La reina Letizia consulta un libro en la Cuesta de Moyano, feria de libro viejo permanente de Madrid.

La reina Letizia consulta un libro en la Cuesta de Moyano, feria de libro viejo permanente de Madrid. Efe

Política CASA REAL

Una mañana con la Reina en la Cuesta de Moyano: los libros que compró, los que le regalaron... y la amenaza anarquista

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La monarquía pasa por un momento de enorme confianza. Han organizado un acto colocando a la Reina de espaldas a un hombre que fue investigado por atentar contra el Rey. Se trata de homenajear a la feria del libro permanente de Madrid, la Cuesta de Moyano, por su centenario. Es muy importante difundir la cultura y proteger sus espacios, pero... ¿Qué locura es esta? Ahí tenemos a aquel hombre mirando a doña Letizia... Conviene que intervengamos inmediatamente.

"¡Majestad! ¡Majestad! ¡Cuidado! ¡Es una temeridad!". No nos oye porque ya ha empezado con la ronda de saludos al poco de bajarse del coche. Doña Letizia está absorta en lo que le dicen los escritores y los libreros de este lugar maravilloso que es Moyano; todas estas casetas de madera que sobreviven milagrosamente junto al Botánico, a la sombra de la estación de Atocha. Los hermanos españoles de los buquinistas del Sena.

Tratamos de explicárselo al equipo de seguridad de la Casa Real, pero en cuanto lo intentamos... somos apartados. Ahí está doña Letizia, sin que podamos remediarlo, junto al hombre que apareció en los periódicos aquel día, cuando una bomba cayó del cielo contra el Rey. Pío Baroja, enorme en su estatua de la Cuesta de Moyano, era amigo de Mateo Morral, el anarquista que arrojó el explosivo contra Alfonso XIII y Victoria Eugenia. No hubo magnicidio, pero murieron veinticinco personas.

Don Pío no tuvo nada que ver con el atentado, pero solía alternar con Morral en aquel tiempo y, por eso, fue investigado. "Oigan, hagan el favor de respetar el cordón y colocarse en el otro extremo de la calzada. Es una cuestión de seguridad", nos repite amabilísimamente un guardaespaldas. "¡Lo nuestro también es cuestión de seguridad! ¿Y si don Pío no fue tan inocente? ¡Por Dios! ¡Hay que avisar a su Majestad!".

Nos despachan hacia los libros de Valle-Inclán, hacia el realismo mágico y el delirio. Un amigo librero trata de consolarnos: "Además, es sólo una estatua. Y las estatuas no atentan". ¡Nos ha jodido! ¡Y las luces no se apagan! ¡Y los trenes no se paran! ¡Majestad!

La Reina ha adquirido libros de Poe, Bierce y Chesterton.

La Reina ha adquirido libros de Poe, Bierce y Chesterton. Efe

Nos tranquiliza comprobar que hay otro Baroja amabilísimo saludando a la reina. Otro Pío, sobrino nieto del escritor, socio de honor de esta Cuesta de Moyano. También nos tranquiliza la relajación que exhibe la Reina sin querer exhibir nada. Es una mujer que quiere comprar libros, pero también es una mujer que ha venido porque sabe que, viniendo, lo harán muchísimos más en los próximos días.

Visceralmente, resulta mucho más fácil refutar la utilidad de la monarquía que explicarla. Vamos pensando en estas cosas para olvidarnos de los explosivos. Es verdad que el desastre de la política es el mejor espejo para reflejar la utilidad de nuestra jefatura del Estado. Pero escribir eso un viernes, sentados junto a un árbol y con tanta gente alrededor, es imposible. Así que podemos decir que la monarquía es necesaria mientras contribuya a salvar la Cuesta de Moyano.

Visto nuestro sosiego, nos vamos acercando a su Majestad. El cordón de seguridad admite poco a poco nuestra presencia. Además, si doña Letizia ha comprado un ejemplar de Cansinos Assens, el escritor de la bohemia, ¿cómo no van a dejar que los bohemios se acerquen a ella? Javier Santamarta, escritor, le saluda manco, con un brazo escayolado. Y Jorge, el librero de la 11, que acaba de ser operado de las cuerdas vocales, le recibe con este papel: "Lo siento, por suerte para usted, no puedo hablar". La Reina se parte.

Vamos pisándole los talones a la monarquía, como si fuéramos el himno de Riego. Se le ve a la legua que, de no ser Reina, miraría más y mejor. Compraría más y mejor. Es una de las penitencias de una Reina lectora. Nos lo explica un librero: si doña Letizia ojea un ejemplar de cualquier tema vinculado con la actualidad, se monta una buena.

Pongamos que le da un siroco y quiere leer discursos de Mussolini, o la vida de Lenin, o una biografía de Putin, ¡vete a saber!, unas memorias de Netanyahu. Pongamos que quiere leer todas esas cosas de fascismo y comunismo para reflexionar sobre este presente que se nos llena de bombas. Pues tendrá que hacerlo en secreto. La Reina en Moyano es la personificación del mono y la abstinencia.

–¿Y cómo lo lleva? –le preguntamos a otro librero.

