Elba Benítez Virginia Torrente

Elba Benítez Virginia Torrente

DarDos

¿Hacia dónde van las ferias de arte?

¿Hacia dónde van las ferias de arte? ¿Son un puro destino mercantil, un lugar para descubrir artistas, un punto de encuentro de colegas? ¿Tienen que reinventarse? La galerista Elba Benítez y la comisaria Virginia Torrente pulsan la situación en el arranque de ARCO

22 febrero, 2019 01:00
Elba Benítez
Galerista

Una rendija por donde colarnos

Cuando abrí la galería en 1990, existían algunas ferias, ARCO entre otras, pero la galería -su identidad, su localización, el diseño de su espacio y su programa- tenía que tener presencia en el “mundo real”. Hoy, el espacio físico y temporal que ofrece una feria es suficiente para que una galería sobreviva en el mercado, dé visibilidad al trabajo de sus artistas representados y, por ende, construir sus carreras e influir en la cultura contemporánea.

Los compradores de arte contemporáneo -públicos o privados- que acudían a las galerías, hoy acuden a las ferias. Antes creábamos un mercado en la comunidad donde estaba establecida la galería, hoy vamos a buscar los mercados lejos de nuestros domicilios. El comprador de arte actual es una persona con poco tiempo, esta característica se puede aplicar también, en muchos casos, a asesores de arte, comisarios y, a veces, hasta instituciones públicas. Aunque la mayoría de estas últimas van a las ferias habiendo hecho sus elecciones. ¿Qué ha cambiado? El mundo en el que vivimos y con él la manera de hacer transacciones económicas y el sector del arte es fiel reflejo.

"Los compradores de arte contemporáneo que acudían a las galerías, hoy acuden a las ferias. Ahora buscamos los mercados lejos de nuestros domicilios"

¿En qué se diferencian las ferias de arte actuales de aquellas pocas del pasado, qué ofrecen hoy? Hay una tendencia a presentaciones estelares más cercanas a las artes escénicas; la oferta es más amplia y variada para atraer nueva clientela diseñando, cada vez más, nuevos programas comisariados; aparecen formas de arte efímeras, como la performance, frente a la oferta tradicional de formas objetuales de arte; y, sobre todo, se concentra el negocio y el beneficio en un número reducido de galerías con varias sedes en diferentes países. Nos movemos hacia una “mercantilización” del arte, un comportamiento paralelo al de otras empresas que operan internacionalmente. Nuestro mercado se ha expandido cada vez más porque hay más dinero, más activos líquidos, más salidas para el arte y las grandes galerías abren sus oficinas o sucursales cerca de esos focos crecientes.

Para muchas galerías, las ferias fueron el salvavidas durante la gran crisis que asoló el mercado del arte español hasta hace poco. O salías a buscar otros mercados, o cerrabas la galería. Esta ha sido la disyuntiva para las galerías que no queríamos tirar la toalla y seguir contribuyendo a la profesionalización del sector del arte en nuestro país. Y no solamente porque esta salida podía asegurar ingresos suficientes para navegar en tiempos de depresión, sino también, y no menos importante, porque aseguraban a estas galerías, cuyo único capital lo constituye aquellos artistas con los que trabaja, que ellos pudieran seguir produciendo, viviendo de su profesión y sus carreras creciendo.

Las ferias han dado visibilidad al trabajo de muchos artistas, haciendo posible que su carrera profesional se expandiera gracias a comisarios, directores de instituciones, colecciones públicas, incluso antes de que se formara un mercado que demandara su obra. Nos ayudaron a crecer en la competición. Las galerías españolas, obligadas por la adversidad del vacío a nuestro alrededor, hemos encontrado una rendija por donde colarnos en el mercado global.

Virginia Torrente
Comisaria independiente

El lado oscuro ya no existe

La visita a una feria es una mezcla de evento profesional y social. Desde la mirada más inocente, la función y el deseo de un comisario independiente es encontrar artistas interesantes y desconocidos, ver trabajos nuevos de aquellos a los que sigue y, efectivamente, encontrarse con colegas con los que compartir afanes laborales.

Dicho esto, quiero añadir que la visita a una feria puede convertirse en un puro acto hipersocial, comparable a una inauguración sin fin, donde acabamos empleando casi tanto tiempo saludando a conocidos y desconocidos como del que disponemos para ver los stands, o, por lo menos, para hacer un recorrido con un cierto orden sensato, para poder decir que se ha visto todo lo que a uno le interesa.

Tengamos presente que una feria es un lugar de venta, donde las protagonistas son las galerías y las obras de sus artistas, y el destinatario es el coleccionista que tiene la oportunidad de llevársela a su casa o la institución/museo que también compra. Los demás vamos de visita, en un grado de profesionalidad mayor o menor. Sobre este modelo mundial inapelable, existen ligeras diferencias, principalmente basadas en la importancia de la feria de las que hablemos, y es difícil crear variantes novedosas, que se buscan incansablemente, porque, como en todo, hay que renovarse.

"Nuestra feria defiende con uñas su lugar: por veteranía, porque en España necesitamos a muerte su presencia en un sector tan frágil, y porque tiene un nicho donde puede reinventarse"

Para un comisario, independiente o no, el dilema de trabajar para una feria ha dejado hace ya tiempo de significar pasarse al lado oscuro. Su presencia profesional es un complemento que aporta valor de conocimiento indiscutible a una feria, y a él mismo también. Romper el corsé empresarial del modelo feria es difícil, pero admite sin problemas ciertos complementos: encuentros, charlas, premios y debates salpican las ferias, para hacerlas más interesantes y amenas. Incluso secciones y stands comisariados. A las mismas galerías les interesa. Y ARCO así lo ha entendido hace tiempo.

Estamos en momentos de urgencia, de crisis permanente, de postverdades y sobresaltos, de pensamiento líquido, y el arte contemporáneo ha ido acelerándose a lo largo del siglo pasado para, en lo que llevamos de éste, adquirir una velocidad insospechada: nuevas ferias, bienales y sucursales de museos son noticia cada día. Mucho de ello sucede fuera de nuestras fronteras, pero algo se mueve también en nuestro país.

ARCO se posiciona en un lugar difícil en el actual mercado de las ferias. La competencia con los grandes emporios feriales -Basel y Frieze- que extienden tentáculos por las ciudades del mundo es ya imposible (salvo Lisboa, extensión estratégica de ARCO muy bien pensada), pero nuestra feria defiende con uñas su lugar: por veteranía, porque en España necesitamos a muerte su presencia en un sector, el del arte contemporáneo, tan frágil, y porque tiene un nicho donde puede reinventarse, que es lo que toca ahora en la transición de Carlos Urroz a Maribel López, de la que esperamos novedades y sorpresas.