Imagen | Una estética de la avidez

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Mínima molestia

Julián

La muerte súbita de Julián Rodríguez Marcos, con apenas 50 años, ha producido una muy justificable consternación en el medio editorial español

15 julio, 2019 05:11

Por mucho que fuera sabido que los negros heraldos de la muerte lo habían visitado tiempo atrás –prescribiendo líneas rojas, cautelas y alarmas a un organismo que a simple vista seguía mostrándose, como siempre, sólido, compacto y poderoso, todavía apto, se diría, para resistir los excesos a que tan dado había sido–, la muerte súbita de Julián Rodríguez Marcos, con apenas cumplidos los 50 años de edad, ha producido una muy justificable consternación en el medio editorial español, y más ampliamente en el medio editorial en lengua española. No era para menos, dada la trayectoria tan singular de este incansable activista y agitador cultural, él mismo narrador muy notable además de editor señero, y encima galerista de arte, amén de impulsor de toda suerte de iniciativas empresariales y tenaz urdidor y conseguidor de alianzas prometedoras.

El impacto de la muerte prematura de Julián se superpone al muy grande que produjo, apenas seis meses atrás, la de Claudio López de Lamadrid, con apenas cincuenta y nueve años. La desaparición, el mismo año, de estos dos editores relativamente jóvenes, los dos muy caracterizados, situados al frente de dos proyectos, aunque muy diferentes, de largas miras, en buena medida relacionados con su empeño por normalizar el tráfico literario en lengua española entre una y otra orilla del Atlántico, constituye una auténtica catástrofe en varios sentidos. El mundo editorial español ha quedado seriamente mermado con estas dos muertes, que dejan un vacío difícil de suplir, sobre todo porque, pese a jugar en ligas distintas, por así decirlo, Julián y Claudio compartían no pocos gustos e inquietudes, entre éstas las relativas a la búsqueda de nuevos cauces en los que reorientar el mercado del libro.

Fallecidos Julián Rodríguez Marcos y Claudio López de Lamadrid, y jubilado Constantino Bértolo, insisto en que uno de los vectores más dinámicos de la industria editorial española ha sufrido una merma grave

No deja de ser significativo que la obra narrativa de Julián Rodríguez Marcos terminara siendo editada por Claudio en Literatura Random House (también en Debolsillo), y que así fuera por vía de Constantino Bértolo, primer editor de Julián, quien a su vez actuaría como editor de Bértolo, al frente entretanto del experimento editorial de Caballo de Troya, diseñado en estrecha complicidad con Claudio. Más allá de la conexiones amistosas que explican estas concurrencias, lo que importa ver en esto es una sensibilidad y unos métodos de trabajo afines que constituían no tanto una línea como un estilo de acción editorial basado en la convicción de que se venía haciendo imprescindible, desde mucho atrás, ampliar el radio de acción del mundo editorial, algo, esto último, en que los tres nombres reunidos en este párrafo –el de Julián Rodríguez Marcos, el de Constantino Bértolo y el de Claudio López de Lamadrid– han sido adelantados.

Fallecidos Julián y Claudio, y jubilado Constantino, insisto en que uno de los vectores más dinámicos e inconformes de la industria editorial española ha sufrido una merma grave. Por lo que toca a Julián y a su labor en Periférica, uno imagina el desamparo al que quedan expuestos determinados autores españoles y latinoamericanos cuyo “juego” y fortuna en el campo literario cuesta imaginar fuera del marco de ese sello.

En cuanto a la obra narrativa del mismo Julián, adelantada en tantos aspectos a algunas de las tendencias que han venido abriéndose paso en los últimos años, pero a la vez postergada, se diría, por él mismo, que la subordinó a sus intereses como editor, galerista y promotor cultural, puede que el mejor modo de encomiarla sea recordar las palabras que le dedicó su editor Constantino Bértolo cuando en 2004 le fue concedido a Julián el Premio Nuevo Talento de FNAC. Dijo Bértolo en esa ocasión que las novelas que Julián llevaba publicadas hasta entonces venían a desbrozar el solar en que todo invitaba a pensar que no tardaría alzándose un edificio narrativo todavía por construir. Y es cierto que, pese a tantos méritos que cabe señalar en unos libros escritos en su día a contrapelo de las corrientes hegemónicas, de Julián esperábamos muchos la novela que lo ratificaría como gran escritor.

Su muerte temprana deja el vacío de esa obra finalmente incumplida, debido acaso a tanta y tan generosa energía como puso en las obras de los otros, y en su empeño en convertir la editorial Periférica, a su vez, en solar de nuevas construcciones.