Memorias incompletas de la investigación del 11-M Los peritos, en plena discusión tras encontrar dinitrotolueno en una de la muestras.

Los peritos, en plena discusión tras encontrar dinitrotolueno en una de la muestras.

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Pufff... Dinitrotolueno / Memoria incompleta de la investigación del 11M (IV)

La grabación refleja el abatimiento del policía, consciente de la trascendencia de lo que acaba de descubrir y la incredulidad del perito independiente, separando las sílabas del componente detectado.

12 marzo, 2024 02:28

Esta cuarta entrega de los recuerdos de Pedro J. Ramírez sobre la investigación del 11-M se centra en el análisis pericial de los restos de explosivo hallados en los trenes. Y más concretamente en la sorprendente aparición de un componente químico inexistente en la Goma 2 ECO que, según la versión oficial, había causado la masacre y en el enigmático corte de electricidad que se produjo a continuación. Estos fragmentos proceden del borrador del segundo tomo de las Memorias del director de El Mundo y El Español que Planeta tiene previsto publicar en 2025.

Este y los siguientes capítulos son fragmentos inéditos del borrador del segundo tomo que Planeta tiene previsto publicar en 2025. Las dos primeras entregas están basadas en 'Palabra de Director', primer tomo de las Memorias de Pedro J. Ramírez publicadas en 2021 por Planeta.

A las 8 de la tarde del martes 6 de febrero de 2007 se produjo un apagón en el laboratorio de la Policía Científica en el que los ocho peritos designados por el tribunal analizaban los restos del 11-M. No estaba programado y duró al menos doce horas. Fue notificado como un corte fortuito de la luz, pero tuvo como consecuencia que las cámaras de televisión, instaladas para dar fe de cuanto sucediera en la sala, dejaron de grabar desde que los peritos concluyeron su jornada de trabajo hasta que regresaron a la mañana siguiente.

Aunque la información básica sobre lo sucedido en las horas inmediatamente anteriores e inmediatamente posteriores al apagón y las inevitables conjeturas sobre sus efectos circularon enseguida, tendrían que transcurrir más de tres años para que Gómez Bermúdez accediera a la persistente demanda de las víctimas, y les permitiera visionar lo grabado por las cámaras. Cuando ya no podía tener ningún efecto judicial.

El día que eso ocurrió -22 de febrero de 2010- publicamos un editorial con una aseveración categórica: "Estamos convencidos de que estas imágenes captadas el 6 de febrero de 2007, una semana antes del juicio oral, habrían cambiado por completo el rumbo del juicio y desembocado en otra sentencia si hubieran sido exhibidas en la sala". Cualquiera que vuelva a ver ese vídeo sin prejuicios, década y media después, llegará muy probablemente a la misma conclusión.

El primer momento clave de esa grabación llega cuando el reloj de las cámaras marca las 17,37. El perito independiente Antonio Iglesias y el perito designado por la Policía Nacional Andrés de la Rosa observan atónitos en la pantalla conectada al cromatógrafo de gases el resultado de la prueba con la muestra etiquetada como M-6-12.

Era uno de los 14 restos procedentes de los trenes -ni uno más, cuando se recogieron varios cientos- facilitados por los Tedax al tribunal, después de haberlos lavado en su día con agua y acetona y haber arrojado el líquido resultante por el sumidero, contra toda prudencia y protocolo.

Eso restaba todo valor al análisis cuantitativo, pero no impedía el cualitativo. No sé podía saber la proporción de cada componente, pero sí con cuáles se había fabricado el explosivo. En este caso se trataba de los fragmentos de una bobina eléctrica y varias piezas metálicas impregnadas por la dinamita en el foco número 3 de la Estación del Pozo.

-¡Puff ... dinitrotolueno!, exclama De la Rosa con un resoplido.

El policía se deja caer hacia atrás sobre el respaldo de la silla y levanta la mano izquierda para llamar la atención del resto de sus compañeros. El primero en reaccionar es el químico Carlos Romero Batallán, designado por la defensa de Zougam.

-¿El qué? ¿Qué ha pasado?

-Dinitrotolueno.

-¿Qué?

-Dinitrotolueno…

De la Rosa señala la pantalla y le muestra los dos significativos picos que han aparecido.

-¿Di-ni-tro-to-lue-no?

-Estos son los isómeros del DNT.

-¿Del?

-Del DNT.

Parece un diálogo de una película de El Gordo y el Flaco. De la Rosa es un hombre enjuto de pelo negro y barba de un par de días; Romero Batallán tiene al menos el doble de eslora bajo un cuello fornido y un cráneo clareado. Un flemático y un pícnico, embutidos en sendas batas blancas.

La grabación refleja el abatimiento del policía, consciente de la trascendencia de lo que acaba de descubrir y la incredulidad del perito independiente, separando las sílabas del componente detectado.

El hallazgo trasciende a lo científico. El di-ni-tro-to-lue-no, utilizado como aglutinante y anticongelante, no forma parte de los componentes de la Goma 2-ECO que, según el instructor y la fiscalía, estalló el 11-M en los trenes; en cambio, sí foma parte de otras dinamitas, incluido el Titadyn, cuya presunta detección inicial indujo al gobierno de Aznar a atribuir erróneamente la matanza a ETA.

