Federico Trillo posa en el bar del Hotel Palace antes de la entrevista. FOTO Y VÍDEO: SILVIA P. CABEZA Y JORGE BARRENO

Federico Trillo posa en el bar del Hotel Palace antes de la entrevista. FOTO Y VÍDEO: SILVIA P. CABEZA Y JORGE BARRENO

Política ENTREVISTA

Federico Trillo: "No creo que las vicepresidentas y Gabriel Rufián sepan una palabra de Shakespeare"

El exministro de Defensa, expresidente del Congreso y ex embajador en Reino Unido acaba de publicar una novela sobre William Shakespeare.

1 junio, 2022 03:22

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Suelen ocurrir estas cosas en el Hotel Palace. En una mesa, atiende su entrevista Federico Trillo (Cartagena, 1952). En otra, justo al lado, el representante de Maradona en Europa firma su película con Netflix. Ahí lo llevan: dos por uno. Entrevista y exclusiva.

En la portada de su último libro pone "Trillo-Figueroa". Ése debe de ser el escritor, el experto en William Shakespeare. Pero en esta entrevista, le acompañará el Trillo a secas, el exministro y expresidente del Congreso. Fundiéndolos, agitando ambos personajes en una de esas cocteleras tan bonitas que hay en este bar de butacas hondas y verdes, nos sale un buen cóctel a medio camino entre la actualidad y el teatro.

El censor de Shakespeare (Espasa, 2022) cuenta la historia del hermano Sankey, el sacerdote que censuró las obras de Shakespeare en España por encargo de la Inquisición. Trillo tuvo la oportunidad de adentrarse en esas mutilaciones y de ahí salió esta novela.

Entrevista a Federico Trillo Silvia P. Cabeza / Jorge Barreno

A Shakespeare le expurgaron los desvíos anglicanos –habían emprendido una cruzada contra los católicos– y las cosas de sexo. Esto último nos da pie a conducir la entrevista con un exministro a un lugar divertido: la cama. También al crucifijo. Hablamos de dos formas tan distintas de poder como lo son el sexo y la religión.

Trillo bebe agua. Una actitud que debería ser penada en un sitio como este, adornado de las botellas más caras del mundo. Está a unos metros, en otra mesa, el maestro Raúl del Pozo. Estamos seguros de que él no bebe agua.

Shakespeare lleva siglos siendo el mejor manual para entender la política. Mejor dicho: para entender cómo es el hombre cuando tiene en sus manos el poder político. ¿Cómo fue Trillo en ese momento? ¿Cómo son ahora los demás?

Ha dedicado usted toda una vida a Shakespeare: primero con estudios sobre su relación con el poder y ahora con una novela. Pero la política es muy cruel. Siempre será recordado por aquel “¡viva Honduras!”. 

Shakespeare no llegó a conocer Honduras [suelta una carcajada], pero sí a tener una importantísima influencia en el descubrimiento del nuevo mundo. De hecho, en La Tempestad, su última obra, se refleja toda esa emotividad que provocó el acercamiento a lo mágico y lo desconocido.

Convertido en una suerte de Sherlock Holmes, usted encontró en un monasterio los papeles de William Sankey, el hombre que censuró a Shakespeare en España por encargo de la Inquisición. ¿Cómo eran esos papeles? 

Hay un truco. Le seré sincero. Lo que existe es el ejemplar de las obras dramáticas de Shakespeare en una edición infolio, llamada así por su tamaño, que contiene las anotaciones de la censura inquisitorial. Ahora, ese libro está en Washington. En su día, estuvo en el seminario de San Albano, Valladolid, fundado en 1589 para acoger a los ingleses que huían del anglicanismo en tiempo de Felipe II y que quería ser sacerdotes.

Ya sé por dónde va: los papeles del censor que usted dice descubrir en el prólogo son una invención, el camino para poder contar la historia de la censura inquisitorial en la obra de Shakespeare. 

¡Exacto! Los papeles son una invención, pero William Sankey, el censor del que hablo, existió. Fue quien firmó la censura en esa edición de la que le hablo. También es cierto que estuvo en Valladolid. Para ayudar a la trama, fundo a este personaje con un amigo de la infancia de Shakespeare. Entonces utilizo el marco de la relación entre censor y censurado.

