Bea Fanjul posa para EL ESPAÑOL en la Carrera de San Jerónimo, frente al Congreso de los Diputados.

Bea Fanjul posa para EL ESPAÑOL en la Carrera de San Jerónimo, frente al Congreso de los Diputados. Carmen Suárez

Política ENTREVISTA

Bea Fanjul: "Yo con Bildu no pactaría ni para arreglar una farola"

"La izquierda tacha a Vox de fascista, pero luego trata a Bildu como un partido democrático más" / "Las comunidades y municipios del PP han dado una lección al Gobierno"

8 junio, 2020 02:35

Bea Fanjul (Bilbao, 1991) recibe a EL ESPAÑOL frente al Congreso de los Diputados. Ahí aterrizó in extremis en las últimas elecciones generales gracias al recuento del voto exterior en Vizcaya. Desde entonces, su meteórica carrera política no deja de quemar etapas y se dirige inexorablemente hacia sus dos grandes aspiraciones: ser lehendakari y "marquesa ultra".

No tiene prisa, dice. Convencida de que llegará su momento, se dedica a ir engrosando su currículum. Es diputada en el Congreso, portavoz del Grupo Popular en la Comisión de Violencia de Género, portavoz adjunta de la Comisión de Interior, secretaria general de NNGG en el País Vasco... Y, últimamente, uno de los rostros populares más visible en los medios. Si algo no soporta son “los políticos vagos”.

Tras destacar en las Nuevas Generaciones del País Vasco, su determinación y gallardía llamaron la atención de Pablo Casado, que le reclutó en febrero de 2019 como candidata por Vizcaya. Una apuesta personal. Ahora, exhibe pegada en el Hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo, como pudo comprobar Irene Montero de primera mano

Su sonrisa juvenil engaña. Es directa. Clara. Contundente. Un verso libre. Su referente político, Gregorio Ordóñez, le enseñó eso: que en política uno debe hablar siempre sin tapujos. 

¿Qué más aprendió de ‘Goyo’?

Su manera de hacer política y la vocación que reflejaba. Él era trabajador, incansable, concienzudo. Le daban igual las siglas, el centro de su política eran las personas. Yo he tenido la mala suerte de no conocerlo, pero he visto muchos vídeos suyos. Sí he podido conocer a Consuelo Ordóñez y Ana Iríbar. Ellas me contaron su historia desde un punto de vista más humano: cómo lo vivió su mujer o su hermana.

A eso se suma todo lo que he visto desde muy joven, desde que me afilié con 18 años al PP Vasco. Mi caso no fue como el de otros jóvenes. Yo no tenía claro a qué partido quería pertenecer o si quería dedicarme a la política. Yo aprendí de su vocación de servicio a los demás y eso me llevó a la política. Nunca he conocido a un político como Goyo.

Ser del PP en el País Vasco nunca ha sido fácil. Ahora tampoco, aunque ya no supone jugarse la vida. ¿Cree que militar ahí desde joven ayuda a forjar un carácter más valeroso?

Sí, creo que es un plus porque pones en valor muchas cosas que a veces las das por hecho, como la libertad, los valores, la valentía o el arrojo. Yo eso lo he aprendido desde muy pequeñita.

Lleva solo seis meses en el Congreso de los Diputados, pero han sido muy agitados por la crisis del coronavirus. ¿Nota un ambiente de crispación y polarización política?

Yo creo que cuando la izquierda se equivoca, trata de crispar. Nosotros lo que hacemos es denunciar. La izquierda ha acusado al Partido Popular, a Vox y a Ciudadanos de crispar. solo hemos puesto en el foco la manipulación, las mentiras y la mala gestión de este Gobierno. A los hechos me remito.

Me hace gracia cuando hablan de crispar. En los famosos escraches que sufrían los políticos de derechas, la izquierda cruzó una línea que no se debería cruzar. Acosaban a las personas de una manera malvada. Hoy en día, tal y como están las cosas, con tantos fallecidos y gente que no ha cobrado el ERTE, autónomos que han tenido que echar la persiana porque siguen teniendo los mismos gastos pero ningún tipo de ingresos… Entiendo que la gente esté enfadada con este Gobierno porque no hace más que mentir.