El di-ni-tro-to-lue-no, utilizado como aglutinante y anticongelante, no forma parte de los componentes de la Goma 2-ECO que, según el instructor y la fiscalía, estalló el 11-M en los trenes

La cámara muestra después cómo los dos peritos de la Guardia Civil, tenientes Atoche y Ferrando, se acercan y se alejan de la repisa en la que, junto a la pantalla, se vislumbran el cromatógrafo y otros cachivaches. Encima se ven dos estantes con archivadores, ficheros y pilas de documentos.

Al cabo de cuatro minutos, son las 17,41, comparece el jefe de la pericia, el policía Alfonso Vega, requerido por su compañero De la Rosa. Vega es el hombre de confianza del cuestionado comisario Santano, que manda la Policía Científica. Tiene una buena cabellera con largas patillas y mechas plateadas. A él le corresponde lidiar con la situación. Al primero al que se dirige es a Romero Batallán, quien reacciona con la sorna del hombre tranquilo.

-¿Sale DNT?

-Sí, sí.

-Bueno, esto ya... esto hay que trabajarlo mucho...

-¡Esto hay que sudarlo, macho!

-¿A ver? Déjame que mire...

-Sí que sale, sí.

-¿Habéis echado 'blanco' antes?

Vega se refiere al metanol que se utiliza en el cromatógrafo. Mientras sus colegas se lo confirman, él mismo se da cuenta de la evidencia.

-Pues sí que sale, eh... Prácticamente no hay duda.

Vega ordena no obstante repetir la prueba. Será cuestión de pocos minutos y necesita ver todo el proceso con sus propios ojos. Pero en su fuero interno ya sabe lo que saldrá. Mientras los tenientes Atoche y Ferrando deambulan cariacontecidos, llevándose la mano alternativamente a la boca y a la mejilla como si quisieran ocultar su turbación, el jefe de la pericia da rienda suelta a sus graves recelos.

-Esto hay que confirmarlo, hay que confirmarlo ... porque entonces en este caso... puede que haya otra carga explosiva .... Y ya empiezo yo a dudar de los Tedax. Y a cagarme en la madre que los ha parido...

"Esto hay que confirmarlo, hay que confirmarlo ... porque entonces en este caso... puede que haya otra carga explosiva .... Y ya empiezo yo a dudar de los Tedax. Y a cagarme en la madre que los ha parido..."

Alfonso Vega, jefe de la pericia tras descubrir el DNT

Otros dos científicos de edad más avanzada escuchan atónitos este desahogo sin intervenir en la conversación. Pero ya nunca olvidarán que el policía jefe de la pericia ha admitido que "puede que haya otra carga explosiva", distinta de la Goma 2 ECO y ha sugerido con palabras gruesas que los Tedax han inducido al error al juez instructor y a la fiscalía.

Son Antonio Iglesias, experto precisamente en cromatografia de gases, a quien la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M ha contactado a través de una página web para que le represente, y Gabriel Morís, que a la condición de perito de la AVT une la de padre de una de las víctimas mortales de la matanza.

Con su frente despejada, sus gafas de sabio despistado y su bata perfectamente abrochada, Iglesias recuerda al profesor Tornasol de Tintín pero sin perilla. Moris, vestido de calle a diferencia de sus colegas, se mantiene en un discreto segundo plano.

En el breve lapso de tiempo que dura la repetición de la prueba, la grabación incluye también una conversación de carácter técnico que terminaría resultando extraordinariamente relevante a la hora de analizar y valorar la calidad de la sentencia del tribunal del 11-M. La mantienen el policía Alfonso Vega y el guardia civil Atoche, al comentar la aparición en el cromatógrafo de otro componente químico: el dibutilftalato o ftalato de dibutilo.

Vega está sentado a la derecha de la pantalla y Atoche de pie en el otro lado. Ambos se dirigen a Antonio Iglesias, que ha pasado a ocupar la silla a la izquierda de la pantalla. Lo hacen para quitar importancia al nuevo hallazgo, en un tono muy distinto al empleado tras la detección del dinitrotolueno.

-Mira, aquí tenemos dibutilftalato. Pero también lo mismo te digo... el ftalato ... pero te quiero decir que lo del ftalato...

Tras el comentario inicial de Vega, llega la corroboración de Atoche quien, inclinado sobre la pantalla, hace un elocuente gesto con la mano derecha como preludio de una afirmación categórica:

-No lo puedes atribuir a un explosivo.

-Te digo, te digo... es como una contaminación genérica.

-Del mundo mundial.

-Del mundo mundial, vamos.

El jefe de la Policía Científica Miguel Ángel Santano, durante el juicio.

El jefe de la Policía Científica Miguel Ángel Santano, durante el juicio. Diseño: Arte EE

Tras la broma, popularizada en su día por Felipe González dentro de sus alusiones despectivas a nuestro periódico, Vega adopta su vis más didáctica:

-Es decir, no se puede asimilar esto... Aunque sabemos que los explosivos tienen ftalato, no podríamos decir que este ftalato proviene del explosivo, prácticamente, aunque los tuvieran a la vez, porque es que...

Antonio Iglesias asiente:

-No es específico.

Y es Atoche quien completa la explicación, cogiendo del estante un tarro de cristal con bolsas de muestras:

-Son ubicuos. Están en todas partes ... ¿Tienes plástico aquí? Pues ya estás jodido porque es un fundamento para tratarlos.

