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Política 20 años del 11-M

Los 15 enigmas del 11-M que todavía siguen sin respuesta: del explosivo a las testigos rumanas

Todavía desconocemos qué explosivo detonó en los trenes. Tampoco sabemos quién ordenó, financió y diseñó la masacre que se cobró 192 vidas y provocó un vuelco político en marzo de 2004.

11 marzo, 2024 04:30

El mayor atentado terrorista de la historia de España no sólo se cobró la vida de 192 personas y dejó cientos de heridos. También provocó un vuelco político en las elecciones generales celebradas tres días después, el 14 de marzo de 2004.

La sentencia de la Audiencia Nacional dictada en 2007, tras cuatro meses de juicio, intentó salvar las inconsistencias de la investigación oficial, pero dejó demasiados cabos sueltos. 

Veinte años después, continuamos sin saber quién ordenó, diseñó y financió un plan terrorista tan preciso, que implicaba la detonación casi simultánea de diez cargas explosivas (estallaron entre las 07:36 y las 07:40 del 11 de marzo de 2004), en cuatro trenes que se dirigían a Madrid. Las explosiones se produjeron en las estaciones de El Pozo, Santa Eugenia y Atocha.

1. Sin autores intelectuales

La sentencia de la Audiencia Nacional absolvió a los tres acusados de ser los autores intelectuales de la masacre, al no poder acreditar su relación directa con los atentados: únicamente fueron condenados por pertenencia a organización terrorista.

Rabei Osman el Sayed Ahmed, conocido como Mohamed El Egipcio, había sido detenido en Italia tras una comprometedora conversación telefónica en la que afirmaba: "El hilo de lo de Madrid fue mío, mi proyecto más querido". Sin embargo, durante la vista oral quedó cuestionada la traducción de sus palabras.

Así fueron los atentados del 11M

Durante el juicio, Youssef Belhadj —también señalado como autor intelectual por la Fiscalía— negó conocer a Bin Laden, ser portavoz de Al Qaeda en Europa, haber fijado la fecha del atentado y haber grabado el vídeo de reivindicación.

Por su parte, Hassan el Haski negó conocer al resto de investigados y ser el jefe del Grupo Islámico Combatiente Marroquí. La sentencia intentó salvar la falta de autores intelectuales indicando que quienes cometieron el atentado actuaban bajo "la disciplina de Al Qaeda".

El magistrado Javier Gómez Bermúdez, que presidió el tribunal, ofreció su visión personal en la entrevista publicada por EL ESPAÑOL el pasado sábado: "Los autores intelectuales del atentado se suicidaron en Leganés. Y eran El Tunecino y Allekema Lamari, entre otros".

El catedrático de Ciencia Política Fernando Reinares explica que miembros de Al Qaeda decidieron llevar la yihad terrorista a España en una reunión celebrada en Estambul en febrero de 2002, un año antes de que se iniciara la guerra de Irak. Por tanto, el atentado no fue una represalia por la decisión del Gobierno de Aznar de enviar tropas a Irak, en contra de lo que ha sostenido con frecuencia el PSOE.

2. La mochila de Vallecas

Dieciocho horas después de la masacre, apareció en la comisaría de Vallecas la mochila-bomba que se convertiría en la pieza clave de la investigación. En su interior había 10 kilos de explosivo Goma 2 Eco, medio kilo de clavos y tornillos como metralla, un detonador y un teléfono móvil que debía servir para activarlo.

La dinamita hallada en su interior condujo a la Policía a Mina Conchita, de donde supuestamente procedían los explosivos utilizados en los trenes, y la tarjeta del teléfono móvil, al locutorio Jawal Mundo Telecom, regentado por Jamal Zougam, en el que se habrían vendido las 10 tarjetas utilizadas en el resto de dispositivos.

La mochila de Vallecas, la bomba que no explosionó

La mochila procedía supuestamente de la estación de El Pozo, donde la Policía había registrado exhaustivamente todos los enseres de las víctimas (por si quedaba algún explosivo sin detonar), sin que nadie detectara este dispositivo. Desde allí habría sido trasladada al recinto de Ifema y finalmente acabó en la comisaría de Vallecas. Pero nadie pudo certificar este recorrido.