El censor y Shakespeare son el ying y el yang de la novela. Uno religioso, solitario. El otro libertino, dado al sexo, el alcohol, las artes y los placeres. ¿De cuál de los dos está más cerca usted? 

Sankey era jesuita. Yo no soy clérigo, sino laico. Por eso, debería responderle que estoy más cerca de Shakespeare, aunque me parece pretencioso. Quien sí se educó con la Compañía de Jesús fue mi padre. Conocí sus vivencias. Al final, uno tira de lo que ha conocido para construir un personaje de ficción. En Sankey hay mucho de la espiritualidad de mi padre.

"No hay tramas oscuras. El poder del Opus Dei en España se ha mitificado"

Por cierto, documentándome para la entrevista, he recordado que usted es miembro del Opus Dei. Ya que hablamos de poderes religiosos: ¿la Obra sigue siendo tan influyente como hace treinta o cuarenta años o es un mito? 

Se ha mitificado, como se mitificó en su día la Compañía de Jesús. Eso, por cierto, está en la novela. Se ha publicado recientemente una historia muy completa y creo que objetiva del Opus Dei. Se habla de ese momento al que usted se refiere: el de los años sesenta [los tecnócratas de Franco]. Cuando yo estaba en política, ya se vio que aquello de la influencia oscura era un mito.

Pero en ese gobierno y en otros, ha habido varios ministros del Opus Dei. Coincidían en una estructura de poder. 

Sí, pero era una coincidencia personal. Es decir: el Opus no formaba parte del Gobierno de manera institucional o colectiva. No hay trama oscura. En la Iglesia católica es difícil que eso ocurra debido al principio de transparencia. Dicho esto: es innegable que la Iglesia ha ejercido y ejerce un enorme poder. Pero los grupos en su seno no tienen el poder que se les atribuye.

'El censor de Shakespeare' acaba de ser publicado por la editorial Espasa.

'El censor de Shakespeare' acaba de ser publicado por la editorial Espasa. Jorge Barreno

En el libro, el censor y amigo de Shakespeare dice que sospechó la homosexualidad del dramaturgo, pero que luego la descartó. Veo que existe un minucioso estudio de los Sonetos que habla de “bisexualidad”. ¿Cuál es su conclusión?

Ah, no se lo voy a decir. Está resuelto en el libro. Shakespeare da mucho juego como personaje literario, además de como autor. Porque arroja un montón de incógnitas. Su homosexualidad o no, su catolicidad o no… ¡Muchas incógnitas! Se lo diré con franqueza: estoy muy satisfecho de cómo he resuelto esos asuntos en la novela.

Oiga, pero… ¿no me va a decir cuál es su conclusión? 

¡Si no, los lectores de EL ESPAÑOL no leerán el libro! 

¡Menuda manera de hacer publicidad!

Estoy seguro de que les gustará. Esa parte quedó bien. Pero lo pasé mal, ¿eh? Quería ser muy respetuoso con la Historia. Y la sexualidad de Shakespeare está bien reflejada.

¿La censura clerical a Shakespeare fue más cruel o menos de lo que esperaba? ¿Qué fue, en resumidas cuentas, lo que se expurgó?

Eso sí se lo voy a decir porque está muy al principio del libro. 

Ya lo sé, ya, hasta ahí sí me ha dado tiempo a llegar. 

Lo que más buscaba la Inquisición eran los errores cometidos, a ojos de la iglesia católica, por el naciente anglicanismo. Lo otro, como se puede imaginar, eran las costumbres, las cosas licenciosas.

¿“Costumbres y cosas licenciosas”? ¡Habla usted como un inquisidor!

Es que todo se pega, ha sido un proceso de escritura muy intenso [se ríe]. Los asuntos más escabrosos se señalaban. Oye, no se les escapó una, ¿eh? Si se le escapaba al censor, no se le escapaba al rector del seminario. Y viceversa.

Se ha metido bien en el papel. Entre el Federico Trillo de las “costumbres licenciosas” y el Federico Trillo al que se le escuchó un “manda huevos” en el Congreso hay todo un abismo.