Establecida así con pleno consenso la irrelevancia de la aparición del dibutilftalato, por ser una sustancia omnipresente en cartuchos, pinturas o plásticos, la grabación recoge el momento en que de nuevo da la cara el elemento que nadie esperaba.

A las 17,48 vuelve a salir el dinitrotolueno. Alfonso Vega mira alternativamente la pantalla y la hora que marca su reloj, lanza una especie de bufido y abandona la sala. El teniente Atoche se dirige a su compañero Ferrando, con la boca semitapada por los nudillos.

-Nos vamos a hacer famosos, ya verás ...

-¿Cómo?

-Que de esta nos vamos a hacer famosos.

El último segmento relevante de la grabación queda reflejado más de hora y media después cuando Alfonso Vega, de nuevo en la habitación, considera que la trascendencia de lo detectado obliga a tomar precauciones extraordinarias. Así se lo comunica a las 19,25 a Antonio Iglesias, quien le escucha de espaldas.

-Hay que precintar las muestras, Antonio, antes de irnos ... Las dejamos precintadas en presencia tuya o del que sea... Las que están hechas y la de ahí también...

Una voz, presumiblemente la de Iglesias, menciona entonces la muestra obtenida en la estación Del Pozo en la que ha aparecido el dinitrotolueno.

-La 6-12.

Y Vega lo reitera:

-La de ahí también. No quiero que haya ningún problema ...

Y del dicho al hecho: la grabación muestra cómo, en presencia de Iglesias y el teniente Atoche, Alfonso Vega precinta uno de los botes que sujeta Romero Batallán y corta la cinta aislante con unas tijeras.

Los peritos abandonaron el recinto aquella tarde, conscientes de haber descubierto algo extraordinario que alteraba sus previsiones y reabría la incógnita de qué explosivo estalló en los trenes.

El dinitrotolueno devolvía, de alguna manera, ese aspecto clave de la investigación a la casilla de salida o al menos desbarataba la deducción de que si en la mochila de Vallecas había Goma 2 ECO, en el piso de Leganés se encontró Goma 2 ECO y en la Kangoo había restos de Goma 2 ECO, lo que estalló en los trenes tenía que ser Goma 2 ECO "y vale ya", como dijo la fiscal.

El dinitrotolueno no forma parte de la composición de la Goma 2 ECO y, consecuentemente, en ninguno de los análisis realizados en 2004 por la Policía Científica de esos restos de explosivo entero se había detectado dinitrotolueno.

Como escribió en El Mundo el catedrático de Física Antonio Ruiz de Elvira, "la presencia del DNT es de una importancia similar a la de las huellas dactilares de hace unos años y a la del ADN hoy en día: es lo que puede permitir identificar a los asesinos en crímenes dudosos con un alto grado de fiabilidad".

Minutos después de que los ocho químicos se marcharan se fue la luz y la cámara dejó de grabar durante toda la noche. Antonio Iglesias rememoraría lo ocurrido: "Al llegar los peritos al laboratorio hacia las 9, el secretario judicial nos hace saber que el día anterior, o sea, el día del hallazgo del DNT, en ausencia de los peritos, se había producido un "parón eléctrico" sobre las 20.00 con lo cual la cámara del tribunal dejó de funcionar durante varias horas, a lo largo de las cuales quedó interrumpida la cadena de custodia".

Minutos después de que los ocho químicos se marcharan se fue la luz y la cámara dejó de grabar durante toda la noche

Tras comentar sorprendidos la incidencia, los peritos reanudaron sus trabajos y encontraron trazas de dinitrotolueno de mayor o menor intensidad en prácticamente todos los demás restos procedentes de los focos. Pero, oh milagro, también las encontraron, aunque de forma más vaga, en esos restos de explosivo entero en los que no había aparecido, al ser analizados tres años antes en ese mismo laboratorio de la Policía Científica.

La oscuridad había alumbrado el prodigio. El DNT emergía por doquier. La teoría de la contaminación estaba servida.

Tardamos una semana en enterarnos de estos hechos y más de tres años en disponer de la grabación que los acreditaba.

***

La vista oral del 11-M comenzó el 15 de febrero bajo la espesa sombra de la duda sobre el explosivo que estalló en los trenes. Dos días antes dimos cuenta de la aparición del dinitrotolueno. El tribunal decidió prorrogar la pericia en paralelo a las propias sesiones del juicio hasta tener resultados concluyentes y unánimes. Gómez Bermúdez y sus compañeros eran conscientes de que, tras el desguace apresurado de los trenes por orden del juez Del Olmo y la muerte de los islamistas atrincherados en el piso de Leganés, la determinación -mediante las sofisticadas técnicas de química analítica disponibles- del tipo de dinamita se había convertido en la clave de bóveda que debía sostener todo el arco de la sentencia.

Las demás pruebas convergían en la Goma 2 ECO de Mina Conchita que la trama asturiana de Suárez Trashorras habría facilitado a los islamistas. Porque Goma 2 ECO era el explosivo de la mochila de Vallecas, Goma 2 ECO era el mínimo resto hallado en una vaina de cartucho en la furgoneta Renault Kangoo de la estación de Alcalá, Goma 2 ECO era lo abandonado junto a las vías del AVE en Mocejón y Goma 2 ECO era lo que había en el piso de Leganés.