Un informe entregado por la Comisaría General de Información al juez instructor de la causa, Juan del Olmo, advertía de que la mochila "pudo ser manipulada por personas no identificadas en Ifema". Pese a todo ello, para preservar las valiosas pruebas aportadas por este elemento, la sentencia del 11-M determinó que, pese a su "extravagante periplo", en ningún momento se rompió la cadena de custodia.

3. Cadáveres sin metralla

Además del móvil y la carga explosiva, la mochila contenía clavos y tornillos que debían actuar como metralla para amplificar los efectos de la explosión.  

Sin embargo, la doctora Carmen Baladía, que, como directora del Instituto Anatómico Forense, supervisó la identificación y las autopsias de las víctimas, declaró ante la juez Coro Cillán que en los cadáveres no había "ni clavos, ni tuercas, ni tornillos". 

4. El teléfono móvil

En el interior de la mochila se encontró un teléfono móvil modelo Trium 110, unido con varios cables a la carga explosiva. El examen realizado por los Tedax constató que uno de los cables del detonador estaba suelto, por lo que en ningún caso podía haber activado el explosivo.

Hay un detalle aún más llamativo que cuestiona la investigación. El informe de los Tedax afirmaba que el teléfono móvil, que se encontró apagado, tras encenderlo con una nueva tarjeta mantenía la alarma programada a las 7:40, para activarse al mismo tiempo que el resto de detonadores.

El diario El Mundo acreditó ante los tribunales que, si este modelo de móvil quedaba apagado, al encenderlo y sustituir la tarjeta (como habían hecho los Tedax) no conserva la hora ni la fecha de la alarma programadas: por defecto se iniciaba en la fecha 1 de enero de 2001. La información que había ofrecido al juez el entonces jefe de los Tedax, Sánchez Manzano, era por tanto falsa.

5. Zougam, ¿cabeza de turco?

Jamal Zougam (nacido en Tánger, Marruecos, en 1973) fue el único condenado por la Audiencia Nacional, a 42.917 años de cárcel, como autor material de los atentados. Según la sentencia, el resto de los terroristas que colocaron las mochilas con explosivos en los trenes se suicidaron en el piso de Leganés, en la explosión en la que también murió el GEO Francisco Javier Torronteras

También fue condenado como autor material, a 42.922 años de cárcel, Othman El Gnaoui, pero sólo por participar en el traslado de explosivos procedentes desde Mina Conchita.
Así fueron las explosiones en los trenes

Zougam siempre ha defendido su inocencia. "Tengo la conciencia tranquila, no llevo ningún odio dentro, vivo al día. Pido a Dios que acabe toda esta injusticia, por la gente que conoce mi inocencia, por la verdad, por las víctimas", afirmaba Zougam en la entrevista concedida desde la prisión y publicada por EL ESPAÑOL el pasado viernes.

Hay numerosos datos que ponen en duda su culpabilidad, como la inconsistencia de que se vendieran a los miembros de la célula en su locutorio las tarjetas utilizadas para activar los detonadores y, a continuación, participara en la colocación de los explosivos. 

La noche previa el atentado, cuando supuestamente se prepararon las mochilas bomba en Morata de Tajuña, Zougam se encontraba en el gimnasio, según corroboró el diario El Mundo, algo que Gómez Bermúdez descartó. La mañana del 11-M acudió a trabajar al locutorio con normalidad y, meses antes, estaba buscando piso para casarse con su novia. Algo que no encaja con la voluntad de los terroristas de inmolarse.

6. Fabricando al culpable

Tras la detención de Zougam, varios medios publicaron una catarata de filtraciones destinadas a apuntalar su culpabilidad.

Se publicó que había participado en los atentados de Casablanca, que había sido adiestrado en la guerra de Afganistán, que con anterioridad había sido detenido en España por homicidio y se le vinculó incluso a los atentados del 11-S en las Torres Gemelas de Nueva York. Todas estas informaciones se demostraron luego falsas, pero contribuyeron a forjar el retrato de Jamal Zougam como un yihadista despiadado.

7. Las testigos rumanas

Dos mujeres de nacionalidad rumana, las testigos protegidas C-65 y J-70, identificaron a Zougam como el hombre de rasgos árabes que chocó, portando una mochila, con un viajero español en el vagón número 5 del tren que estalló en Santa Eugenia.

Pero lo hicieron después de que Zougam fuera detenido y todas las televisiones difundieran su imagen. Una de ellas realizó la identificación un año después de los atentados. En su declaración incurrieron, además, en varias contradicciones.

