenían prohibido el acceso con pantalones.

"Había que llevar falda, y que tapara bien, hasta el tobillo. Recuerdo que al poco de entrar, en verano, un día me dio por llevar un poquito de escote y una procuradora me dijo que cómo se me ocurría ir a trabajar así", recuerda.

La taquígrafa llevaba dos vestuarios: uno para el trabajo y otro para la calle, donde tocaba "salir a protestar para pedir libertad".

2. La cara de Adolfo Suárez

Esa aspiración empezó a concretarse apenas un año después. Las Cortes debatían la Ley para la Reforma Política, que debía desmontar las estructuras franquistas del Estado, y al presidente Adolfo Suárez no le cabía el cuello en la camisa.

"Decían que estaba todo pactado, pero no era así. Suárez las pasó canutas y yo recuerdo la cara de alivio y satisfacción cuando supo que saldría adelante, mirando a Torcuato Fernández Miranda [presidente de las Cortes en aquel momento]".

El 18 de noviembre de 1976 se aprobó la ley en las Cortes y España pudo seguir avanzando hacia la Democracia.

3. El bar constituyente

Así se llegó hasta otro de los momentos cumbre de la Transición: la aprobación de la Carta Magna.

"Pasaba igual, hubo un momento en el que los socialistas se levantaron de la mesa y sin ellos no había Constitución", señala Ana Rivero.

Afirma que "en esos momentos, cuando los diputados encallaban con algún artículo, se iban al bar Chicote, que estaba dentro del Congreso".

"Como los días eran eternos, pasábamos mucho tiempo allí. Así que se puede decir que la Constitución se fraguó en el bar Chicote, mientras los diputados discutían entre cañas", añade.

4. La mujer que vomitaba

El Congreso estaba lleno de hombres mayores. Pero con la progresiva incorporación de la mujer al mercado laboral, hubo otras que llegaron antes que Ana Rivero.

La primera taquígrafa de las Cortes, tras las pioneras de la Segunda República, se llamaba Araceli Ratero. Una mujer que superaba los 50 años y que en ese ambiente tan masculino se mareaba y terminaba vomitando a menudo.

Entre el personal, todo el mundo estaba confuso. Entonces, el jefe del departamento de taquígrafos intentó desvelar el misterio y le preguntó: "Doña Araceli, ¿no estará usted embarazada?"

"Imagínate el desconocimiento, con más de 50 años, que estaría la pobre menopáusica. Había mucha presión en ese ambiente, yo me pasé los primeros diez años sin parar de sudar", confiesa Ana Rivero, que compartió mesa con Araceli Ratero.

5. Golpe... a la cantina

Ya hemos contado que en el Diario de Sesiones del 23-F habría poco que resaltar, más que el famoso "¡se sienten coño, quieto todo el mundo!". Y ni siquiera lo pudo transcribir Ana Rivero.

El golpe de Estado quedó como un grotesco borrón del último medio siglo de nuestra historia. Aunque donde sí triunfó la asonada fue en la cantina del Congreso de los Diputados.

"Los guardias civiles arrasaron con todo y acabaron con los licores", afirma la taquígrafa. Y después hubo que pagar la minuta, que ascendía a más de 100.000 pesetas de la época. Sólo en bebidas.

6. La vaquilla

Hoy las empresas organizan eventos, jornadas de confraternización más allá de las oficinas. Lo llaman team-building. El concepto ya existía en los ochenta en el Congreso de los Diputados, aunque entonces los protagonistas eran los toros.

Ana Rivero en medio con Manuel Fraga al frente y Felipe González y Alfonso Guerra de fondo.

Ana Rivero en medio con Manuel Fraga al frente y Felipe González y Alfonso Guerra de fondo. Cedida

"Era el año 82 u 83 e hicieron una capea un domingo en Villarejo de Salvanés [Madrid], por aquello de socializar", narra Rivero.

"De los diputados no fue ninguno. Pero fuimos ujieres, funcionarios… Y yo que había ido en sandalias me puse delante de la vaquilla. Y claro, la vaquilla vino detrás de mí y me caí. Menos mal que, como practicaba judo, supe colocar la mano y no me hice gran cosa".

El lunes siguiente la taquígrafa judoca se presentó en su puesto de trabajo. Hoy en día sería difícil de imaginar que una funcionaria del Estado estuviera de baja médica por haber acudido a una capea organizada por la sede de la soberanía nacional.

7. Fútbol y cañas

Sus señorías de la época no participarían en las fiestas con vaquillas, pero tiempo después organizaban partidos de fútbol entre los diputados del PSOE y del PP.

"Jugaban al fútbol y luego se iban de cañas, lo que da muestras de cómo ha cambiado el ambiente", asegura Ana Rivero. Definitivamente, eran otros tiempos.

8. Las comidas de Estado

Ana Rivero con Gregorio Peces-Barba.