Pero cada una de estas pruebas y escenarios llevaba aparejadas tantas inconsistencias como para desmoronarse sin el anclaje de esa corroboración científica sobre lo que estalló en los trenes. Era inaudito que hubieran transcurrido tres años sin esos análisis fundamentales de los restos de los diez focos explosivos, pero más valía tarde que nunca.

Durante esos tres años algunos de los mejores periodistas de El Mundo, empezando por el vicedirector Casimiro García-Abadillo, siguiendo por el subdirector Femando Múgica, los grandes especialistas en investigación de tramas policiales Antonio Rubio, Manuel Cerdán o Femando Lázaro, los expertos en tribunales María Peral o Manuel Marraco y hasta un joven que había empezado como becario y llegaría lejos, Joaquín Manso, se habían entregado con profesionalidad y denuedo a la tarea de desenmarañar esas inconsistencias.

Era el mismo equipo que había descubierto y probado los vínculos del gobierno de González con los GAL, la financiación ilegal de Filesa, las trampas de la beautiful people en Ibercorp, las escuchas ilegales del CESID, el escándalo del búnker de la Moncloa o el bochornoso chivatazo del bar Faisán. No tenían otro propósito u otra indicación que la búsqueda de la verdad con el mismo rigor y perseverancia de siempre. Eso era lo que yo impulsaba y engarzaba con nuestra línea editorial.

El 11-M no podía quedar amortizado por la abulia o la rutina, cuando el relato fruto de la instrucción sumarial estaba plagado de vacíos, incongruencias y falsedades. Los españoles tenían derecho a saber quiénes, dónde y por qué idearon la masacre; quiénes, cómo y con qué explosivos colocaron cada bomba en cada tren; qué negligencias en la policía, la guardia civil y el CNI hicieron posible la masacre; y qué funcionarios altos, medios y bajos habían manipulado la investigación, con su torpeza o premeditación, mediante la destrucción o alteración de pruebas.

Los españoles tenían derecho a saber quiénes, dónde y por qué idearon la masacre; quiénes, cómo y con qué explosivos colocaron cada bomba; qué negligencias hicieron posible la masacre

Aunque barajamos todas las conjeturas, nunca tuvimos una versión alternativa de lo ocurrido. Nunca dijimos que la autoría correspondiera a ETA o a tal o cual servicio extranjero. Pero cuanto más profundizábamos, más nos reafirmábamos en que había elementos esenciales que continuaban ocultos y en que por falta de empeño no debía quedar el tratar de descubrirlos. Otros podían mirar para otro lado, por conformismo o interés; nosotros no.

Aunque un periódico no tenía ni los medios ni los resortes legales de la Policía, la Fiscalía o los jueces, tres años de investigación habían dado mucho de sí. Sin el empeño de El Mundo y el descubrimiento de la declaración de Manzano en pieza separada y secreta, el tribunal no habría ordenado realizar los análisis de los restos de explosivos.

Tampoco se habría desvelado que parte de los que ahora se sentaban en el banquillo eran confidentes policiales -Trashorras de la policía de Asturias, Zohuier de la Guardia Civil, Toro del CNI... -; que la policía había seguido de cerca los pasos de El Chino, El Tunecino y algunos de sus cómplices; o que un agente doble de la policía española y los servicios marroquíes apodado Cartagena había advertido por escrito de los planes de los islamistas.

Sin el empeño de El Mundo tampoco habrían emergido sospechosas coincidencias que relacionaban a ETA de forma circunstancial con los islamistas, empezando por el robo del coche que un comando hizo explosionar en Santander en el mismo escueto callejón de Avilés desde el que Trashorras traficaba con explosivos; siguiendo por la simultaneidad del traslado de dinamita desde Asturias con la llamada "caravana de la muerte" etarra interceptada en Cuenca y continuando con relaciones en las cárceles como la que denotaba el hallazgo del teléfono de Henri Parot -jefe del brutal comando itinerante- en manos de Benesmail, lugarteniente de Lamari, al que visitaba con asiduidad un agente del CNI.

El informe policial que Zapatero exhibió ante la comisión parlamentaria establecía que tanto esos como otros episodios similares eran fruto del "azar" y yo le dije al presidente que era difícil entender que él mismo se lo creyera. Nunca dimos por hecho que esos lazos hubieran desembocado en algún tipo de colaboración etarra en la masacre -como había aventurado Felipe González el 11-M- pero sí que denunciamos que no se estuvieran investigando a fondo.

Cuestión aparte había sido el escrutinio de las pruebas materiales. Sin mi público desafio a que se aportara un solo testimonio de alguien que hubiera filmado o al menos visto el Skoda Fabia el 11-M en el lugar de la estación de Alcalá en el que apareció cuatro meses después, probablemente los restos de ADN de Lamari hallados en su interior habrían pasado al menos el filtro del auto de procesamiento y el escrito de acusación del fiscal.

En el caso de la mochila de Vallecas, fueron las pesquisas de El Mundo las que desvelaron que los cables que supuestamente debían haberla hecho explotar estaban desconectados y que la Policía ocultó durante meses al juez la radiografía que lo ponía de relieve.

