Luis Miller, autor de Polarizados y sociólogo investigador en el CSIC.

Luis Miller, autor de "Polarizados" y sociólogo investigador en el CSIC. Cedida por el entrevistado

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"Los impuestos polarizan más que la inmigración o lo LGTBI": el sociólogo que investiga la divergencia

El experto del CSIC Luis Miller acaba de publicar un estudio sobre la división política que da cuenta de sus causas y consecuencias.

8 abril, 2023 02:30

La “polarización” es una de esas palabras complejas que se cuelan en los bares a lomos de una gran crisis. La “prima de riesgo” y el “test de antígenos” saltaron de la economía y la ciencia a la tapa con cerveza mediante una crisis bancaria y una pandemia. La polarización, lo que ahora nos ocupa, lo ha hecho con la peor generación de políticos que ha tenido España desde la Transición.

Se habla mucho de la Transición, pero no son tantos los que se han lanzado a estudiarla con profundidad. Con un cóctel de datos, encuestas y sociología. Luis Miller, investigador del CSIC, es uno de los pioneros. Este año, alcanzada ya cierta perspectiva, asistimos a un boom de publicaciones acerca de la manida polarización.

El estudio de Miller se titula Polarizados (Deusto, 2023). Llama la atención porque aporta un particular análisis de las causas y las consecuencias. Lo hace sin rehuir las preguntas incómodas y sin llamar “al consenso”. De hecho, diagnostica como herramienta polarizadora la “trampa del consenso”. También se adentra en los oscuros beneficios que reporta este clima a los políticos y los medios de comunicación.

Antes que nada, un breve dramatis personae: Luis Miller llegó por primera vez a un partido con 18 años. En unos meses, le montaron “un consejo de guerra” para advertirle de lo que podía hacer y decir. Así estuvo muy poco tiempo, hasta que recibió este consejo: “Si te gusta la política, dedícate a estudiarla”. Eso ha hecho, aunque con algunos intervalos cedidos a la curiosidad personal. En 2021, por ejemplo, trabajó para Moncloa.

Su tesis parte de una cita de Manuel Azaña, aquella que describe al español como “extremoso en sus juicios” y que nos sitúa como un pueblo con cierta facilidad para “bascular hacia los extremos”. En su entrevista con este periódico, Miller reitera que la polarización actual no está determinada por la psicología patria, pero dice haber elegido la cita del presidente republicano porque es la foto de un instante que, salvando las distancias, resulta parecido al presente.

De hecho, Miller, optimista, ubica en la psicología española un rasgo que, en situaciones de tensión, empuja a resolver en la buena dirección: “Durante treinta años, desde la Transición hasta 2011, demostramos que podemos desarrollar la convivencia. No creo que seamos distintos al resto de europeos. Es más, tenemos una ventaja. Sabemos canalizar mejor las tensiones. El humor es nuestra válvula de escape. No hemos tenido grandes movilizaciones como las de Alemania, Bélgica o Francia. No nos tomamos tan en serio los momentos dramáticos. Mire la moción de censura”.

Hasta que no hubo “válvula de escape suficiente”. En 2011, comenzó a fraguarse, según Miller, “la mayor polarización desde la Segunda República”. Todo empezó con la crisis de 2008 y siguió con el 15-M. Al contrario que una mayoría de politólogos y sociólogos, nuestro entrevistado tiene claro que “las condiciones materiales” son siempre el caldo de cultivo de la polarización.

“En España hubo treinta años de convivencia porque los políticos y la sociedad en general tenían la sensación de que estaban trayendo el progreso. Se estaba inventando un país totalmente nuevo, que nada tenía que ver con los dos siglos de enfrentamiento anteriores. Ese clima no desapareció hasta la crisis de 2008”, indica Miller.

El viaje al extremo

La respuesta de los dos grandes partidos a la crisis –deduce Miller– fue su respectivo viraje hacia los extremos. Primero lo hizo la izquierda y luego la derecha. Esto se “agravó” con la aparición de Podemos y Vox. Un apunte importante: “No importa que los partidos viraran tácticamente hacia los extremos. Porque la consecuencia real fue el viraje de buena parte de la sociedad a esos extremos”.

Es decir: la polarización es real. No se trata de la mera “crispación”. Lo reitera Miller: “Corremos el peligro de confundir polarización con crispación”. Y no tienen nada que ver. La “crispación” es el tono y las maneras. Puede haber crispación sin polarización. Y también al revés. La polarización supone la ubicación en los extremos de las propuestas de gestión de los partidos.

“El bloque de la derecha ha incrementado su deseo de impuestos bajos y una menor intervención del Estado. El bloque de la izquierda ha apostado por cada vez más gasto público y más recaudación”, responde Miller. ¿Un ejemplo concreto? “Zapatero parece hoy un icono de la izquierda, pero en 2004 su propuesta económica no distaba mucho de la del PP”. El futuro, además, no es halagüeño porque las elecciones generan más y más polarización.

Portada del libro recién publicado por Luis Miller.

Portada del libro recién publicado por Luis Miller. Editorial Deusto

Conviene ahondar en esas “causas económicas” como principal caldo de cultivo de la polarización, aunque en todo momento Miller recalca que son los políticos los que, aprovechando ese panorama, activan la división y los bloques. La corriente mayoritaria sostiene que son, en realidad, el feminismo, el ecologismo, la memoria histórica o la cultura lo que polariza. Pero Miller, evocando el famoso lema estadounidense, replica: “¡Es la economía, estúpido!”.