Podemos dice que es la oposición quien alimenta el “odio y la crispación”, pero luego acusa de golpismo, llama a hacer caceroladas contra el Rey… ¿Hay un interés por parte de la izquierda radical en mantener la política de bloques y que sea imposible el entendimiento entre formaciones más moderadas?

La izquierda siempre ha tratado de atender a los sentimientos porque no ha tenido políticas reales efectivas, que es por lo que se conoce al Partido Popular. Siempre alude a términos que tocan el corazón y que tratan de manipularnos y colectivizarnos. Pienso en el feminismo y cómo Pedro Sánchez gritaba el otro día “¡viva el 8-M!”.

Cuando nosotros denunciamos que fue una negligencia nos referimos a los datos que manejaba el Gobierno de España, que sabía que había que evitar eventos masivos porque se lo habían dicho órganos internacionales. La izquierda trata de darle la vuelta y decir que ellos ponen por encima de todo la igualdad entre hombre y mujer. El PP no está hablando de eso, está hablando de irresponsabilidad y de priorizar las vidas humanas a una ideología. 

¿Cree que se está imponiendo el marco verbal y político que plantea la izquierda? Tratan de imponer un cordón sanitario a Vox por “fascistas”. Sin embargo, Podemos, los nacionalistas o Bildu son socios legítimos.

Es lo que tratan de hacer, pero las calles dicen lo contrario. Hablan de Vox como un partido fascista y de extrema derecha, pero a Bildu lo tratan como un partido democrático más. Bildu es el único partido que ha sido incapaz de condenar la violencia terrorista y los asesinatos de ETA. Entonces, creo que hay una doble moral tremendamente injusta y que está al servicio de sus intereses partidistas. Quieren mantenerse en el Gobierno a toda costa. 

Están tratando de construir el relato. Lo vimos en Twitter con Podemos y el tema del coronavirus. Colgaban vídeos de todas las tragedias recientes que había sufrido España en su historia reciente y, casualidad, todas bajo gobiernos del PP: el caso del Ébola, el Prestige… Luego se sumó el PSOE con declaraciones como las de Simancas, diciendo que en España teníamos tantas muertes porque existe Madrid. 

Hay una campaña de blanqueamiento para tapar todas sus negligencias, pero la gente se está dando cuenta. Demonizan a los manifestantes de Núñez de Balboa, pero eso es lo que antes llamaban “jarabe democrático”. No solo ha sido Núñez de Balboa, ha estado en cada rincón de toda España. La gente ha dicho basta a sus mentiras y a su intento de enfrentarnos a todos.

Usted siempre ha dicho que se siente cómoda con Vox. ¿Lo considera un partido de extrema derecha?

No hay cuatro millones de fascistas en España. Fascista es quien no respeta las ideas de los demás. Vox es un partido democrático que tiene 52 escaños y se merece un respeto. No hay que comprar ese discurso a la izquierda. Jamás les oirás hablar de extrema izquierda o de Venezuela. Tienen una doble vara de medir que la gente ya no se cree.

¿Qué les acerca y qué les separa de Vox? ¿Es posible un entendimiento entre su partido y el de Santiago Abascal?

Yo creo que tenemos varios puntos de entendimiento, y más sabiendo que Abascal viene de presidir en mi tierra las juventudes del Partido Popular Vasco. Yo puedo compartir muchos valores con él y seguramente tengamos puntos de entendimiento con Vox, Ciudadanos… incluso con un Podemos sensato o un PSOE de antaño. La política es eso, anteponer a los ciudadanos independientemente de una ideología. Ponernos de acuerdo de una manera racional. En la comisión de reconstrucción, por ejemplo, se deberían dejar de lado absolutamente todas las ideologías, el marco izquierda-derecha y pensar todos en sacar a los españoles de esta crisis.

Hay un fuego cruzado entre PP y Ciudadanos en la Comunidad de Madrid por la gestión de las residencias. Da la sensación de que ahora mismo se entenderían mejor con Vox que con Ciudadanos.

En el País Vasco hemos pactado con Ciudadanos de cara al 12 de julio, pero en ese pacto no había ningún punto que recogiera que a nivel nacional íbamos a seguir la misma política. Somos dos partidos independientes que han decidido juntarse en País Vasco por necesidad de dar voz al centro-derecha constitucionalista, que está amenazado por las políticas nacionalistas y el auge de Bildu. Yo soy una firme defensora de ese pacto porque está funcionando bien.