Pero lo fundamental era que ni el inspector encargado de la recogida de los objetos en la estación de El Pozo -de donde supuestamente procedía- ni nadie más durante el largo itinerario, pasando por Ifema, que habría tenido que recorrer hasta llegar a la comisaría de Vallecas recordaba haberla visto en ningún momento.

La mochila encontrada en Puente de Vallecas con el móvil Trum que la habría detonado.

La mochila encontrada en Puente de Vallecas con el móvil Trum que la habría detonado.

Casimiro García-Abadillo localizó y entrevistó a ese funcionario, el inspector Miguel Angel Álvarez, quien le explicó que entre los objetos que él recogió no había ninguno de las características de la mochila de Vallecas. También le dijo que luego se había roto la cadena de custodia y que no podía responder de lo ocurrido con los objetos "durante las cuatro horas que pasaron en Ifema".
Del Olmo le llamó a continuación a declarar y él ratificó esa versión, cuando le mostró lo que el juez creía que era la mochila de Vallecas, aunque en realidad se trataba de una réplica entregada por Manzano mientras la original seguía custodiada por los Tedax.

Incomprensiblemente el inspector Álvarez no figuraba entre los testigos citados para el juicio oral. El Mundo también desveló que un informe de la Comisaría General de Información entregado a Del Olmo establecía la hipótesis de que la mochila de Vallecas "pudo ser manipulada por personas no identificadas en Ifema".

Por lo que se refiere a la Renault Kangoo cuyo hallazgo y contenido dio la vuelta a la investigación en la tarde del 11-M, fue Femando Múgica quien desveló que, según los policías de Alcalá de Henares que inspeccionaron su interior, la trasera del vehículo estaba vacía. De hecho, los perros expertos en detectar explosivos no olieron ni la vaina del cartucho ni los siete detonadores que aparecieron bajo los asientos en la sede central de Canillas a donde fue trasladada.

Allí la policía encontró hasta 100 objetos y catalogó nada menos que "61 evidencias", entre ellas la cinta con los versos coránicos del salpicadero. El Mundo fotografió una Renault Kangoo vacía y una Renault Kangoo con un centenar de objetos equivalentes a los catalogados. El contraste no podía ser más impactante.

¿Estábamos ante un episodio equivalente al del Skoda Fabia, es decir, ante una prueba preparada o alterada a posteriori para que emergiera en el momento y lugar oportuno como si de un "triángulo de las Bermudas" a la inversa se tratara?

Fue al informar de lo encontrado en la Kangoo cuando publicamos una noticia errónea que sería reiteradamente utilizada para tratar de descalificar el conjunto de nuestra investigación. No voy a soslayar la que sin duda fue nuestra peor hora. Femando Múgica llegó un día a la redacción con la historia de que "varios" de los policías de Alcalá que habían examinado la furgoneta desde el exterior le habían contado que habían visto una tarjeta de visita del Grupo Mondragón -conglomerado empresarial vinculado al cooperativismo guipuzcoano- en el salpicadero. Y que, en concreto, uno de los integrantes del coche identificado como K había transmitido ese dato a la central a través de la emisora que escuchaban todas las patrullas de la zona.

La Renault Kangoo encontrada.

La Renault Kangoo encontrada.

Según Múgica, hasta 40 personas pudieron haberlo escuchado. Yo le pregunté si estaba absolutamente seguro, si lo tenía amarrado y él me contestó con uno de sus laconismos habituales.

-Afirmativo.

Al día siguiente sobrevino el desastre. La Dirección General de la Policía emitió una nota oficial en la que explicaba que la tarjeta hallada en el salpicadero era de Gráficas Bilbaínas, una empresa radicada en Madrid. La tarjeta pertenecía al propietario de la Kangoo robada y "carecía de cualquier interés para la investigación". Hasta ahí la equivocación era menor porque nosotros tampoco habíamos dicho que fuera una pista decisiva ni que la policía hubiera ocultado ese dato. Podía tratarse de una confusión explicable porque Graficas Bilbaínas aludía al País Vasco igual que Grupo Mondragón.

El problema estribaba en que la nota añadía, con patente recochineo, que "la única mención a Mondragón que se encontró en la furgoneta" era una cinta de radio casete "con una anotación manuscrita: 'Orquesta Mondragón'". La rechifla de la prensa gubernamental estaba servida: El Mundo había confundido el Grupo Mondragón con la Orquesta Mondragón".

Nos quedamos consternados. Llamé a capítulo a Femando, le recordé que le había preguntado si había comprobado la información. Se le veía lívido tras sus ojos azules y su barba rubia. Él tampoco entendía lo sucedido. Le apreté sobre sus fuentes. ¿A cuántos policías se refería cuando me había dicho que había hablado con "varios"? Tenían que ser al menos dos, tres, cuatro...

-Afirmativo. Hablé con el que dio el parte desde el coche K y con tres más que estaban allí o lo oyeron. Dos de ellos me lo dijeron espontáneamente, los otros lo corroboraron ...

Fernando nunca mentía ni exageraba. Lo conocía desde sus tiempos de reportero de guerra en Vietnam. Desde el día en que vino a dar una charla a la Universidad de Navarra, exhibiendo orgulloso su cámara fotográfica. Trabajaba para La Gaceta del Norte de Bilbao. Había estado conmigo haciendo de todo en Diario 16 y en El Mundo era una referencia de la información internacional y el fotoperiodismo. Un senior obsesionado por los "agujeros negros" de la versión oficial del 11-M y absolutamente indiferente a la corrección política y al qué dirán. Le dije que dejara todo lo que estuviera haciendo y volviera a hablar con sus fuentes.

