Pedro Sánchez ha llevado las cosas del gobierno y del PSOE a tal extremo de populismo y caudillismo podémico que estoy pensando en votar a Emiliano García-Page. No es ironía ni sarcasmo. España necesita un partido de centro izquierda homologable con la izquierda europea, de la misma manera que es imprescindible otro de centro derecha con la misma impronta que le sirva de alternativa de gobierno. La misión fundamental de los dos partidos sería librarnos de esa calamidad del populismo, que a izquierda y derecha representan Podemos y Vox, y reforzar el único sistema político que se puede llamar democrático que no es otro que la democracia liberal. El PSOE de Sánchez ha demostrado en estos tres años que está muy lejos de defender esos principios que solo se ponen en duda en países como Venezuela. Por eso es necesario García-Page, o un perfil político como el que representa, para librarnos de esa calamidad que nos invade y hacer del PSOE un partido verdaderamente constitucional.

Emiliano García-Page, como cualquiera, sabe que la única manera de sobrevivir dentro de su propio partido y tener un futuro político es revalidando su mayoría absoluta en las elecciones regionales de mayo. Si no gana durará menos horas que Luis Enrique después de la eliminación de la Selección Española ante esa potencia mundial del futbol que es Marruecos. El PSOE después de Sánchez está diseñado organizativamente para que el principio del “jefe siempre tiene la razón” se haya impuesto de Ferraz al último de los comités, y en las casas del pueblo un plato de cerámica bien visible con el lema recibe al visitante a la manera de aquellos corazones de Jesús que te advertían con el dedo levantado a la entrada de las casas de orden.

Algunos de mis amigos, se quedan estupefactos con mis pobres razonamientos y me alegan, que si hay que salvar a España del PSOE de Sánchez lo mejor es que una riada se lo lleve por delante, porque el que venga detrás en la Secretaría General recurrirá a la senda iniciada por un tal Zapatero y seguida fielmente por Sánchez de pactos y dependencia de partidos cuyo fin fundamental es desmantelar lo construido en cuarenta años de democracia y quinientos de la existencia de España.

Luego, la verdad, salen esas encuestas que le dan a García-Page una mayoría más absoluta que en el dos mil diecinueve y uno se tranquiliza. Emiliano no va a necesitar mi voto y uno no va a tener que lidiar con estos dilemas morales y con estos amigos que me llaman ingenuo y que a lo peor no me invitan otra vez a comer. Pues eso.