Bea Fanjul busca sombra ante el sol de junio.

Bea Fanjul busca sombra ante el sol de junio. Carmen Suárez

¿Cómo valora la gestión de la crisis del coronavirus por parte de la Comunidad de Madrid?

La Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento han dado una lección a Pedro Sánchez. Los grandes varones de Pablo Casado han dado una lección a Pedro Sánchez: López Miras confinó Murcia antes que el Gobierno de España, cuando decían que hacer eso era una barbaridad; Ayuso cerró los centros de mayores y universidades; Juanma Moreno ha conseguido tener más recaudación bajando los impuestos, algo que la izquierda decía que era imposible; Feijóo ha sido de los primeros en ceder material a la Comunidad de Madrid, aun a sabiendas de que en Galicia también iban a tener muchos casos de coronavirus. En todas estas comunidades y municipios el PP ha dado una lección al Gobierno.

Isabel Díaz Ayuso también ha sido criticada por muchas de sus decisiones. ¿No cree que es la clase política en general quien no ha estado a la altura de la situación?

No. Ha habido casos en los que ha habido intereses políticos y partidistas que se han antepuesto a los intereses de los ciudadanos. Por ejemplo, con las fases de desescalada. Hemos visto cómo algunas comunidades pasaban en bloque a fase uno y otras, donde gobernaba el PP y tenían un índice de muertos y contagios similares, se quedaban en fase 0.

Con los indultos y la entrada de Iglesias al CNI vimos cuáles eran las prioridades del Gobierno. No creo que fuera un tema trascendental para paliar muertes. Eran intereses políticos.

Las elecciones autonómicas vascas se celebran el próximo 12 de julio. Urkullu se ha visto afectado últimamente por distintos escándalos: Joaquín y Alberto siguen enterrados en Zaldibar, el Gobierno Vasco ha sido condenado por no proteger sanitariamente a la Ertzaintza… Pese a todo, las encuestas dan como cómodo ganador al PNV.

Urkullu se puede llevar una sorpresa. Él se dedicó a visitar ciertos hospitales y cuando fue al Hospital de Cruces se llevó un abucheo de todos los sanitarios. Eso no creo que le haya sucedido muchas veces. Es un síntoma de la desafección que vive la gente con el PNV. Los vascos son conscientes de que se están priorizando unos intereses políticos a los intereses de la gente.

El Gobierno Vasco acumula errores, incluso negligencias. El caso De Miguel es el mayor escándalo de corrupción que se ha dado en el País Vasco. Todos tenían nombres y apellidos y eran exdirigentes del PNV. También está el caso de las supuestas filtraciones de las oposiciones a Osakidetza, el caso de Joaquín y Alberto, que siguen enterrados… Hasta la familia ha contado cómo el Gobierno vasco les ha recomendado encarecidamente que guardasen silencio. Una advertencia en toda regla. Son tantas cosas…

¿Por qué cree que el constitucionalismo no está logrando capitalizar los errores del Gobierno de Urkullu?

Porque lo que hace el PNV es utilizar siempre la misma estrategia: el voto del miedo. Dicen que ellos son un partido de la tierra, un partido coherente, sensato, moderado, que sabe gestionar… En las generales lo hicieron con Vox y ahora lo hacen con Bildu. 

¿Cómo explica la debacle de los últimos del años del PP en el País Vasco?

Hay un largo recorrido. Cuando ETA deja de asesinar, un partido que ha sufrido tanto la violencia como el PP se queda noqueado. Acostumbrados a hacer una política de trinchera, de defenderte, de tratar de sobrevivir a que eso se acabe y disfrutar de una vida normal, sin escoltas, sin cambiar de ruta sin tener miedo a volver a casa... Eso deja secuelas.

El PP lo que tuvo que hacer en su día es reconstruir un nuevo proyecto porque la política había cambiado. La política cambió porque quienes cesaron la violencia entraron en las instituciones. Pasaron de ir a golpe de plomo a sentarse a tu lado.

¿Y eso en teoría no es positivo? Que la izquierda abertzale abandonara la lucha armada para aceptar las reglas del juego democrático.

