Image: La dignidad de Miguel Delibes

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Primera palabra

La dignidad de Miguel Delibes

19 marzo, 2010 01:00

En 1960, Gonzalo Fernández de la Mora y Mon era un personaje de relieve en la vida intelectual española. Hombre de sólida cultura, de formación recia, de ambición incontenida, tenía influencia considerable sobre Torcuato Luca de Tena, dueño de ABC, periódico que en aquella época lo era todo en la vida española. Fernández de la Mora fue miembro del Consejo Privado de Don Juan III, que defendía la Monarquía parlamentaria, la Monarquía de todos, contra la dictadura de Franco. Sirvió al Rey en el exilio, cerdeó después durante un par de años, traicionó finalmente a Don Juan y se pasó a Franco.

El Mariano de Cavia, Toisón de Oro de los premios periodísticos españoles, se había convertido en el icono de la gran atracción literaria. Fernández de la Mora destacaba en el artículo político y ambicionaba el Cavia. Le iba la vida en ello. Se presentó varias veces sin éxito y en cada ocasión removía Roma con Santiago para alcanzar sus propósitos. Torcuato nombró en 1960 un jurado de nivel en el que figuraban José Camón Aznar, Enrique Llovet, Francisco de Luis, Jesús Pabón y Miguel Delibes. Tras las sucesivas votaciones que se celebrabaron en el despacho del fundador de ABC, se galardonó con el Premio Mariano de Cavia 1959, no sin cierto escándalo en los medios literarios, a Gonzalo Fernández de la Mora, que aspiraba también, por cierto, a ser elegido académico de número de la Real Academia Española.

Hasta aquí, todo normal. ABC dio máxima amplitud a la concesión de sus premios: el Cavia y el Luca de Tena. En la noticia se afirmaba que el jurado otorgó por unanimidad el galardón a Fernández de la Mora. Miguel Delibes, colaborador habitual del periódico, dirigió una carta discreta y respetuosa al director de ABC, rectificando la noticia y afirmando que la unanimidad no se había producido porque él no había votado a Fernández de la Mora. No sé por qué se decidió no publicar la carta.
Miguel Delibes, sin un aspaviento, dejó la colaboración de ABC y se negó sistemáticamente a participar en todo lo referente al periódico. Fue un gesto que aplaudió la entera república de las Letras. La dignidad del hidalgo castellano estaba por encima de todo. Y Delibes siguió escribiendo una novela tras otra. He dicho en muchas ocasiones que después de Cervantes y Pérez Galdós es, en mi opinión, el mejor novelista que ha dado la Literatura española, por encima de Pío Baroja, de Clarín, de Valle-Inclán o de Cela.

Veintitrés años después de toda esta historia era yo director de ABC. Y quise recuperar la colaboración de Miguel Delibes. No fue fácil. Viajes a Valladolid, largas conversaciones, nutrida correspondencia... Por fin, el autor de El príncipe destronado me dijo que sí y sus espléndidos artículos reaparecieron en la Tercera de un periódico que figura, en el informe norteamericano Merrill, como uno de los diez mejores de la historia del periodismo mundial.

En la última semana, se han multiplicado los homenajes a Miguel Delibes. Hace un mes dediqué yo a su obra la Primera Palabra de El Cultural. Hoy rindo mi tributo al sentido de la dignidad de un viejo castellano que fue hombre de bien y novelista incomparable.

Zig zag

Nadie niega hoy en la república de las Letras el gran éxito periodístico que se ha apuntado Blanca Berasátegui con la información sobre el autor del Lazarillo, desvelado quizá por los arduos trabajos de investigación de Mercedes Agulló. Lástima que no viva Fernando Lázaro Carreter. Me hubiera gustado conocer su opinión. Hay investigadores que dan máxima importancia a lo publicado en estas páginas. Los hay que consideran a Mercedes Agulló una “bibliotecaria benemérita” pero niegan rigor científico a su investigación. Las espadas están en alto. Ya veremos en qué queda esta refriega sobre el autor de un libro clave que nunca fue anónimo sino apócrifo.