[Suelta un par de carcajadas].

¿Hasta cuándo permanecieron mutiladas aquellas obras en España?

En realidad, las obras de Shakespeare no fueron prohibidas en España. La principal censura, de hecho, fue la lengua. Los obstáculos de la traducción. Hasta que llegó Astrana Marín, que hizo un trabajo monumental.

"El miedo al qué dirán es hoy más importante que nunca en Democracia"

Vivimos en una terrible paradoja: en el tiempo de mayor libertad que hemos conocido, están naciendo en los extremos nuevas clerecías que, como la iglesia entonces, pero en las redes y los medios, encorsetan lo que se puede decir y lo que no. ¿Tiene esa sensación? 

Absolutamente. Comparto esa observación. Lo sufrimos a diario. Quienes ejercen esa censura suelen tener un enorme poder en los medios de comunicación. Es la tiranía de lo políticamente correcto. Impide que la gente se exprese en libertad. El miedo al qué dirán es más importante que nunca en democracia. En tres o cuatro días, una persona puede ser destruida en las redes sociales. 

Ya fue raro a finales de los noventa que un político publicara un libro tan detallado sobre Shakespeare. ¿Hoy lo sería más? ¿Los políticos de ahora han leído menos que los de antes?

Alfonso Guerra, por ejemplo, ha leído bastante más que todas las vicepresidentas actuales juntas sumadas a la anterior. ¡Mucho más! Si habla con él, podrá hacerlo acerca de las traducciones, de los Sonetos… También Carod Rovira, que me regaló una versión catalana de los Sonetos heredada de su abuelo el historiador. No creo que Rufián sepa una sola frase de los Sonetos.

¿Y en el gobierno en que usted estuvo podía hablar de Shakespeare con sus compañeros? 

Sí. Con el presidente Aznar. A él siempre le gustó mi pasión por Shakespeare. Vino a la presentación de mi primer libro y luego lo citó en algunos mítines. Macbeth, la sombra del poder que pasa… Si quiere que compare personalidades… Se ha perdido mucho el hábito de la lectura.

¿No ve ministros actuales shakespearianos?

No he visto ninguno con esa pinta. A lo mejor sí, ¿eh? No quiero ofender a nadie.

Federico Trillo presidió el Congreso antes de convertirse en ministro de Defensa con Aznar.

Federico Trillo presidió el Congreso antes de convertirse en ministro de Defensa con Aznar. Jorge Barreno

Algunos de sus adversarios decían con sorna que la sorpresa era mayor por ser usted de derechas. Tradicionalmente, siempre se ha vinculado más a la izquierda con la cultura. El propio Rafael García Serrano, falangista, decía aquello de que la derecha ganó la guerra, pero la izquierda ganó para siempre el relato.

Es un paradigma falso, que deriva en gran medida de la guerra civil. Es verdad que los grandes poetas del 27, los mejores poetas después de San Juan de la Cruz, tuvieron que exiliarse casi todos. Fue un drama terrorífico. Eso pudo contribuir a ese paradigma, que insisto es falso. Debiéramos hacer todos un esfuerzo para superar las etiquetas, no todo es política.

"¿Lo peor que sacó de mí el poder? Quizá me encerré demasiado"

Una de las cosas que más le interesa a usted de Shakespeare es el relato de esas pulsiones de ambición que determinan el comportamiento del hombre poderoso. Si el personaje en cuestión es Federico Trillo, ¿qué fue lo peor y lo mejor que sacó de usted el poder?

Qué pregunta más difícil. Lo mejor que sacó de mí fue la capacidad de hacer cosas: ser consciente de que tienes la oportunidad de llevar a cabo tus ideas. El final del servicio militar, por ejemplo, que constituyó un gran avance. ¿Lo peor? Quizá me encerré demasiado.

Perdió el contacto con la realidad, con la calle.

Con la realidad, sí. 

“Al alba y con viento duro de Levante”. Con esas palabras describió usted la recuperación del islote de Perejil, pero allí, las supuestas fuerzas marroquíes, eran apenas un puñado de hombres con unas escopetas y unas cabras. ¿Shakespeare le jugó una mala pasada?

