El Alcaná

La enfermedad

5 marzo, 2018 00:00

Hacía mucho que no caía malo ni me subía la fiebre. Este estado onírico bamboleante en el que te meces mientras todo tu cuerpo se deshilacha es la frontera entre los dragones  y las mazmorras. Ya no recordaba lo que era que te doliera todo el cuerpo y no pudieras discernir entre vocablo y sueño. Curiosamente, esta semana releía Mortal y rosa, la cumbre lírica de Francisco Umbral, donde cuenta la enfermedad de su hijo. Umbral es el tiempo recobrado de Proust, las magdalenas y los relojes de Dalí, una sensación de angustia creciente por dentro que se expande como un blandiblú. Cuando uno se mira hacia dentro, descubre concavidades que jamás pensó que existieran y pliegues deformes por los que se escapa la vida y su circunstancia.

La enfermedad es una putada, te recuerda que eres mortal y que vas a palmar. Te descentra de tu vida, te arroja fuera de la existencia, te coloca en los exteriores de las coordenadas por las que pasa tu tiempo. La vida dentro de una cama es un mundo inquietante, movedizo, las paredes se doblan y achican, parecen venirse encima. La realidad del delirio se hace carne en las almohadas y la boca reseca su espíritu de sueño. Te duermes como los abuelos y la garganta se raja con puñales de hielo. Mi señorito espera un artículo de actualidad y hoy sólo me salen hienas y oscuros presagios y mordeduras. No echamos en falta la salud hasta que nos falta. Hace diez años me atizó una pericarditis por ser un borrico. La única vez que estuve en el Hospital. Ahora voy a dejar de fumar, pienso apagar el último pitillo y mandarlo a la mierda. Sólo por el dolor agudo y punzante que me ha causado en la garganta. Gayarre dice que debo cuidarme. Estamos hoy para sopas, querido Pedro. Escribe una buena columna mañana, que haga cuidarnos de los Idus de Marzo y sus consecuencias. Cataluña nos devora y los virus se propagan. He visto los almendros en flor. Hay esperanza, pues, detrás del invierno. La primavera se presenta de nuevo con su milagro de espuma. A ver si algún rayo de marzo se cuela por mi tísica ventana.