Pedro Sánchez y Mariano Rajoy, en el debate celebrado el 14 de diciembre de 2015, moderado por Campo Vidal.

Pedro Sánchez y Mariano Rajoy, en el debate celebrado el 14 de diciembre de 2015, moderado por Campo Vidal. EE

Política

"Usted no es un presidente decente": 10 años después el ataque de Sánchez a Rajoy se vuelve un bumerán contra él

Memoria de la arremetida 'ad hominem' del 14 de diciembre de 2015 durante el cara a cara electoral, que mostró una táctica "nunca utilizada" antes en la política española.

Exministros de Rajoy denuncian la "broma sangrienta" de que Sánchez presumiera de limpieza democrática "a la vista ahora de la inaudita sucesión de corrupción".

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Las claves

Hace diez años, Pedro Sánchez acusó a Mariano Rajoy de no ser "una persona decente" durante un debate electoral, marcando un antes y un después en el tono político español.

La frase de Sánchez, vista entonces como una transgresión, ha vuelto a ser usada en su contra, debido a las polémicas y acusaciones de corrupción surgidas durante su mandato.

Sánchez ha mantenido una retórica agresiva contra otros líderes políticos como Feijóo, Casado, Abascal y Rivera, lo que ha contribuido a la polarización del debate político en España.

Exministros y figuras políticas consideran que Sánchez prioriza el poder sobre la ética política, y critican sus pactos y estrategias como un cambio profundo en la política española.

Todo el mundo recuerda aquella frase: "Usted no es un presidente decente". Pero lo cierto es que, como el "tócala otra vez, Sam" de Humphrey Bogart en Casablanca, nunca se pronunció exactamente en esos términos.

El joven aspirante socialista, Pedro Sánchez, rompió todos los tabúes hace hoy diez años, en el debate electoral del lunes 14 de diciembre de 2015, atacando al veterano presidente popular Mariano Rajoy en lo personal.

"Los españoles, el próximo 20 de diciembre, van a tener que elegir libremente con su voto quién va a ser el próximo presidente del Gobierno. Ahora, eso sí, yo le advierto de que si usted sigue siéndolo, el coste para nuestra democracia y para la institución que usted quiere representar es enorme, porque el presidente del Gobierno, señor Rajoy, tiene que ser una persona decente y usted no lo es".

Una acusación que, diez años después, se vuelve contra Sánchez como un bumerán. Pronunció aquellas palabras, como remate de una larga intervención de dos minutos y 28 segundos.

En ese tiempo, como quien recita una lección aprendida, el socialista se recreó en la suerte. Repasó el SMS del "Luis, sé fuerte", el "sonrojo" que le causó la rueda de prensa en la que Rajoy llegó a denunciar que la Gürtel era "una conspiración judeomasónica contra el PP", las vacaciones "pagadas por Correa" del presidente, los ordenadores "destruidos a martillazos", la sede "pagada en B", o lo de "todo es falso salvo alguna cosa"...

10 años desde que Pedro Sánchez le dijo a Mariano Rajoy: "Usted no es un presidente decente"

Pasada una década, ahora conocemos mejor a Sánchez.

"Sabemos que prepara concienzudamente sus momentos álgidos dialécticos", rememora José Ignacio Wert, exministro de Educación, Cultura y Deporte. Y que si aquello se ha posado en el decantador de la Historia como una transgresión, en realidad, sólo fue la primera.

"Yo ya estaba en París", explica Wert que, hastiado, no había acabado el mandato y había sido nombrado embajador ante la OCDE.

"Al volver a casa aquella noche, pusimos el debate... y me recuerdo impresionado al escuchar aquello. Lo viví como un game changer, y ya entonces predije que este tipo no tenía barreras, y que acababa de cambiar la política española. Efectivamente, hoy algo así pasaría inadvertido".

Desde entonces, hemos escuchado al hoy presidente llamar "amigo del narco" a Alberto Núñez Feijóo, su actual rival en el PP.

Al anterior, Pablo Casado, lo remató así en una sesión de control: "No es que dé risa, es que da pena ver al Partido Popular liderado por usted". Y a Santiago Abascal le espetó otro miércoles en el Congreso que "personifica el odio, que es la antesala de la violencia física".

¿La 'nueva política'?

Lo cierto es que, aunque aquella arremetida ad hominem sorprendió como una táctica "nunca utilizada", tal como recuerda hoy otro colaborador del expresidente, e incluso escandalizó a muchos, en su momento pareció poco más que un desbarre dialéctico.

De hecho, al día siguiente, este periódico destacaba más los "aspavientos" faltos de "argumentos" de Rajoy ante la "tunda" que le propinó Sánchez que el improperio, valorado como el colofón de una "acometida insistente" ante un líder "nervioso" y "vulnerable".

Así decía el editorial de EL ESPAÑOL: "Ni siquiera el 'váyase, señor González' de Aznar es comparable al 'usted no es un político decente', que quedará para siempre como recuerdo de este enfrentamiento, el último del bipartidismo".

