En muchas ocasiones he tenido la oportunidad de participar en tribunales de presentaciones, exhibiciones, exámenes de diferentes materias relacionadas con la moda. En los últimos años, me atrevería a decir que en un 90% de los casos, algún o algunos aspectos ligados con la sostenibilidad formaban parte del core de cualquiera de esas entregas.

El término ecodiseño ha colonizado las escuelas para recordar que solo trabajando desde el principio de la creación es posible aplicar criterios de impacto sostenible a las prendas. La determinación del tipo de tejido, desde luego, pero también el patronaje, ahí donde el zero waste gana enteros, son fundamentales para creadores y marcas de moda.

También, desde luego, es esencial producir con monofibras, dado que el uso de diferentes materiales en un mismo modelo complica un posible futuro reciclaje. Y por desgracia es lo que suele suceder en la mayoría de ropa que usamos. Miren las etiquetas de lo que visten mientras leen este artículo para entender mejor si esas son o no fácilmente reciclables. Porque la mezcla de fibras dificulta esa labor.

Y no menos importante es la comunicación que se hace de la producción sostenible, tanto por parte de las marcas y creadores como por la de quienes comunican la existencia de sus prendas. Y, por desgracia, la confusión suele estar servida.

Por eso, me pareció especialmente interesante participar en una mesa redonda, organizada por la Facultad de Ciencias de la Información en la Universidad Complutense de Madrid, en torno al tema de la moda y la sostenibilidad. No en vano, ahí se forma una parte importante de los futuros y futuras profesionales de la comunicación, también la de moda.

Y allí, en ese edificio que se enmarca en la corriente del brutalismo, que tantas veces sintió mis pasos de aún adolescente, la profesora Pilar Cousido, candidata a decana de la facultad, nos reunió a Ignacio Sierra, director general corporativo del grupo Tendam, al creador Modesto Lomba, también presidente de la Asociación de Creadores de Moda de España (ACME), a Tristán Ramírez Ruiz de la Prada, CEO de Ágatha Ruiz de la Prada y a mí misma para hablar de diferentes temas en torno a la sostenibilidad en la larga cadena de valor de la moda.

Se agradecen debates como este, al que asistieron estudiantes de periodismo, publicidad y relaciones públicas, que antes o después trabajarán la comunicación de moda. Porque algún día tendrán que poner a prueba sus conocimientos sobre el tema y divulgarlo, con claridad, sin confusiones.

Precisamente, casi al final del acto, Ignacio Sierra puso en evidencia el gran cóctel formado por términos que usamos mezclados. Hablamos de fast fashion (moda rápida), cuando deberíamos hacerlo de mass fashion (moda masiva), por ejemplo, lo que me he anotado ya para siempre.

La preocupación social existe. La ocupación de marcas y diseñadores es patente. Y la reglamentación que viene de Europa es una realidad que está generando y va a generar en el futuro un ecosistema diferente al que nos ha acompañado durante años y años en los que se ha perdido la diferenciación entre valor y el precio. Nos va a sorprender, nos está sorprendiendo ya ese tsunami legislativo al que se refirió Ignacio Sierra.

Calidad fue seguramente una de las palabras que más se escucharon, emitida por todos los ponentes. Modesto Lomba, desde luego, remarcó la importancia de "tener piezas con esa alma que has ido comprando, que forman parte de tu propia historia", más relevantes, por tanto, y siempre de calidad y con respeto hacia la ropa.

Eso significa, como comentó Tristán Ramírez, invertir en vestimenta que hoy por hoy el consumidor sigue percibiendo como excesivamente cara cuando se le añade el componente de sostenibilidad. "Porque, por ahora —dijo—, la moda sostenible se está manteniendo como de nicho. Siempre que intentas hacer algo con tejidos más sostenibles, más innovadores o de más calidad, el coste es mayor".

Lo cierto es que en este capítulo el tamaño sí importa. Porque las cantidades van a marcar la diferencia. Y en la medida en que las grandes marcas se suban al tren de insumos y producción más sostenibles, habrá más proveedores capaces de cubrir las necesidades correspondientes. Y no solo se reducirán los precios, sino que se popularizarán materiales que hoy por hoy siguen siendo más caros. Por ejemplo, algodones regenerativos.

Se insistió mucho en la mesa sobre ese aspecto de sostenibilidad que tiene que ver con la 'S' de social. Siempre se dice que si una prenda es demasiado barata hay que pensar en lo que está fallando en la cadena de producción. Y normalmente se explica que por lo general falla el trato a las personas. 

Es un hecho —y aquí también hablamos de cantidad— que muchas de nuestras grandes marcas fabricantes en otros países están contribuyendo a mejoras laborales en sus factorías. De hecho, se traslada allí lo que sucede aquí, entendiendo por aquí legislación, imposición de derechos, jornadas e incluso representación de los trabajadores. Al fin y al cabo, están contribuyendo al respeto e implementación de derechos humanos.

Respeto a las prendas y su composición y producción. Esperanza, unida a la tecnología, gran aliada, tanto para la elaboración de fibras como para la fabricación. Consciencia del ciudadano. Circularidad. Calidad. Son conceptos básicos que van a marcar ese giro de 360º que está asimilado al impacto social que significa el consumo sostenible.