¡No, no! Más que shakespeariano, sería cervantino. Pero la frase no es mía. Se lo voy a explicar. Cuando fui a informar al Congreso sobre la operación de Perejil, dije: lo narraré como lo haga el diario de operaciones del buque insignia. Y así salió. Bueno, en realidad podría haber sido peor.

¿Por qué?

La frase original era “al orto y con viento duro de Levante”. ¡Pero cómo iba a decir al orto! Ya sabe usted que, en Argentina, eso tiene otro significado. Sonó muy del Quijote. La operación de Perejil puede entenderse como una tragicomedia porque salió bien, pero si hubiera salido mal… habría sido una gran tragedia.

"No puedo comparar a Pedro Sánchez con ningún personaje de Shakespeare, me resulta imposible"

Hablemos de los reyes de Shakespeare y de sus personajes más poderosos. Le voy a pedir que los asocie a los presidentes de la Democracia: Suárez, Calvo-Sotelo, González, Aznar, Zapatero, Rajoy y Sánchez.

A Pedro Sánchez no puedo compararlo con ningún personaje de Shakespeare. Me resulta imposible. Tendría que buscar uno de la picaresca española, por ejemplo El Buscón de Quevedo. Al vacilante Ricardo II lo compararía con Mariano Rajoy. Al ecuánime Enrique V, conquistador, con Aznar. A González… Es que si lo comparo con Enrique VIII le va a parecer mal… ¡Enrique IV!

Nos faltan Suárez, Calvo-Sotelo y Zapatero.

Enrique VIII, Adolfo Suárez. El rey Juan, Calvo-Sotelo. A Zapatero no puedo calificarlo de rey. Hay unos personajes que tienen grandeza trágica y heroica. Otros la tienen pícara.

Se cumplen cuatro años de la llegada de Pedro Sánchez al Gobierno. Se lo he puesto a huevo antes. ¿Por qué lo ha llamado Buscón?

Porque es un personaje que miente cada día para permanecer en el poder. Para sobrevivir.

Vista panorámica de la entrevista, celebrada en el Hotel Palace.

Vista panorámica de la entrevista, celebrada en el Hotel Palace. Jorge Barreno

Conoce bien el Partido Popular. Estoy seguro de que encontró reflejos de Shakespeare en la muerte política de Pablo Casado y su guerra con Ayuso.

No, de verdad que no. Para mí, tuvo una dimensión más sentimental que de guerra de poder. El final fue muy triste. Siento aprecio por los dos. Creo que se actuó muy mal contra Isabel, no me lo puedo explicar. Quizá sí, a través de uno de los peligros de los que le hablaba antes: cuando uno está rodeado de la parafernalia, de los coches, del despacho, de las tarjetas, las comidas… Se cree que es el amo del mundo y que se puede permitir todo a su favor y en contra de quien considera.

¿Usted se creyó el amo del mundo? ¿Fue absorbido por esa dinámica? 

Yo lo sentí, sí. La adulación alrededor… Es realmente peligroso. Shakespeare palpó como nadie las dos claves del ser humano: amor y poder. Esas dos pulsiones son capaces de sacar lo mejor y lo peor de nosotros.

Para acabar, me gustaría hacerle una pregunta personal: todo ser humano, alcanzada cierta edad, está atravesado por una tragedia. Imagino que la suya es el accidente del Yak-42. Con la perspectiva que da el tiempo, ¿lo ha superado? ¿Qué piensa hoy de aquello? ¿Hasta qué punto cambió su vida? 

No le quepa la menor duda. Alguna vez he dicho, y creo que no se ha entendido: “Inmediatamente después de las familias, quien más ha sufrido esa tragedia he sido yo”. La responsabilidad compete por razón de oficio. Obviamente, aquello cambió mi vida. Después, ha sido un asunto recurrente. Hubo intentos de enjuiciamiento penal y se archivó. También por lo civil.

Lo he sufrido. Lo siento. Sobre todo por las familias, que consideran que no les di satisfacción. Perdón sí les pedí. Lo vuelvo a pedir. ¿Cómo no lo voy a hacer? Pido perdón en nombre de mis colaboradores, claro que sí. El Yak-42 es la tragedia que ha marcado mi vida.