Ana Rivero con Gregorio Peces-Barba. Cedida

Fruto de esa atmósfera más conciliadora, Gregorio Peces-Barba, quien fue presidente del Congreso entre 1982 y 1986, instituyó la costumbre de llevar a comer una vez al año al presidente del Gobierno, Felipe González, y al jefe de la oposición, Manuel Fraga.

"El que tienes enfrente no es un rival, sino un enemigo al que tienes que convencer", defendía Peces-Barba, a quien Ana Rivero recuerda como uno de los mejores políticos que ha conocido España en estos últimos 50 años.

9. El escote de Pilar Brabo

El país avanzaba, pero el código de vestimenta para las mujeres en el Congreso seguía siendo el mismo.

Entonces, un día, a la diputada del Partido Comunista Español (PCE) Pilar Brabo se le ocurrió llegar al hemiciclo sin sujetador y una blusa de seda por la que se transparentaba todo.

"Salió a la tribuna así para defender la Ley de Educación. Y conforme fue bajando desde el escaño, se empezaron a escuchar murmullos. Fue algo insólito, una verdadera revolución", rememora la funcionaria.

10. Los discursos de antes...

Ana Rivero ha escuchado -y transcrito- a miles de diputados. Recuerda como especialmente brillantes a Carlos Solchaga, Miguel Boyer o Santiago Carrillo. "Eran discursos casi filosóficos, de los que se aprendía".

De la clase política más actual se queda con Soraya Sáenz de Santamaría. Y como preferido para los taquígrafos con Manuel Martínez Oblanca, que fue diputado por Foro Asturias.

11. Y los discursos de ahora

"He visto zapatazos en las tribunas y a diputados sacar espárragos, naranjas, de todo. Hoy todo tiene que ser muy espectacular. Y hay que hacer algo distinto para que te vean", opina la taquígrafa.

Para ella, uno de los diputados más maleducados fue Vicente Martínez-Pujalte (PP) y el más impertinente, Alfred Bosch (ERC).

Una de las transformaciones más "sorprendentes" la ha protagonizado precisamente el portavoz de este partido, Gabriel Rufián. "Cuando entró era un hooligan y ahora me parece un hombre bastante equilibrado", sostiene.

12. Acoso sexual

Tampoco el Congreso de los Diputados se libra del acoso sexual. La mujer rechaza dar nombres, pero asegura que fue acosada por un diputado del PP y otro del PSOE.

El primer episodio ocurrió al poco tiempo de llegar a su puesto, cuando aún era una treintañera, y el segundo hace "unos 20 años".

"Los dos estaban casados. Uno de ellos está muerto y el otro aún vive y fue un hombre de mucho poder", afirma.

"También había otro diputado que todo el mundo sabía que era un pulpo y mis compañeras no se atrevían a meterse en un ascensor con él. En su momento no puse una denuncia, pero dentro del Congreso de los Diputados también ha existido el acoso", lamenta.

13. Patxi el breve

En época de Zapatero se acuñó el término de la "crispación". Y ahora la "polarización" parece haberse quedado corta para definir el momento actual.

Para Ana Rivero, todo empezó en 2016, cuando Patxi López ocupó la presidencia del Congreso durante unos pocos meses.

"A Patxi el breve se lo comían. Y desde entonces todo ha ido a peor. La imagen que vemos a diario en el Congreso es lamentable, con una polarización difícil de reconducir. No sé si los diputados son conscientes del daño institucional que transmiten a la sociedad", concluye Ana Rivero.

14. Los pinganillos

En la última legislatura, la gran novedad para los taquígrafos ha sido la incorporación de pinganillos, debido a la utilización de otras lenguas cooficiales, aprobada por la presidenta del Congreso, Francina Armengol.

Ana Rivero con traducción simultánea en el Congreso.

Ana Rivero con traducción simultánea en el Congreso. Cedida

"No estoy en contra de que hablen en otras lenguas, pero creo que se ha hecho todo muy rápido y de una forma poco ordenada", declara quien ha sido jefa de servicio hasta el año pasado.

"Ha ralentizado mucho el trabajo porque tenemos que esperar al texto oficial de los traductores y, además, no estamos transcribiendo directamente del original", añade.

15. Suárez y Leonor

Medio siglo de imágenes dan para mucho. Pero Ana Rivero se queda con esa cara de alivio de Adolfo Suárez con la aprobación de la Ley para la Reforma Política -recuerdo de juventud- y con la jura de la Constitución de la Princesa Leonor, cuando la taquígrafa ya se estaba despidiendo.

"En todo este tiempo he visto cambiar España. El libro es una crónica de la transformación política y social de nuestro país", sostiene.

Se pone a la venta en las librerías esta semana. Luz y taquígrafa, la historia reciente de España contada por una mujer que entró en el Congreso como un ser extraño y salió de él con un equilibrio casi parejo de hombres y mujeres en el hemiciclo.