–Me da la sensación de que va a volver de incógnito. Lo ha dejado caer. Aquí le han gustado unas ediciones muy bonitas de Blasco Ibáñez y de Galdós.

¿Lo ven? El valenciano Blasco. ¡Un guiño a la Dana! Los episodios nacionales, ¡fascista!

¡Joder! ¡Joder! Está acercándose a una mesa donde hay un Mein Kampf de Hitler casi más grande que la estatua de Baroja. Pero ya no avisamos al equipo de seguridad de la Casa Real. Ellos lo han querido, pero... Las recomendaciones de los bohemios y los lunáticos son las que hacen que, cuando llegue el día, tengas una radio con pilas en casa.

A la Reina –se lo cuenta a los compañeros de la Ser– no le despiertan los pitidos, sino la radio, "la voz de personas amables". Nosotros, si viviéramos en Zarzuela, preferiríamos como despertador a los ciervos, que suelen ser más amables que las personas.

Entonces, ¿qué compra la Reina? "Libros inapelables", nos dice uno de los que se los vende. Es decir: "Monstruos y lógica", de Chesterton; "Cartas de un poeta", de Edgar Allan Poe; "Fábulas fantásticas", de Ambrose Bierce; y "Los vendedores de libros viejos", de Stefan Zweig. A ver quién le pone un "pero" a eso. Además, esos libros tienen una ventaja: los puede leer la Reina de cualquier siglo.

Lo de Zweig lo compra porque doña Letizia parece esta mañana un personaje de Isabel Coixet. Una mujer de mediana edad –ella se autoproclama "viejuna"– que pasea por una ciudad en busca de un lugar para montar una librería. Con precisión periodística, machaca a los libreros con preguntas sobre el oficio. Cómo es lo de abrir la caseta, cuánto es el canon que se paga, qué es lo que más y lo que menos se vende.

En casi todas las respuestas, puede concluirse algo desolador: es terrible que, siendo Moyano, junto a los buquinistas del Sena, la única feria permanente de Europa en el centro de la ciudad, haya un porrón de personas que no conoce el lugar. Ese es, seguro, el objetivo de la Reina: que su continencia protocolaria en el manoseo de libros provoque la incontinencia de todos los que la vean en el telediario. Por eso, los libreros están tan contentos.

La Reina ha sido obsequiada con un par de primeras ediciones de Pío Baroja.

La Reina ha sido obsequiada con un par de primeras ediciones de Pío Baroja. Europa Press

Franquean a doña Letizia la presidenta de la Comunidad de Madrid, Ayuso; el alcalde de Madrid, Almeida; el ministro de Cultura, Urtasun. Nosotros, que también fuimos anarquistas como Morral y don Pío, ¡a ver si nos estamos haciendo monárquicos! Ayuso y un ministro de Sumar, en armonía. ¿Habrían venido juntos sin la Reina?

Oímos a una compañera tomar notas sobre el atuendo. Las copiamos porque no tenemos ni idea y porque, así, en la crónica está todo: "Trench de cuadros Vichy". ¿Vichy? ¡La Reina es colaboracionista! "Bolso de piel en bandolera. Pantalón negro de corte tobillero". Los que tenemos cortes en los tobillos somos nosotros, que tenemos que mirar los libros que coge doña Letizia al mismo tiempo que esquivamos las cámaras y los micrófonos. Esto no está pagado.

Ojo, que agarra otro libro. Una biografía de Tesla. Por si se les va la luz en Zarzuela o se nos va la luz a todos. Pero no lo compra. Tesla, en días como hoy, es material inflamable.

Antes de irnos, procuramos saludar a su Majestad para darle las gracias por su operación salvamento de Moyano. Nos camuflamos en una mesa llena de libros. Escondemos la cara en una antología de Julio Camba.

–Oigan, ya se lo hemos dicho, hay que respetar el cordón de seguridad.

–¡Pero si Camba escribía en el ABC!

–¿Ustedes son periodistas o qué son?

–Somos lectores de la Cuesta de Moyano.

Y así se la colamos al Estado. Viene la Reina. Nos ponemos nerviosos. Empezamos a calentar el cuello y la mano. ¿Esto cómo se hace? ¿Primero se inclina el cuello y luego se da la mano? ¿O es al revés? ¿Primero se da la mano y luego se hace un gesto con el cuello? Menos mal que ha venido sin don Felipe porque estamos en cuesta, estamos en La Cuesta, y de mirar tan hacia arriba, nos habríamos caído y desnucado.

Comentamos algo, no sabemos el qué, se nos olvida conforme lo escuchamos. Si lo escribiéramos, seríamos suecos, pero suecos como los de Martes y 13: "Un suicida es un sueco que se mata a su mismo". Sí podemos decir que, muy afectuosamente, nos traslada el pésame después de que no haya salido el Papa de Pamplona, el cardenal Bustillo. Todo un detalle.

Le regalan los libreros más ejemplares: una edición ilustrada para Leonor y Sofía de "El señor de los anillos", una primera edición de "La dama joven", de Pardo Bazán; las obras selectas de los hermanos Brönte; y... dos primeras ediciones de Baroja.

–¡Majestad! ¡Atrás! ¡Cuidado!