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ChatGPT, ¿sustituto o complemento?

La Inteligencia Artificial está produciendo ya herramientas que pueden ser una ayuda para el creador o un lastre que estandarice sus trabajos. ¿Cómo afectará a la cultura su total implantación?

Agustín Fernández Mallo Idoia Salazar
2 mayo, 2023 02:19
Agustín Fernández Mallo

Agustín Fernández Mallo

Pero, ¿qué es lo humano?

Agustín Fernández Mallo
Físico y escritor. Autor de La forma de la multitud (Galaxia Gutenberg)

Es común: cuando una herramienta nueva provoca cambios cualitativos, surgen voces apocalípticas. Pero también, y con más o menos rapidez, son establecidos mecanismos de control si sus usos van en contra del bienestar social; lo contrario constituiría una dinámica “antiantropológica”, opuesta al desarrollo de la especie. Lo hemos visto muchas veces –industria nuclear de guerra, amenaza Covid o cambio climático–. En este marco no apocalíptico encuadro la irrupción de las inteligencias artificiales: instrumentos no de destrucción de lo ya existente, sino evolutivos.

De hecho, la Inteligencia Artificial hace muchos años que está entre nosotros, desde su uso para la detección de tumores al propio buscador Google. La alarma y novedad viene de su supuesta capacidad para sustituir tareas para las que el humano creía tener exclusividad: la creatividad, alumbrar objetos propiamente metafóricos. Hay que decir que para eso todavía falta mucho.

Yendo al núcleo de la falacia apocalíptica, recordemos que la irrupción del ChatGPT no impide la creación manual de textos, de modo que es una herramienta que suma opciones, no destruye lo ya existente; siempre se podrá optar por la escritura convencional y el diálogo con otros humanos. El pánico, pues, parece venir de otros lugares; se me ocurren dos principalmente.

La alarma viene de su supuesta capacidad para sustituir tareas para las que el humano creía tener exclusividad: la creatividad

1) Miedo al fraude, la sospecha de que algo fabricado por una máquina pueda atribuirse a la creatividad de un escritor. Ante esto hay que decir que cuando el perfeccionamiento de los algoritmos de aprendizaje de la máquina sean tales que pueda darse esa confusión, se habrán desarrollado “contraalgoritmos” que en gran medida los detecten. También, y como ocurre con cualquier práctica fraudulenta, la sociedad civil y las diferentes legislaciones establecerán medidas de control. Aún así, y como ocurre con cualquier sistema real, la posibilidad de fraude es inherente.

2) Miedo a que la escritura automatizada reste puestos de trabajo, sobre todo en el redactado de informes y otros estilos fácilmente imitables por máquinas. Este miedo lo veo mucho más realista; pero se entiende que, en tal caso, la industria creará otros tipos de trabajos que antes o bien eran más escasos –por ejemplo, programadores– o que directamente no existían.

En el campo de lo propiamente creativo, mi opinión es que se desdoblará en dos: la ficción tal como la conocemos hasta ahora, que seguirá su curso, y la ficción escrita por máquinas, con sus propios criterios de calidad y especificidades –por ejemplo, el acto creativo propiamente dicho ya no se hallará en la escritura, sino en la mejor o peor programación y entrenamiento de redes neuronales simuladas–.

El verdadero problema –en realidad, el único– acontecerá cuando las redes neuronales artificiales alcancen una complejidad tal, que espontáneamente se constituyan –como le ocurrió al cerebro humano– en fenómenos emergentes, y por lo tanto en sujetos de derecho. Si tal día llega, a ver quién tiene la potestad de desenchufarlas –de cometer, técnicamente, un asesinato–. La Inteligencia. 

Idoia Salazar

Idoia Salazar

En busca de una ‘musa artificial’

Idoia Salazar
Presidenta y fundadora de OdiseIA. Coautura de El mito del algoritmo (Anaya)

La Inteligencia Artificial ha hecho renacer con fuerza algunas de las preguntas más antiguas de la historia de la Humanidad, como: ¿Qué somos? ¿Qué es el alma? ¿Y la consciencia? ¿Y los sentimientos? Los nuevos estudios se basan en la probabilidad de que estos descubrimientos nos lleven a obtener la capacidad de trasladarlos a ‘seres’ hasta ahora inertes. Inanimados. Jugamos a ser el Dr. Frankenstein de la famosa novela de Mary Shelley. Lo hemos hecho, al menos en nuestra imaginación, desde más allá de la Antigua Grecia.

Pero es ahora, en este momento de nuestra historia, como humanidad, cuando tenemos ‘poder’ para hacerlo realidad, al menos en parte. Actitudes hasta ahora únicamente humanas, como la toma de decisiones autónomas, la creatividad o la originalidad comienzan a acompañar a una tecnología de un potencial sin precedentes que está haciendo temblar algunos de nuestros cimientos más básicos.

En este sentido, la apertura al mundo de los modelos de lenguaje como ChatGPT o GPT4 ha supuesto, sin duda, una revolución que empezará a provocar, en breve, un cambio, sino drástico, bastante importante, en muchas de nuestras rutinas. Su facilidad de uso, su precio y su tremenda utilidad la convertirán en una de las herramientas más usadas de los últimos tiempos. Esto es incuestionable. Ha comenzado la Era de la Inteligencia Artificial.

Su facilidad de uso, su precio y su utilidad convertirán los modelos de lenguaje ChatGPt en una de las herramientas más usadas

Pero, ¿cuál debería ser nuestra posición, como humanidad, ante tal avance tecnológico que, incluso, puede llegar a parecer ‘creativo’ en sus acciones? Es un momento de aprendizaje. Más allá de asustarnos, debemos pararnos a pensar cuál es la verdadera utilidad que debemos dar a esta tecnología, teniendo en cuenta sus peculiaridades, limitaciones y ventajas. Por ejemplo, para un escritor, ChatGPT puede usarse para proporcionar ideas y sugerencias en tiempo real. Lo cual puede ayudar a superar el síndrome de la página en blanco.

Sin embargo, la verdadera esencia de la creación literaria reside en la mente del escritor. La labor de las ‘musas naturales’, no artificiales, sigue siendo importante. Debemos recordar que los sistemas de IA se basan en patrones y datos preexistentes, lo que significa que carecen de la capacidad de experimentar la vida de manera genuina y, así, aportar una perspectiva verdaderamente original.

Por supuesto que existe el peligro de que los creadores se vuelvan dependientes de la IA y dejen de explorar sus propias ideas y emociones. La tecnología es adictiva, y la IA Generativa no lo es menos. Pero nuevamente es una opción humana. Debe verse como una herramienta de apoyo al creativo. No una sustitución. Es decir, el problema no está en la tecnología. No está en la IA Generativa, sino en el modo en el que nosotros, los humanos, decidiremos usarla.

El camino no será fácil, pero auguro que puede ser tremendamente productivo si, entre todos, lo encaminamos correctamente. Por favor, pongamos de nuevo al humano en el centro, y a esta herramienta tan potente que es la IA como un acompañamiento que nos permite aumentar nuestras propias capacidades. 

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