La decisión del Gobierno regional de cerrar los colegios este martes solo demuestra una cosa: su insoportable tentación paternalista. Se creen dueños de nuestro tiempo y, por eso, asumen que los ciudadanos debemos buscarnos la vida y conciliar como podamos el trabajo con la crianza. Se les olvida que la educación es un servicio delegado, por el que pagamos, y que no tienen derecho alguno a interrumpirlo a su antojo. Los colegios no son suyos, ni los públicos ni los concertados. Desconocen el principio de subsidiariedad, porque el que les gusta es el de autoridad.

No hay razón objetiva para tomar una medida que incluso el Gobierno central desaconsejaba. Hasta Marlaska, paladín de la incompetencia, se dio cuenta de que los colegios debían estar abiertos hoy, aunque fuera sin actividad lectiva. Pero García Page dijo que no. Se reunieron de urgencia anoche y, pasadas las 23:00 h, cuando la luz ya había vuelto a amplias zonas de la región, tomaron esta decisión profundamente equivocada.

Pero ¿qué se han creído? ¿En qué mundo viven estos dirigentes de moqueta y presupuesto? Desconocen cómo es la vida real: las horas que pasa la gente en la furgoneta, desmontando andamios, atendiendo clientes, doblando el lomo en el campo, fregando suelos… Se creen con derecho a jugar con nuestras rutinas porque han olvidado que su principal obligación es servirnos. Pero no con ese paternalismo cutre y populista del que andan sobrados, sino con la diligencia de quien se asume servidor del ciudadano y gestor de sus recursos por delegación.

Hoy, miles de familias tienen que hacer malabares para atender a sus hijos porque a García Page le ha dado la gana. Es el único responsable. Espero que la causa de este despropósito no sea fastidiar a Sánchez, porque solo faltaría que las familias castellano-manchegas tuvieran que sufrir las peleas y los ataques de cuernos del uno y del otro. Uno, el que cierra los colegios a voluntad; el otro, que tardó seis horas en comparecer para no decir absolutamente nada. Seguramente porque, en esta ocasión, no tenía a mano a nadie a quien echarle la culpa.

Así que, querido conciudadano, cuando hoy tenga que llevarse al crío al taller o pedirle al abuelo que se haga cargo, piense que hay un único responsable: el presidente de Castilla-La Mancha.