Y es que aquellas eran las elecciones en las que aún no conocíamos como diputados ni a Pablo Iglesias, líder de Podemos, ni a Albert Rivera, cabeza de lista de Ciudadanos.

El primero estaba en Bruselas desde hacía año y medio, tras haber sorprendido cosechando cinco eurodiputados en los profundos surcos de la crisis. Y el segundo lideraba una formación de centro (todavía) progresista que había crecido en el Parlament de Cataluña, arrebatando votos a un PSC echado al monte procesista.

"Se dice que si la polarización llegó con la nueva política... tiene gracia reflexionarlo ahora. ¡La inauguró Pedro Sánchez en aquel debate!", se carcajea Wert al otro lado del teléfono.

"Felipe había sacado el doberman contra Aznar, pero esto fue distinto", reflexiona adentrándose en su faceta de profesor de Sociología. "Una cosa es criticar y hasta descalificar una ideología, y otra atacar un atributo básico de lo moral, de lo performativo".

Con ambos llegó a pactar Sánchez para formar Gobierno, "lo único que le mueve", ha comentado el propio Rajoy recientemente.

Firmó con Rivera ante el cuadro de El abrazo de Genovés; y selló con Iglesias su Ejecutivo de coalición con otro abrazo, éste personal, aunque forzado... pero para ambos también tuvo lo suyo.

En el último Pleno de la legislatura de 2019, Sánchez le exigió al líder de Cs que "muestre más ideas y menos testosterona".

Y a su vicepresidente nunca le atacó tanto en público, pero en los mensajes cruzados con José Luis Ábalos, descubiertos ahora en las investigaciones de la UCO, no sólo lo llamó "torpe", dijo de él que era "un cuñadísimo" que actúa con "estulticia".

"Psicológicamente no preparado"

Lo cierto es que ni "tócala otra vez Sam" ni "usted no es un político decente", como transcribía EL ESPAÑOL, en la crónica publicada pocas horas después del debate.

"¿No dijo 'usted no es una persona decente'? Es que no recuerdo bien...", reflexiona José Manuel García Margallo, otro de los ministros en el Gobierno de aquel PP acorralado por la corrupción. "Bueno, es igual... Mariano no se esperaba un rival que demostrara no tener límite moral alguno".

A la salida de los estudios de Antena 3, después de que Manuel Campo Vidal forzara con cara de circunstancias el saludo de despedida, el entonces presidente confesó que "psicológicamente, no estaba preparado para eso".

Margallo lo glosa en su estilo, más jocoso: "Jamás se habría esperado algo tan disparatado".

Y menos aún viniendo de quien venía. "Sánchez aseguró llegar para restaurar la limpieza y la transparencia democráticas", recuerda el exministro de Exteriores. "Llegó a sostener que sólo él y José Luis Rodríguez Zapatero habían presidido Ejecutivos inmaculados".

Para Margallo, escuchado hoy, aquello es "una broma sangrienta".

Sobre todo, porque desde hace años conocía la advertencia de compañeros de partido, "los del PSOE de siempre", que ya avisaban antes de que llegara a la Moncloa. "Tengo amigos socialistas y ya me contaban que apuntaba maneras", desliza.

"Decían que no concebía la ética política. Ni la moral, si esta estorbaba a sus objetivos". Y él añade, recién salido de una tertulia televisiva con un diputado del PSOE de hoy: "¡A su lado, 'El Príncipe' de Maquiavelo es el Kempis!".

La realidad ha superado los presagios de aquel debate. Ahora sabemos que, antes incluso de tomar posesión con la moción de censura, el círculo del presidente ya operaba. "Ya habían ensayado sus corruptelas en Navarra", apuntan las mismas fuentes.

Cuando Rajoy dijo "ruiz"

Rajoy, aquella noche, encajó el golpe como pudo. "Mariano no reaccionó mal", defienden ambos exministros, aunque los nervios le jugaran una mala pasada verbal. "Le llamó 'ruiz' en lugar de 'ruin', un lapsus", rememora con sorna Margallo. "Pero supo añadir a continuación lo de 'mezquino y miserable'. ¡No se lo toleró!"

Ahora, en cambio, el límite de la tolerancia parece infinito. Al menos, entre los socios de Sánchez que, como el sargento de Casablanca, cada día se hacen los sorprendidos porque "aquí se juega", mientras "sacan sus ganancias", lamenta el veterano democristiano.

Al líder del PSOE "sólo le interesa el poder", lamentan en el Partido Popular. "Lo demostró en la investidura de la amnistía. Y ahora está dispuesto a lo que sea por mantenerlo", incluso, avisa Margallo, hasta "acabar con la soberanía única del pueblo español", consagrada en la Constitución.

El cambio hacia un modelo confederal destroza la Carta Magna. Y de paso, se carga los dos principios fundamentales de la izquierda histórica: "La igualdad y la solidaridad entre ciudadanos, ¿quién no es decente ahora?".

Por todo eso, razona Wert, a sus socios no les importa "toda esta inaudita sucesión de corrupción". La semilla estaba allí, concluye Margallo. Aquel 14 de diciembre, Pedro Sánchez "ya demostró que es una persona sin límite moral alguno".