Al cabo de unas horas me transmitió desolado que los policías de Alcalá tenían expresamente prohibido volver a hablar con él. Le presioné para que siguiera intentándolo, para que se plantara físicamente allí. Me consta que lo hizo tanto ese día como con posterioridad. Fue como si se topara con una pared de cemento.

-Han cortado todas las vías. Es imposible que les entendiera mal. Tú puedes confundir Grupo Mondragón con Orquesta Mondragón, pero no puedes confundir una tarjeta con una casete. Lo único que se me ocurre es que me tendieran una trampa para ponerme en ridículo, haciéndome publicar una información falsa.

Esa hipótesis no nos eximía de responsabilidad ni nos servía de consuelo, pero flotaba en el ambiente. No tendría que pasar mucho tiempo para que afloraran tres evidencias: 1) que desde el Gobierno había una operación en marcha para intentar desacreditar la información de El Mundo sobre el 11-M; 2) que quienes movían esos hilos eran capaces de manipular, retorcer y desvirtuar los hechos cuanto hiciera falta; y 3) que contaban con las habituales complicidades periodísticas.

El propio Femando Múgica fue de nuevo la víctima directa. El 5 de septiembre de 2006 había publicado una entrevista con el encarcelado Suárez Trashonas, realizada a través de un cuestionario. En sus respuestas escritas el minero asturiano se presentaba como víctima de "un golpe de Estado" en el que todo había estado "coordinado por las Fuerzas de Seguridad". También aseguraba que la Policía había dirigido sus declaraciones ante el juez y le había ofrecido dinero por incriminar a Zougam. Era un testimonio de indudable valor periodístico, aunque su credibilidad estuviera totalmente condicionada por las gravísimas acusaciones que pesaban sobre Trashorras.

Trashorras, en el juicio.

Trashorras, en el juicio.

Cuál no sería nuestra sorpresa cuando una semana después El País se descolgó en su portada con un impactante titular en la portada: "El exminero procesado por el 11-M: 'Mientras El Mundo pague, yo les cuento la Guerra Civil'".

El mensaje no podía ser más claro y directo: Trashorras decía que le habíamos pagado por sus declaraciones. Así fue interpretado con escándalo por tertulianos y comentaristas afines al Gobierno. Pero eso no sólo era una flagrante falsedad, sino que encubría una doble manipulación. Lo primero que inducía a pensar ese titular era que El País había entrevistado a Trashorras después que nosotros y que él les había hecho esa declaración entrecomillada. Sin embargo, la lectura del texto enseguida desvelaba que se trataba de "una conversación con sus padres, en la que Trashorras se desahogaba así en la cárcel en marzo de 2005, a cuya transcripción ha tenido acceso El País".

Es decir, lo que se difundía era la charla entre el reo y su familia grabada de manera legal pero oculta por los servicios de la prisión y filtrada por el Ministerio del Interior -nadie más tenía acceso a ese contenido- al diario del grupo Prisa. Una operación con el sello del coloquialmente conocido como "comando Rubalcaba".

La pregunta que inmediatamente se suscitaba era cómo podía referirse Trashorras en marzo de 2005 a una entrevista realizada año y medio después. La explicación quedaba patente para quien siguiera leyendo: Trashorras estaba hablando de otra cosa. En concreto a las declaraciones que un antiguo compinche suyo, conocido como Nayo, había hecho a Femando Lázaro en febrero de ese 2005.

Nayo se hallaba huido en busca y captura y había sido localizado en el Caribe por nuestro tenaz especialista en información policial. Básicamente le había contado a Lázaro que Trashorras y su cuñado Toro -junto a los que había sido detenido en 2001- robaban explosivos con el propósito de vendérselos a ETA. Eso era lo que un mes después Trashorras negó ante sus padres, elucubrando que El Mundo habría pagado a Nayo -lo cual también era mentira- y que por dinero su excompinche era capaz de “contar la Guerra Civil”.

El titular de El País era pues un burdo engaño, encaminado a contentar al Gobierno, difamando a El Mundo.

No tendría que pasar mucho tiempo para que aflorara que desde el Gobierno había una operación en marcha para intentar desacreditar la información de El Mundo

Los propios firmantes de la noticia se sintieron manipulados, al advertir que la frase entrecomillada como encabezamiento había sido significativamente mutilada. Lo que Trashorras había dicho a sus padres era: "Mientras el periódico El Mundo pague, si yo estoy fuera, les cuento la Guerra Civil española". La supresión de ese "si yo estoy fuera" alteraba por completo el sentido del titular, dando a entender que Trashorras hablaba de sí mismo, cuando se refería al huido Nayo.

Pese a que la evidencia de esa manipulación constaba en sus propias páginas, El País acompañó la noticia con un editorial titulado "A cualquier precio", en el que acusaba a El Mundo de haber pagado a Trashorras en un acto de "amarillismo repugnante". Tres días después, uno de los firmantes del texto principal reconoció en Antena 3 que "no podía acreditar si El Mundo pagó a Trashorras por la entrevista", añadiendo, para distanciarse aún más de su periódico, que si lo hubiera hecho “sería irrelevante".