A lo largo de 2004, la testigo J-70 había acudido hasta cuatro veces a oficinas del Ministerio de Interior para solicitar una indemnización o el permiso de residencia, como víctima de los atentados del 11-M.

Sólo después de que se desestimara su última petición, acudió el 7 de febrero de 2005 a la Audiencia Nacional, donde declaró que había visto a uno de los terroristas en el tren. Había pasado casi un año desde los atentados y el rostro de Zougam había sido difundido por todas las televisiones.

Entonces sí, la testigo J-70 fue incluida en el listado de víctimas y recibió una indemnización de 48.000 euros. La defensa de Jamal Zougam interpuso una querella contra ambas mujeres por falso testimonio, que fue finalmente sobreseída. Hubo un tercer viajero que dijo haber identificado a Zougam, pero no acudió al juicio a declarar.

8. El confidente 'Cartagena'

Un confidente de los servicios secretos españoles, conocido por el alias Cartagena, reveló que tras los atentados del 11-S la unidad especializada en lucha contra el terrorismo yihadista (UCIE) del CNI le había ordenado acercarse a Jamal Zougam para controlarle y ponerle en contacto con Serhane, El Tunecino. No logró su objetivo, pero esta revelación demuestra que Zougam había sido señalado por los servicios secretos, mucho antes de la masacre del 11-M.

9. Mina Conchita

El exminero José Emilio Suárez Trashorras, condenado a 34.715 años de cárcel por suministrar a los terroristas 200 kilos de explosivos procedentes de la Mina Conchita, en Asturias, es uno de los personajes más enigmáticos de la trama.

Diagnosticado de esquizofrenia, ya había sido detenido en 2001 por tráfico de explosivos y venta de drogas en la llamada Operación Pípol, uno hecho por el que fue condenado a otros 10 años de cárcel. Pese a estos antecedentes, siguió vinculado a la mina y se convirtió en confidente policial de la Comisaría de Avilés.

El Mundo publicó en 2006 una entrevista en la que sostenía que, por indicación de un mando policial de esta Comisaría, entró en tratos con una banda de narcotraficantes marroquíes encabezada por Jamal Ahmidan, El Chino (que se suicidaría en el piso de Leganés), al que vendió los explosivos del 11-M.

El periodista Fernando Múgica reveló que, en la mañana del 11-M, la mujer de Trashorras telefoneó a su contacto en la Policía, el jefe de Estupefacientes de la Comisaría de Avilés: "Manolo, ¡creo que la hemos cagado! ¡Creo que han sido los nuestros los de los explosivos!" El policía intentó tranquilizarla, aunque pocos días después fue detenido Trashorras.

10. La 'caravana de la muerte'

El traslado de los explosivos desde Mina Conchita hasta Madrid se produjo en la madrugada el 29 de febrero de 2024, de forma casi simultánea con la llamada caravana de la muerte, en la que la Guardia Civil logró interceptar en la localidad de Cañaveras (Cuenca) dos furgonetas cargadas con más de 500 kilos de explosivos que ETA pretendía utilizar para cometer un gran atentado en Madrid. El Ministerio del Interior atribuyó este hecho a una "coincidencia".

Según un escrito dirigido por el comisario Villarejo a la Audiencia Nacional, en un intento de reabrir la investigación, la compra de 200 kilos de explosivos realizada por El Chino fue una "entrega controlada" por la Guardia Civil, "con el fin de colocar un dispositivo de seguimiento". Los agentes pretendían así detener a los presuntos terroristas en posesión de la munición, para acreditar que pretendían atentar en suelo español, pero la operación se les fue de las manos, siempre según su versión.

11. La Renault Kangoo

Al igual que la mochila de Vallecas, una prueba clave de la investigación fue la furgoneta Renault Kangoo hallada en las inmedicaciones de la estación de Alcalá de Henares, que los terroristas supuestamente habrían abandonado al subir al tren para colocar los explosivos.

Pero también en este caso se multiplican las contradicciones. La Policía de Alcalá que inspeccionó el vehículo señaló en su informe que se encontraba prácticamente vacío. Y los perros de la Policía entrenados para detectar explosivos tampoco hallaron ningún rastro sospechoso. 

