'Madre con niño muerto (II)', 1937. Dibujo preparatorio para 'Guernica'. Museo Nacional Reina Sofía. © Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, 2023

'Madre con niño muerto (II)', 1937. Dibujo preparatorio para 'Guernica'. Museo Nacional Reina Sofía. © Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, 2023

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Picasso: el artista universal del siglo XX

No hay mejor exponente de la cultura del siglo pasado que el pintor malagueño, cuyo descomunal legado nos sigue impresionando por su capacidad de interpelación

Juan Manuel Bonet Paloma Alarcó
3 abril, 2023 01:32

Juan Manuel Bonet

Escritor y crítico, ha sido director del IVAM, del Museo Reina Sofía y del Instituto Cervantes

Fascinante Picasso

Últimamente está de moda disparar contra Picasso. En su momento gozó de cierta fama la autora de un libro que lo caricaturizaba como depredador sexual. Y en la presentación del año Picasso en el auditorio del Reina Sofía tuvimos que aguantar, como supuesta contribución artística, un pobre espectáculo teatral que pretendía ridiculizarlo en su relación con las mujeres. Y hemos escuchado a una diputada de extrema izquierda insinuando que sus cuadros estarían mejor en los almacenes que en las paredes de los museos.

Esto último sí que es el colmo: imaginar a nuestro gran moderno, cancelado, escondido en unas pinacotecas como las españolas, que tantísimo tiempo tardaron en reconocerlo…

[Especial: Picasso, 50 años]

Otro ángulo en el que hoy está de moda atacar a Picasso es el político. Se pretende ensuciar su papel en el París ocupado y sobre todo demonizar su compromiso comunista. Soy testigo de cómo un proyecto fantástico en torno a su celebérrima Paloma de la Paz, y a su participación en los congresos de Wroclaw y París por la misma, encuentra todo tipo de dificultades en la hoy cerril Polonia, y cierta resistencia más sorda en España.

Todo esto revela cómo están las cabezas a ambos extremos del tablero político. Se puede admirar a Picasso, Léger, Deineka (el Hopper de Stalin), Éluard, Alberti o Neruda sin ser comunista. O a Pound, Céline, Terragni, Benn, Jünger, Foxá o Luis Moya, sin ser fascista. O a Sade o Bataille, sin ser sádico. O a Rimbaud, sin ser traficante de armas. O a Baudelaire o Michaux, sin ser drogadicto. O a Caravaggio, sin ser asesino.

Frente a tanta tontería, hay que recordar cosas elementales.

Fascinante su retorno al orden, sus retratos lineales ingrescos, sus mujeres monumentales. Fascinantes sus diálogos con Velázquez o Delacroix... A todo esto es a lo que quieren renunciar algunos…

Fascinante su tránsito naturalismo-vanguardia, vía Els Quatre Gats y el modernisme barcelonés, el Madrid noventayochista, sus épocas azul y rosa, su retrato de Gertrude Stein

Fascinante el laboratorio central que fue el Bateau-Lavoir, y dentro de él su taller, donde pintó, con recuerdos de un burdel barcelonés, pero también del arte ibérico y de El Greco, Las señoritas de Avignon –con ellas empieza el espacio cubista, pronto ampliado con sus papiers collés–.

Fascinante el escultor. Sus construcciones cubistas: faro para Tatlin. ¡Y su cabeza de toro hecha con un sillín y un manillar de bicicleta!

Fascinante su trabajo para la escena. Por ejemplo, su primera colaboración con los Ballets Russes, Parade, de Erik Satie sobre libreto de Cocteau: extraordinarios sus decorados, figurines, y telón.

Fascinante el grabador (¡la Suite Vollard!) y el ilustrador de Apollinaire, Breton, Éluard, Góngora, Huidobro, Iliazd, Max Jacob, Reverdy o Salmon.

Fascinante su retorno al orden, sus retratos lineales ingrescos, sus mujeres monumentales, sus devaneos surrealistas. En definitiva, su libertad, saltando de casilla en casilla.

Fascinantes, obviamente, el proceso de creación y exhibición del Guernica; sus diálogos con Velázquez y sus Meninas, Delacroix y sus Mujeres de Argel, Manet y su Desayuno en la hierba; o sus años finales, de incorregible erotismo.

A todo esto es a lo que quieren renunciar algunos…

Paloma Alarcó

Jefa de Conservación de Pintura Moderna del Museo Thyssen-Bornemisza y comisaria de 'Picasso. Lo sagrado y lo profano'

El héroe de las mil caras

En 1907, al contemplar por primera vez Las señoritas de Avignon de Pablo Picasso, en el mítico Bateau-Lavoir de Montmartre, Gertrude Stein se sintió tan consternada que calificaría la pintura de “auténtico cataclismo”. Nadie hasta entonces había transgredido de modo tan violento el canon clásico, ni tratado el cuerpo de la mujer de manera tan despiadada.

En esta pintura iniciática, el artista inventa un lenguaje plástico de enorme radicalidad que rompe con el ilusionismo que se había tardado tantos siglos en erigir. Pero, además, como gran mago de la modernidad, pone ante nuestros ojos un conjuro, lo que él denominó “su primer exorcismo”. Desde aquel momento, lo sagrado y lo profano, lo demoníaco y lo angélico, se ligarán de forma indisoluble en muchas de sus creaciones, en especial a la hora de abordar los temas más universales de su temática: la vida, la muerte, el sexo, la violencia y el dolor.

Es bien conocido el afán insobornable de Picasso por reinventar su arte de forma permanente y llevarlo más allá de los límites de su tiempo. Para lograrlo, combina un férreo espíritu de ruptura e innovación con una ilimitada ambición de medirse con los maestros del pasado. Peor estudiado, pero no por ello menos relevante, es la atracción que la magia y los ritos ejercieron sobre él.

Nadie hasta entonces había transgredido de modo tan violento el canon clásico, ni tratado el cuerpo de la mujer de manera tan despiadada. Inventa un lenguaje plástico de enorme radicalidad

Guiado por sus supersticiones, al reinterpretar las obras de otros artistas, tanto de los maestros antiguos como de los precedentes más cercanos, lo que realmente busca es provocar una transferencia mágica de sus poderes creativos. Al hurgar en el arte de otras culturas, comprende antes que nadie lo que tenían de conjuro esos objetos ceremoniales procedentes de las colonias. Y al acercarse a los ritos paganos o al asimilar la herencia de lo sacramental intenta suscitar una suerte de catarsis en momentos de angustia.

Picasso transforma los mitos paganos de la cultura clásica en metáforas visuales para reflejar sus obsesiones eróticas o su descenso a los infiernos familiares. A su vez confronta lo sagrado de las crucifixiones de la tradición católica española con lo profano del ritual de las corridas de toros para expresar el dolor y la tragedia humana. En Guernica, su gran mural sobre la barbarie, el sacrificio del toro y la violencia de la crucifixión también se superponen para prevenir de las amenazas del futuro.

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En definitiva, su imagen está marcada por el mito del artista subversivo dotado de una extraordinaria capacidad de anticiparse a todo. André Breton fue el primero en percatarse cuando, en 1933, en el primer número de la revista Minotaure, destacó su clarividencia al “confrontar todo lo que existe con todo lo que puede existir”. Como los grandes clásicos, Picasso plantea interrogantes y aporta respuestas a los enigmas de cada generación.

Hoy, cincuenta años después de su muerte, el héroe de las mil caras sigue estando muy vivo.

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