A mi que no haya ningún asesinato me parece positivo. Me parece, incluso, la mejor de las noticias. Lo que no me parece positivo es que esta gente utilice las instituciones para manipular, adoctrinar y justificar lo que hicieron hace apenas diez años. Yo por ahí no paso. Yo jamás pactaría con Bildu ni siquiera el arreglar una farola o un banco. Lo más sagrado que hay en política y en todo en general es la defensa de la vida. Si tú eres incapaz de defender eso, ¿cómo me voy a poner a cenar contigo si no defiendes la vida? Yo no voy a formar parte de su blanqueamiento.

El perfil del PP Vasco de antaño (Jaime Mayor Oreja, María San Gil…) y el del PP de los últimos años (Borja Sémper, Alfonso Alonso…) es muy distinto. ¿Han perdido contundencia contra el discurso nacionalista?

Son maneras distintas de hacer política. Alfonso Alonso tenía fama de ser una persona, como decían los medios de comunicación, “connivente con el nacionalismo”. Lo cierto es que no. Yo estaba en cada mitin suyo y siempre fue muy duro. Lo que pasa es que son etapas distintas. ¿Qué ha hecho el PP? Siendo conscientes de que nuestro proyecto se debilitaba, hemos optado de manera generosa por pactar con Ciudadanos para aglutinar el voto de centro-derecha.

En el País Vasco se da ahora una paradoja: los que sufrían la violencia (los constitucionalistas) son acusados de fascismo por quienes la practicaban (la izquierda abertzale). ¿Está cambiando el relato de lo sucedido?

No solo en el País Vasco. La izquierda le da la vuelta a la historia y la maneja a su antojo. El otro día lo vimos en el Congreso de los Diputados con Cayetana Álvarez de Toledo y Pablo Iglesias. Vimos cómo se manipuló en Wikipedia el término FRAP: de ser un grupo terrorista a un grupo “antifascista”. Lo que pasa en el País Vasco pasa también en el resto de España.

Por cierto, Otegi el otro día colgó una imagen en Twitter de una serpiente, que luego la borró. Ahí tienes el reflejo de lo que son. La serpiente es el símbolo de ETA. Es una reafirmación. Siguen siendo lo mismo, pero ahora están en las instituciones. Ellos no se esconden.

En una entrevista con este medio, María Caballero (hija de Tomás Caballero, concejal de UPN asesinado por ETA) dijo que Bildu y PSOE son, en el fondo, enemigos políticos, pero que Bildu se está sirviendo de los socialistas para alcanzar altas cotas de poder. ¿Comparte esta tesis?

Creo que es mutuo. Ambos se utilizan políticamente. En Navarra, durante el confinamiento, dos socialistas le arrebataban una alcaldía a Navarra Suma para dársela a Bildu.

Idoia Mendia ha pasado de decir que no quería saber nada de la izquierda radical a decir que había que construir una mayoría de izquierdas. Idoia Mendia está dispuesta a llegar a la lehendakaritza con la ayuda de Bildu, no te quepa duda. Estos dos partidos solo quieren el poder por el poder.

Al PSOE no lo reconozco. Supongo que habrá muchos votantes socialistas que no compartan eso. Y de Bildu te puedes esperar cualquier cosa. A mi es un partido del que no me gusta hablar.

¿Y dentro del PSOE cree que hay disidencia con respecto a estos pactos con Bildu?

Imagino que estarán en sus casas callados. Si Sánchez ha llegado a presidir el partido y ha habido tal limpieza, entiendo que no lo hagan público.

¿Se ha blanqueado a Bildu de una manera ya irreversible?

Es irreversible desde que entraron en las instituciones. Será legal, pero no es un partido legítimo… 

¿En qué momento pasaría a ser legítimo?

En el momento en el que asuman lo que han hecho.

¿Una condena verbal bastaría?

Y expresa. Ellos juegan con el lenguaje. El otro día, condenaban firmemente unas pintadas que le hicieron a Otegi. Sin embargo, no condenaron los ataques a Idoia Mendia. Si el PSOE se presta a este blanqueamiento, ellos sabrán lo que hacen.

¿Qué diría ‘Goyo’ ante la situación política actual?

No lo sé. A Goyo solo le importaban las personas. Sé que se desviviría por todas y cada una de ellas. También sé que jamás dejaría de llamar a las cosas por su nombre. Nunca lo hizo. Y le costó la vida.

Bea Fanjul, con el Congreso de los Diputados de fondo.

Bea Fanjul, con el Congreso de los Diputados de fondo. Carmen Suárez