Sin embargo, cuando una mentira se echa a rodar deliberadamente con la potencia de un gran medio no es fácil detener su onda expansiva. Ni impedir que la mentira termine mutando de manera creativa y autónoma.

Seis meses después, el corresponsal de El País en París desde hacía 20 años, Octavi Martí resumía así el episodio en un debate de France 5: "Un periódico español, El Mundo, ha pagado a alguien para hacerle testificar que había conexión entre ETA y el 11- M... Finalmente cuando ese señor fue interrogado por un juez dijo: "Escuche, desde el momento en que me han pagado estoy dispuesto a inventar toda la guerra civil". Son cosas así y se publican. En cualquier otro país ese periódico estaría cerrado". A continuación, definió a El Mundo como "la mentira institucionalizada todo el tiempo". Al menos no pidió que nos metieran en la cárcel.

"Nunca propugnamos el cierre de El País, ni les lapidaremos con pedruscos del calibre de los que ellos nos lanzan a nosotros", respondí al domingo siguiente. "Siempre argumentaremos, debatiremos y razonaremos ... Y conste, una vez más, que este periódico no sostiene al día de hoy ninguna versión alternativa a lo que ocurrió el 11-M, pero sigue convencido de que no ocurrió gran parte de lo que nos dicen y de que mucho de lo que ocurrió aún no nos lo ha dicho nadie".

***

Al final todos estos episodios no eran sino escaramuzas en la periferia de la gran cuestión que iba a dirimirse en el juicio: quiénes habían puesto las bombas del 11-M, por qué y para qué. De ahí que cuando comenzó la vista oral todas las miradas se posaran en Jamal Zougam, único de los que se sentaban en el banquillo al que se le acusaba de haber colocado uno de los artefactos. Era desde luego el hombre clave de la investigación policial, la ficha de dominó que desde su detención el sábado 13 de marzo, había servido para construir una trama y un relato.

La UCIE -Unidad Especializada en Terrorismo Islámico- tenía a Zougam en su punto de mira desde que le había investigado sin éxito por sus supuestas relaciones con Abu Dadah, el integrista condenado por pertenencia a Al Qaeda pero absuelto de la vaga acusación de estar implicado en el 11-S. Pero el hecho de que la primera razón por la que se detuviera a Zougam fuera haber vendido en su locutorio de Lavapiés un lote de tarjetas al que pertenecía la del teléfono de la mochila de Vallecas, suscitaba tres dudas muy elementales desde el punto de vista lógico.

La primera, por qué Zougam había permanecido en su comercio, esperando a que lo detuvieran, cuando el viernes por la mañana los medios ya informamos del hallazgo de la mochila y de la investigación policial sobre la tarjeta. La segunda, si Zougam formaba parte del comando, por qué El Chino y sus compinches habían tenido que ir al locutorio, adquirir las tarjetas a través del mostrador y pagarlas a un dependiente. Y la tercera, por qué si había vendido las tarjetas iba luego a participar en la colocación de los explosivos, haciendo correr un doble riesgo a un comando islamista cuyos miembros, en lugar de inmolarse en los trenes, habían decidido provocar la matanza y salir indemnes.

Jamal Zougam durante el juicio del 11-M.

Jamal Zougam durante el juicio del 11-M.

"¿Alguien en su sano juicio puede pensar que una persona utilice las tarjetas que vende en su tienda como parte de las bombas que más adelante van a colocar?", alegaba en el escrito de defensa su abogado José Luis Abascal. "¿No sería esto una imprudencia total por parte de un criminal? ... Podría considerarse [que era] una auténtica calamidad como terrorista".

Zougam se había declarado inocente ante el instructor. La semana antes del juicio, envió a El Mundo un texto manuscrito -respondiendo a un cuestionario de Antonio Rubio- en el que adelantaba la que sería su explicación durante el juicio de por qué se le estaba acusando de la autoría de la masacre.

Según él, había sido elegido a modo de "venganza". Todo tenía su origen en una visita que recibió en su tienda en 2001. Le enseñaron una placa, le obligaron a dar vueltas en un coche y le hicieron una propuesta. "Me ofrecieron trabajar para el CNI... Me dijeron que tenía que ir a la mezquita a ver si viene alguien de un país donde existe la yihad y a cambio me daban lo que quisiera: un piso, pasaporte español, chicas guapas ... Y además si quiero traficar con droga o traer familiares de mi país, lo que haga falta".

Zougam se negó y tres años después, cuando fue detenido el 13 de marzo, uno de los agentes le dijo: "Si hubieras colaborado con nosotros, no te habría pasado esto".

Zougam no podía demostrar lo que contaba. Era muy posible que fuera una invención exculpatoria. Cuando sobre alguien pesa una petición fiscal de 30.000 años de cárcel, parece lógico que aguce el ingenio de la fabulación. Sin embargo, no podíamos olvidar que el CNI llevaba años tratando de infiltrarse en círculos islamistas y que -según nuestras propias investigaciones- había reclutado al menos a tres personas del entorno de Lamari.