“El resto de temas que usted ha mencionado levantan pasiones. Pero lo que deja verdadero poso y permite la polarización es la economía. Los impuestos polarizan muchísimo más que la inmigración o lo LGTBI. Fíjese en el famoso comunismo o libertad”, explica el sociólogo.

Vamos con algunos datos del libro que demuestran la verdad de la polarización. Dicho de otro modo: vamos con los datos que prueban que esta palabra tan manida no se utiliza tras salir a la calle y ver por dónde va el viento. La polarización existe y se puede demostrar con números.

Escribe Miller: “Tanto en 2010 como en 2022, algo más de la mitad de los votantes del PP (seis de cada diez) afirmaban que en España se pagaban muchos impuestos. En contra, entre los votantes del PSOE el cambio ha sido dramático. En el 2010 eran muy parecidos a los del PP y la mitad se quejaba de los impuestos. En el 2022 esta proporción ha caído a solo dos de cada diez. La inmensa mayoría de los votantes socialistas ya no se queja de los impuestos en España”. Se amplía la distancia entre los bloques, aumentada a su vez por el posicionamiento de los votantes de Podemos y de Vox.

Más datos: “En la última década, la caída en el número de católicos en España se ha concentrado en la izquierda y apenas ha afectado a la derecha. Tanto en 2010 como en 2022, aproximadamente nueve de cada diez votantes del PP se consideran católicos. En fuerte contraste, la caída de católicos entre los votantes del PSOE ha sido de 16 puntos (del 71% al 55%) y la de UP de 25 puntos (del 44% de Izquierda Unida en 2010 al 19% de UP en 2022)”.

El factor ETA

Además de la economía, Miller señala otro factor que explica el aumento de la polarización: el final de ETA. “Con ETA matando hubieran sido imposibles los amplios acuerdos entre la izquierda y el conjunto de las fuerzas nacionalistas que hemos visto en esta legislatura”, relata en su libro.

–¿Podría desarrollar esta idea?

–Requiere de mucho estudio y daría para otro libro. Se ha publicado mucho acerca de las consecuencias de ETA en activo: cómo afectaba a la economía, al clima social… Pero todavía no tenemos evidencia de cuáles son las consecuencias de lo contrario, de la ausencia de terrorismo.

–Y su sensación es…

–Cuando ETA mataba, se alcanzaban grandes acuerdos que hoy serían imposibles. Me vienen a la cabeza la Ley de Partidos que ilegalizó a Batasuna o el Pacto de Ajuria Enea. Los atentados servían para que, cada mes, hubiera una llamada efectiva a la unidad. 

Después del 15-M, nos plantamos en las europeas de 2014 y en las generales de 2015. Los políticos, que son empresarios, “vieron en el mercado” la posibilidad de polarizar para ganar más votos: “Iglesias encontró su oportunidad en la crisis. Abascal la acabó encontrando en el procés”. Miller es firme partidario de la teoría de los vasos comunicantes. No por ser un tópico deja de ser menos cierto que los extremos se “retroalimentan”. Además, surtió su efecto. En 2019, fue la izquierda, según Miller, el bloque que más se polarizó y… ganó las elecciones.

La polarización, para más inri, ha traído la “sentimentalización” de la política. La “animadversión emocional”: “Son los días de la política sentimental e identitaria, de la moralización de la gestión pública”. Van varios ejemplos: la llamada de Sánchez a votar para que “no lleguen los malos” y la llamada de Feijóo a hacer lo propio para que gobierne “la gente de bien”.

Escribe Miller: “Esto cambia el modo tradicional de pensar en la política, donde uno traía una serie de valores de casa y a partir de estos elegía el partido que mejor los representaba. Hoy se trata justamente de lo contrario: primero me siento atraído emocionalmente hacia una opción política y después adapto mis preferencias y valores a lo que esa opción predica”.

La trampa del consenso

Descrito el panorama, ¿qué hacemos? ¿Cómo se acaba con la polarización? Suele llamarse al “consenso”. Se escucha mucho eso en la calle de “¿por qué no se ponen de acuerdo? ¡No es tan difícil!”. Miller avisa de la “trampa del consenso”.

Arguye: “En realidad, lo que ha ocurrido es que la idea de consenso primero se ha vaciado de contenido y, a continuación, se ha convertido en una herramienta de polarización, es decir, de división y confrontación. La idea de consenso se utiliza no para definir el resultado de un acuerdo en el que todas las partes renuncian a algo, sino como una forma de intentar imponer las ideas propias”.

–¿Y qué hacemos?

–Creo que debemos replantearnos algunas de las estructuras básicas del sistema democrático para instaurar mecanismos de desbloqueo que funcionen como amenaza al bloqueo. Es decir: reglas que posibiliten el funcionamiento del sistema sin que tengan que producirse grandes consensos.

–Eso tiene el peligro de que el sistema, precisamente, funcione siempre de manera polarizada y lejos de los puntos de acuerdo. Que unos hagan y otros deshagan. 

–La Transición era la idea de la renuncia de todos para alcanzar mínimos de convivencia. Hemos madurado como sociedad. Somos muy diversos. Las propuestas de los bloques están muy alejadas unas de otras. Necesitamos buscar una manera de que el país funcione y dé cabida a esta nueva sociedad. Ya sé que esto que le digo supondría la llegada de un nuevo proceso constituyente.

–La trampa del consenso.

–Claro, la solución no pasa por el consenso porque hoy es imposible. Porque la agenda económica y social de derecha e izquierda no tiene nada que ver. La solución pasa por que los bloques acepten la idea de la alternancia y respeten las ideas de quien piensa diferente. Lo que antes fue el consenso ahora debe ser la búsqueda de la convivencia a través del respeto. Llamar al consenso ya no sirve de nada.