Sin embargo, una vez trasladado el vehículo a la sede central de Canillas, la Policía inventarió 61 evidencias. Entre ellas, una cinta con versos coránicos (que apuntalaba la versión del atentado yihadista) y cartuchos de Goma 2-ECO, el explosivo que conducía a Mina Conchita. 

12. Titadyn

La carga de la mochila de la Comisaría de Vallecas, presuntamente recogida entre los restos de la estación de El Pozo, sirvió para apuntalar la tesis oficial de que el explosivo utilizado era Goma 2 Eco, la dinamita procedente de Mina Conchita.

Al dictar el auto de apertura de juicio oral, el magistrado Javier Gómez Bermúdez autorizó la realización de una prueba pericial (con expertos de la Guardia Civil, la Policía Nacional y de las partes) de los restos de explosivos recogidos en los trenes, con el fin de disipar todas las dudas. 

Al realizar esta prueba, aparecieron trazas de dinitrotolueno (DNT) y nitroglicerina: estos componentes no forman parte de la dinamita Goma 2 Eco (la que había suministrado Trashorras desde Mina Conchita), pero sí de otro explosivo, el Titadyn.

Sin embargo, admitir que el explosivo utilizado en los trenes era Titadyn, habría desmontado toda la tesis oficial construida a partir de los hallazgos de la mochila de Vallecas y la furgoneta Renault Kangoo, que conducían a Mina Conchita.

Durante la celebración del juicio, a preguntas del juez Gómez Bermúdez, los ocho peritos sólo pudieron ponerse de acuerdo en una cuestión: que no era posible determinar la marca del explosivo utilizado en la masacre.

La sentencia del 11-M resolvió esta contradicción sosteniendo que "todos o gran parte" de los explosivos empleados en el atentado procedía de Mina Conchita.

El jefe de los Tedax Jesús Sánchez Manzano, encargado del equipo que recogió los restos de los vagones de los trenes donde explotaron las bombas, tuvo que enfrentarse a una investigación por presuntamente ocultar y falsear las pruebas del lugar del crimen, a raíz de una querella de la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M. Finalmente la investigación se archivó por decisión de la Audiencia Provincial de Madrid.

13. El Skoda Fabia

Cuatro meses después de los atentados, apareció en las inmediaciones de la estación de Alcalá un vehículo Skoda Fabia, en el que la Policía hallaría restos de ADN del argelino Lamari, uno de los terroristas que se habían inmolado en el asalto al piso de Leganés. Sin embargo, pese a la avalancha de televisiones y periodistas que rastrearon la zona tras el 11-M, nadie ha podido acreditar que este vehículo permaneciera allí durante los cuatro meses posteriores al atentado. Por tanto, ¿fue una prueba colocada posteriormente para apuntalar la tesis oficial?

14. Los trenes desguazados

Pese a constituir el escenario del crimen, plagado de pruebas, todos los vagones en los que estallaron los explosivos del 11-M fueron desguazados, tan sólo 48 horas después de la masacre. Todos, salvo un único vagón, procedente de la estación de Santa Eugenia, que fue conducido a Vicálvaro para su examen.

En su resolución dictada en julio de 2008, el Tribunal Supremo lamentó lo ocurrido con las siguientes palabras: "Puede resultar sorprendente una tan apresurada destrucción [de los trenes], que impidió un estudio posterior más reposado y en profundidad de aspectos que pudieran haber resultado de interés para la investigación".

15. ¿Servicios secretos extranjeros?

Desde la prisión de Estremera, el comisario José Villarejo dirigió varios escritos al magistrado de la Audiencia Nacional Manuel García-Castellón en los que se ofrecía a desvelar nuevos datos sobre los atentados del 11-M y solicitaba la desclasificación de informes reservados del CNI.

Según la versión del controvertido comisario, los atentados se diseñaron en un castillo propiedad del rey Mohamed VI, situado a 80 kilómetros de París. Siempre según su tesis, la masacre fue organizada por los servicios secretos marroquíes con la complicidad de los franceses, como venganza por la recuperación del islote Perejil, durante la presidencia de José María Aznar. 

Al respecto, el cineasta francés Cyrille Martin, autor del documental Un nuevo Dreyfus, Jamal Zougam: ¿chivo expiatorio del 11-M?, recuerda el precedente de la Operación Gladio: un red impulsada en Italia por los servicios secretos de varios países de la OTAN, que cometió atentados terroristas para atribuirlos falsamente a la extrema izquierda.