Eso hacía verosímil el relato de Zougam, pero no lo convertía en cierto. Contra él pesaban varios testimonios de personas que decían haberle reconocido en un vagón. La mayoría le había identificado después de haber visto su foto masivamente distribuida tras su detención y su consistencia debía quedar acreditada en el juicio oral. Por otra parte, la pauta de conducta de Zougam, buscando piso con su novia en los días anteriores a la masacre, no encajaba en el perfil del terrorista islámico. Además, no había nada en el sumario que lo relacionara con el resto del comando. Ni una huella, ni un rastro de ADN en el piso de Leganés o en la casa de Morata en la que supuestamente se habían montado las bombas. Nada, excepto la tarjeta de la mochila de Vallecas.

No había nada en el sumario que relacionara a Zougam con el resto del comando. Ni una huella, ni un rastro de ADN

Habíamos hablado y escrito tanto de la mochila de Vallecas que nosotros mismos olvidábamos a menudo cuáles eran los dos elementos que la vinculaban objetivamente con la masacre, según la investigación policial. El primero era el teléfono Trum preparado como temporizador y programado para que estallara a la misma hora que estallaron los trenes. El segundo era la carga explosiva compuesta por 10 kilos de Goma 2 ECO, clavos y tornillos.

Al empezar el juicio no sabíamos que el análisis pericial del teléfono nos proporcionaría resultados sorprendentes. Lo que sí sabíamos era que en ninguna de las autopsias realizadas a las víctimas se habían detectado clavos o tornillos. Lo esencial era la Goma 2 ECO.

Tras arduas discusiones, los ocho peritos presentaron un informe preliminar al tribunal en el que subrayaban la aparición del dinitrotolueno, tanto en los focos de las explosiones como en la Goma 2 ECO asociada a los islamistas en la mochila de Vallecas, la Kangoo y el piso de Leganés. Hicieron, eso sí, la distinción de que en este segundo bloque de muestras la presencia del DNT era "en cantidad minoritaria".

Para dejar claro lo que eso implicaba, reprodujimos un documento oficial de la Unión Española de Explosivos, suministrador de Mina Conchita, con la composición química de la Goma 2 ECO. El DNT no figuraba en esa ficha técnica en proporción alguna.

¿Qué explicación podía tener esa contradicción flagrante? El ministerio del Interior filtró a medios afines que ese mismo proveedor había vendido a Mina Conchita con anterioridad una variedad más primitiva del mismo explosivo, llamado Goma 2 EC, que sí incluía el DNT. La diferencia estribaba en una sola letra y la ceremonia de la confusión estaba servida.

En una columna titulada El fin de las verdades absolutas del 11-M, Casimiro fue muy didáctico: "¿Se utilizaba Goma 2 EC en Mina Conchita, de dónde se supone que los terroristas obtuvieron su materia prima en 2004? No. La Goma 2 EC fue sustituida por la Goma 2 ECO en el año 2002. Es verdad que la dinamita con la que traficaba Toro en 2001... era Goma EC que obviamente contenía dinitrotolueno. Sin embargo, los asturianos no vendieron a El Chino y su banda Goma 2 EC en 2004, entre otras cosas, porque hacía cuatro años que ya no se utilizaba en las minas".
Este argumento se veía reforzado por el hecho de que en el piso de Leganés había gran cantidad de cartuchos y envoltorios numerados de Goma 2 ECO, pero ninguno de Goma 2 EC.

Como demuestra la grabación del 6 de febrero, lo primero que se le había venido a la cabeza al director de la pericia Alfonso Vega era que los Tedax hubieran podido manipular tres años antes el análisis de los restos de los focos y engañar al juez instructor. Pero él no podía ni siquiera plantear esa sospecha ante el tribunal sin que todo el relato acusatorio quedara contaminado por esa sospecha. Necesitaba otra explicación.

El propio día 7, cuando tras el apagón nocturno comenzó a generalizarse la detección del DNT también en los explosivos enteros de Vallecas, Leganés y la Kangoo, Vega soltó, como quien no quiere la cosa, delante de sus compañeros, que "un amigo suyo de Galdácano" le había comentado que la Goma 2 ECO "se podía haber contaminado con dicho compuesto en la fábrica de Unión Española de Explosivos en Páramo de Masa".

Cuando varios medios afines al Gobierno se hicieron eco de esa tesis, la empresa -ahora denominada Maxam- emitió un contundente comunicado, advirtiendo que en la Goma 2 ECO de su fábrica nunca se había detectado DNT y para probarlo remitió sendas muestras patrón de los años 2004, 2005 y 2006. Los peritos las analizaron y lo corroboraron: ni la menor traza de DNT.

A mayor abundamiento, resultó que la propia Fiscalía había encargado en 2005, después de que los Tedax incluyeran en un informe al juez otro componente ajeno a la Goma 2 ECO -la metenamina-, el análisis de "la pasta bruta obtenida tras el proceso de fabricación de dicha pasta explosiva". Ese análisis tampoco detectó rastro alguno de DNT. La contaminación de la maquinaria o cualquier otro elemento de la fábrica quedaba pues descartada.

Quedaba como último clavo ardiendo la hipótesis de la contaminación ambiental. Es decir que bien en el laboratorio de los Tedax o en el de la Policía Científica el contacto con otras sustancias o incluso con partículas flotando en el ambiente hubieran alterado la composición del explosivo. Pero antes de tener que recurrir a algo tan retorcido e improbable, a esos peritos que, en efecto, como dijo el teniente Atoche, iban a "hacerse famosos", les tocaba vivir otra emoción fuerte.