El presidente de Vox, Santiago Abascal, en el mitin de Vistalegre de 2018.

El presidente de Vox, Santiago Abascal, en el mitin de Vistalegre de 2018. Efe

Política CAMINO AL 10-N

Vox, 364 días y 24 escaños después: la derecha radical, reconvertida al posibilismo

Abascal ha flexibilizado su postura inicial y ha acabado invistiendo los gobiernos de Partido Popular y Ciudadanos.

5 octubre, 2019 02:04

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7 de octubre de 2018. Vox consigue reunir a más de 9.000 simpatizantes en el Palacio de Vistalegre. Este domingo 6 de octubre, el partido de Santiago Abascal vuelve a la madrileña plaza de toros confiando en repetir el éxito de la convocatoria de hace 364 días. 

Con el horizonte puesto en el 10-N, este acto, organizado para celebrar el primer aniversario del desembarco en la política nacional de Vox, servirá también como el pistoletazo de salida de la precampaña.

Durante este periodo, repleto de citas con las urnas, Vox ha pasado de ser una organización extraparlamentaria a aterrizar con fuerza en las instituciones. Dieron la sorpresa en los comicios andaluces, con una irrupción que nadie supo vaticinar, y se estrenaron en el Congreso el 28 de abril con 24 escaños, convenciendo a casi 2,7 millones de españoles. Un resultado, sin embargo, que supo a poco dadas las altas expectativas generadas en torno a Vox.

Vox, posibilista

Después, con el nuevo ciclo electoral del 26 de mayo (municipales, autonómicas y europeas), el efecto Vox se desinfló, pero allí donde su apoyo era determinante para que junto a PP y Ciudadanos impidieran un gobierno de izquierdas, su apoyo resultó clave. Eso sí, primero trataron de vender muy caros sus votos, pero al final llegaron las rebajas en el tono, las cesiones y el "sí" a los ejecutivos de coalición entre populares y liberales (Comunidad de Madrid, Ayuntamiento de Madrid, La Región de Murcia…)

Es ahí precisamente donde más se ha percibido la transformación de los de Abascal. Si durante las campañas sus ataques a Casado y Rivera han sido una nota constante (la “derechita cobarde” y la “veleta naranja”), tras llegar a las instituciones sus exigencias han ido de más a menos. De pedir entrar en los ejecutivos a tener que contentarse con asumir el ejercicio de una oposición vigilante. En ese sentido, Vox se ha hecho mayor: es un partido adulto, que ha puesto en práctica una política posibilista para acabar alumbrando gobiernos de centroderecha.   

Más presencia

A diferencia de los comicios del 28 de abril, el partido de Santiago Abascal concurre ahora a la nueva cita electoral con la ventaja de estar ya dentro de muchas instituciones a todos los niveles.

En esta campaña podrá competir en mejores condiciones con el resto de formaciones. Algo que no ocurrió el 28-A, donde Vox gastó lo mínimo, a través de acciones de crowdfunding por parte de los afiliados y simpatizantes. También tendrá ahora más presencia en medios, ya que cumplen con los criterios marcados por la Junta Electoral Central para participar en los debates.

Después de llegar a las instituciones, en Vox consideran que “ya no dan miedo”. “Ya no pueden azuzar el fantasma de la extrema derecha temible, y aunque lo hagan, no tendrá el mismo efecto”, comentaba un destacado dirigente a este periódico. “Ya nos conocen y saben cómo actuamos”.

A cinco semanas del 10-N, con una izquierda más desmovilizada -y fragmentada-, Vox intentará beneficiarse para mantener o incluso aumentar las 24 actas del Congreso, una cifra que, en cualquier caso, será difícil repetir dado que la mayoría de las encuestas auguran a la formación una caída por debajo de los veinte escaños.

En Vox, no obstante, creen que una menor participación, siempre más asociada al votante de izquierda, les permitiría subir, porque el 28-A hubo ocho circunscripciones en las que la formación de derecha radical estuvo a un puñado de votos de haber arrebatado un escaño al PSOE o Podemos.

Los mensajes, invariables

Lo que no ha cambiado este año es, al menos de cara al electorado, el mensaje que mantiene Vox. De hecho, durante esta campaña, la unidad de España, los efectos de la inmigración y el empobrecimiento de la clase media se convertirán de nuevo en los ejes principales del discurso. Los mensajes contra el feminismo “radical y supremacista” y los “chiringuitos” políticos también estarán presentes.

Tampoco variarán las listas electorales. Salvo contadas excepciones –el portazo de Malena Contestí, que se fue tildando a Vox de partido “homófobo y extremista”-, el resto de candidatos repetirá el 10-N.

¿Y el aforo? Si hace un año reunieron a 9.000 personas, ahora esperan congregar a 12.000, para lo que instalarán un escenario de 360 grados que, junto al uso del albero, les permite ampliar el aforo.