Image: Mediterránea/IV. El Cadaqués de Dalí

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Opinión

Mediterránea/IV. El Cadaqués de Dalí

17 julio, 2002 00:00

Salvador Dalí, “El eco del vacío” (1935)

No se sabe bien si Cadaqués creó a Dalí o Dalí creó a Cadaqués, uno de los lugares de nacimiento del surrealismo, aunque Dalí nació en Figueras o por ahí

Salvador Dalí le impuso a este pueblo su mirada de las cosas, y así es como llegamos a ver un mar rectangular, con aquella niña alzando la piel del agua para ver el perro velazqueño dormido a la sombra del Mediterráneo. Dalí manifiesta en este cuadro que no le teme al plagio si es honrado y descarado. Con un buen collage de plagios se puede hacer un gran cuadro original y generalmente surrealista. Cadaqués es un pueblo un poco surrealista gracias a la mirada de Dalí. Esta fue, por otra parte, la gran aportación de Dalí al surrealismo francés: no ya pintar cosas nunca vistas sino organizar las imágenes clásicas de manera nueva, elocuente, sorpresiva, haciendo del clasicismo otra cosa, dándole la vuelta al academicismo y creando mediante la paranoia crítica o discurso inverso sobre las cosas.

Los vanguardistas habían dicho, efectivamente, que no se trata de reproducir los objetos de la vida, sino de crearlos. Y una forma de crearlos es incardinarlos en contextos inesperados, donde cobran una elocuencia nueva e inquietante. Así, los desnudos femeninos de Delvaux en las estaciones de ferrocarril o las diosas de Magritte con un tiro de pistola en la sien. La interrupción del discurso tradicional y el cruce con otros discursos proporciona realidades de nuevo cuño. Cadaqués tiene un sol parado, una luz espesa, un mar que se hace el muerto y adonde van a dormir los perros con hambre y las niñas malas.

No se sabe bien si Cadaqués creó a Dalí o Dalí creó a Cadaqués, que es uno de los lugares de nacimiento del surrealismo, aunque Dalí nació en Figueras o por ahí. La innovación de Dalí es más importante que la de los otros pintores surrealistas, pues éstos van contra la Historia frontalmente, mientras que el catalán se limita a introducir traveseras de todo clasicismo en la totalidad del panel clásico. Lo que nos está descubriendo con esto es que está todo pintado, está todo dicho, pero como nadie escucha (Mallarmé) hay que volver a repetirlo todo. Dalí trabaja con una calidad deliberadamente artesanal, de modo que sus figuras tengan todas algo de mazapán. Con esto pretende subrayar la calidad comestible del arte clásico, en el buen y en el mal sentido, al tiempo que crea una sensación de distanciamiento y extrañeza en el espectador. Dalí es un gran pintor que se obstina en pintar mal, pero el dibujo le traiciona. Murió dibujando un caballo y aquel caballo no lo hubiera superado Leonardo.

Hay que quedarse en Cadaqués hasta que la atmósfera de plagio y revolución nos haya encharcado el alma. Salvador Dalí admiraba mucho La hora del ángelus, de Millet, pero uno cree que lo que admiraba en este cuadro no era la ingenuidad de la anécdota ni lo naïf del catolicismo, sino el mazapán de la textura en personas y paisaje. Una cosa así sólo puede dar su virtud, y comunicarla a los creyentes, si se pinta con mazapán.

Luego hay un Cristo con el pelo corto, visto en picado, y que tiene el vértigo ascensional de San Juan de la Cruz. Es un mancebo más que un Cristo del Evangelio. La madera de la cruz está pulida y milimetrada; no es un tronco de árbol ni un palo cualquiera sino una madera con calidad de ataud. En la parte baja del cuadro, festoneada por el mar, por la oscuridad y por la nada, hunde sus raíces la cruz de este calvario, y hay una barca atada a no sé qué orilla, que es sin duda la barca de Pedro, pero Pedro se ha ido, como los otros, pues aquella punta de pescadores, o sea los apóstoles, no eran sino unos pequeños burgueses con propiedades en Belén.

La Madonna de Port Lligat no es sino un retrato de Gala, a la que unas veces saca desnuda y otras vestida. Gala no tiene un cuerpo espectacular de judía francesa sino una anatomía sencilla de muchacha del Empordá. Dalí suprime la ley de la gravedad como en los relojes blancos había suprimido la ley del tiempo. Basta con sustraer al Universo una de sus coordenadas para que todo pierda sentido y adquiera magia, o sea sentido poético. Dalí alcanza este surrealismo convincente mientras los demás se contentan con desfigurar. Pero es que Dalí era un gran matemático, así como Cadaqués es un pueblo que a lo mejor ni existe.