Juan Carlos de Borbón ha escrito un libro melancólico y, tal vez por eso, delicado y profundo. Predomina en él la moderación, la prudencia en el juicio, el respeto a los que de él discrepan, la serenidad histórica y la sencillez. Esa extraordinaria sencillez no le abandona nunca. Impregna todas las páginas de Reconciliación (Planeta).

Sin estridencias ni aspavientos, Juan Carlos de Borbón transmite al lector su vida extraordinaria y lo hace al margen de presunciones y altanerías. Salvo aquellos que están zarandeados por intereses sectarios, los lectores de Reconciliación solo encontrarán en el libro, excelente libro, por cierto, rigor histórico, generosidad y melancolía. Y amor profundo, amor permanente por España, a lo largo de una vida que el Rey padre narra con sinceridad.

Don Juan Carlos se casó profundamente enamorado de Doña Sofía, a la que dedica en el libro elogios incansables por su inteligencia, su simpatía, su sentido de la responsabilidad. “Compañera incomparable, madre entregada, gran Reina”, escribe el Rey y añade: “Estaba muy enamorado de ella, me sentí feliz y realizado a su lado... Es una mujer admirable y leal con la que tengo una enorme deuda”.

A Doña Letizia, aparte las naturales reticencias iniciales de casi todos los suegros, le dedica palabras de agradecimiento: “Se mostró muy amable y atenta durante el funeral de Isabel II, y me ayudó a levantarme cada vez que fue necesario”. Subraya que ha educado maravillosamente a sus hijas, Leonor y Sofía.

Don Juan fue su Rey durante 36 años. Don Juan Carlos derrocha agradecimiento al referirse a él. “Olvidó sus ambiciones personales y sacrificó su destino por España. Todo cuanto yo he hecho por este país fue gracias a él... Se convirtió en mi mejor consejero, mi más fiel e infalible sostén”.

Sin estridencias ni aspavientos, Juan Carlos de Borbón transmite al lector su vida extraordinaria y lo hace al margen de presunciones y altanerías

A su hijo Felipe le trata en todo el libro con cariño y admiración. Resalta sus cualidades. Destaca que “afrontó con firmeza la crisis institucional de 2017 pronunciando un discurso importante digno de un gran Rey”, que se ha convertido “en el primer y mejor servidor de los españoles y de la Corona”. Y afirma: “Nos ha hecho sentirnos orgullosos a todos”.

De sus hijas, las Infantas Elena y Cristina, habla con amor de padre. De su hermana, la Infanta Pilar, con admiración y de su otra hermana, la Infanta Margarita, con ternura. De su madre destaca el espíritu de concordia de Doña María, sus virtudes cristianas, su sentido familiar . Capítulo especial, por cierto, para su abuela la Reina Victoria Eugenia.

Se refiere a sus colaboradores con deferencia: Mondéjar aparte, llama a Fernández Campo, Spottorno, Aza y Almansa, sus “cuatro mosqueteros”. Tiene un recuerdo generoso hacia su preceptor Eugenio Vegas Latapié y alguna reticencia para el duque de la Torre. A Pedro Sainz Rodríguez lo cubre de elogios. “Desempeñó un papel decisivo en mi destino”, afirma.

Se complace en subrayar su relación con Claudio Sánchez Albornoz, jefe de Gobierno de la República en el exilio. Suárez, Calvo-Sotelo, Aznar y Zapatero desfilan por las páginas de Reconciliación en las que presta atención especial a Felipe González.

A Franco le llama dictador. Tiene la dignidad personal de reconocer lo que para él significó. “No se pueden borrar de golpe –escribe– casi cuarenta años de nuestra Historia”. Y explica luego la relación que mantuvo con Santiago Carrillo y con Tierno Galván.

Trata con delicadeza y respeto la evolución política actual, si bien escribe: “Algunos políticos nos han demostrado que su ambición personal está por encima de los intereses del país”. No he encontrado en todo el libro una sola palabra dictada por el rencor. “Durante mi reinado –asegura– he ayudado de manera espontánea a empresarios españoles sin ninguna compensación ni contrapartida a cambio”.

Cuenta su versión del 23-F, golpe de Estado que no triunfó gracias a él y considera a Alfonso Armada un traidor. “La Monarquía española –asegura– es la única del mundo votada dos veces: primero por las Cortes y luego por referéndum”.

Y subraya esta frase que le dijo Santiago Carrillo sobre su relación con Franco: “Señor, usted nos ha engañado a todos. Para hacerse el tonto durante tantos años, hay que ser muy listo”. Explica, en fin, el Rey padre el accidente en el que murió su hermano adorado Don Alfonso: “Nunca me recuperé de esta desgracia. El sentido de lo trágico arraigó desde entonces en mí”.

Libro excelente, en fin, que solo el sectarismo político puede cuestionar. Otra cosa es la oportunidad de su publicación. Tal y como están las cosas, hoy por hoy, Don Juan Carlos, diga lo que diga, haga lo que haga, tendrá tal vez el apoyo del 20% de los medios de comunicación, pero el rechazo del 80%.