Una terraza con un buen número de clientes en Santander.

Una terraza con un buen número de clientes en Santander. EFE

España

La incidencia se desploma en España mientras las comunidades se enredan con el certificado Covid

Mientras que el TSJ de Galicia avala la exigencia del salvoconducto para acceder a la hostelería, la judicatura de Cantabria y Canarias lo rechazan.

10 agosto, 2021 02:48

Un año y medio después del inicio de la pandemia, sigue sin haber una respuesta única contra el coronavirus. El único que podría darla sería el Consejo Interterritorial de Salud, pero no tiene potestades legislativas y, quien las tiene, esto es, el Gobierno central, no quiere saber nada del asunto. Menos después de que los tribunales consideraran ilegal su única intervención en el proceso. Así, cada comunidad autónoma sigue en este proceso de ensayo y error, y a su vez cada Tribunal Superior de Justicia avala o no medidas casi idénticas según el criterio puramente subjetivo de sus miembros.

Este mismo lunes, se supo que los tribunales gallegos avalaban la exigencia del llamado "certificado Covid" para acceder a la hostelería y otros lugares públicos. Los gobiernos de Cantabria y de Canarias han visto, en cambio, como la judicatura tumbaba proyectos muy similares. En Madrid, dicen estar pensándoselo, pero para más tarde, apelando a razones de no discriminación entre los que ya han tenido acceso a la vacuna y los que aún tienen que esperar. En general, da la sensación de que todos están tocando de oído, copiando con mayor o menor éxito las medidas que se implantan en el extranjero.

Por lo menos, ya parece alejado el debate -en su momento muy intenso- sobre si había que volver a los toques de queda, al cierre masivo del ocio nocturno en todo el pais o a la obligatoriedad de las mascarillas en exteriores. Todas estas medidas habrían sido innecesarias y excesivas. Como mucho, pueden servir de prevención justo en los inicios de la transmisión generalizada. Una vez esta empieza, y aunque resulte desesperante, parece que sigue sus propios ritmos: cuando tiene que subir, sube sin parar, y cuando le toca bajar, en torno a cinco-seis semanas después, baja casi por sí misma.

Evolución de los ingresos diarios en Reino Unido.

Evolución de los ingresos diarios en Reino Unido.

El ejemplo de Reino Unido es paradigmático aunque no es el único. Reino Unido decidió abrir todo y lanzarse a la convivencia con el virus el 19 de julio, en pleno pico de contagios, hospitalizaciones y muertos. La lógica indicaba que aquello era un error descomunal que iba a llevar al país al caos. Inmediatamente, sin embargo, bajaron los casos, hasta el punto de que la incidencia ha pasado en estas tres semanas de 796,3 casos por cien mil habitantes a 558,2 y atrás ha quedado el pico de 6.065 hospitalizados del 26 de julio. La última cifra disponible, del 6 de agosto, habla de 5.608 ingresados, y bajando.

¿Quiere eso decir que la mejor defensa contra el virus es no hacer nada? Obviamente, no. Quiere decir, o eso parece porque las verdades absolutas sientan fatal a esta pandemia, que los ciclos, una vez empezados, funcionan con cierta independencia de la intervención humana. O que pueden hacerlo en muchas ocasiones, vaya. A Reino Unido le tocaba bajar y bajó con firmeza incluso con su proceso de vacunación algo estancado respecto a los primeros meses.

Es necesario analizar al detalle estos comportamientos y ver qué es lo que nos quieren decir: cuando, a principios de junio, la incidencia empezó a subir en Reino Unido y luego en Portugal, estaba claro que España iba a ser la siguiente en la lista. A la inversa, la bajada de casos de estos dos países a partir de mediados de julio, indicaba un proceso similar en España en menos de dos semanas.

Afortunadamente, así está siendo y no solo en Galicia, desde luego. Incluso sin medidas claras de restricción y desde luego sin un plan común, la incidencia se está desplomando en España, encabezada por Cataluña, la que antes subió y la que más rápido está bajando. Este lunes, la incidencia acumulada en siete días, se colocó en el país en 224,31 casos por 100.000 habitantes, un 23,14% menos que el lunes pasado. Algo similar vemos en la incidencia en catorce días, que pasa de los 673,52 casos de hace siete días a los 549,06 de ayer. Un descenso del 18,48%. Ya solo cinco comunidades autónomas están por encima de los 600: Baleares, La Rioja, Navarra, Madrid y País Vasco. Solo Castilla La Mancha sube respecto al lunes pasado.

Miguel Ángel Reinoso

Aunque este virus sea imprevisible en sus razones, por así decirlo, no es tan difícil anticipar sus ritmos una vez estos han empezado. La bajada de casos llevará a una bajada drástica de ingresos hospitalarios -matizada, quizá, por el hecho de que la incidencia entre los mayores de 70 años es la que más tarde ha empezado a bajar- y luego seguirá la bajada en el número total de hospitalizados, camas UCI ocupadas y, afortunadamente, fallecidos. De hecho, el número de ingresados de este lunes es prácticamente idéntico al del lunes 2 de agosto: 10.411 por 10.578 de entonces y la única subida que vemos es en UCI: 2.031 por 1.856, un 9,42% más, aunque con la buena noticia de la bajada puntual de Cataluña, que, aun así, sigue en una ocupación Covid del 49,73% frente al 21,98% del total del país.

Como hemos comentado varias veces, es difícil saber exactamente cuánta gente está muriendo. El ministerio ha añadido en este fin de semana 119 defunciones al acumulado, aunque solo haya fechado 50 entre viernes, sábado y domingo. Las comunidades autónomas, por su parte, han notificado 206, que todavía son más que las que se notificaron el pasado fin de semana. En el último mes, las distintas regiones han informado de 1.508 fallecimientos por Covid, una cifra totalmente inesperada y excesiva teniendo en cuenta nuestro grado de vacunación, que hoy ha llegado al 60,2% con la pauta completa.

Lo curioso de todo esto, insisto, es que se produce en medio del debate. Hubo debate cuando subía la incidencia sin parar y lo hay ahora que baja. Lo que no hay, o de manera muy mitigada, son medidas. Básicamente, porque nadie sabe exactamente qué hacer, y la continua apelación a la "ausencia de evidencia científica" como elemento paralizador de cualquier iniciativa hace que solo se pueda actuar cuando ya lo tienes encima, solo que, para entonces, ya es demasiado tarde. La quinta ola habría sido evitable de actuar en su momento, pero ni se sabía cómo actuar ni había muchas ganas de averiguarlo. Al final, de tanto no hacerla caso, parece que acabará marchándose por donde entró. Mientras lo que ha dejado en el camino nos parezca asumible como sociedad, todos contentos. O casi.