Poesía

Poemas de Navidad

Joseph Brodsky

22 junio, 2006 02:00

Traducción de Svetlana Maliavinay y Juan F. Herrera. Visor, 2006. 141 págs, 10 e.

No hace todavía mucho tiempo que terminé de leer el excelente libro que Antonio Martínez Illán ha escrito sobre Brodsky (Seis poemas de Joseph Brodsky, Eunsa, 2005) y me encuentro por ello en un momento ideal para abordar la lectura del libro que hoy comento. Joseph Brodsky (Leningrado, 1940-Nueva York, 1996), recibió tempranamente el Premio Nobel de Literatura, a sus 47 años, y su figura estuvo sometida un tiempo a las reservas y a las sorpresas que tal galardón lleva consigo. A raíz de su muerte nos han llegado algunas versiones de sus libros (Etcétera, Tristia, la antología No vendrá el diluvio tras nosotros o Marea de agua). El ensayo de Illán nos proporciona muchas claves de la vida y la obra de este autor, zarandeadas, como las de tantos rusos de su tiempo, a las sacudidas de la historia y del exilio, a las raíces de la cultura de la que se proviene y al desarraigo de la nueva situación.

Acompañan a los Poemas de Navidad, a modo de epílogo, una entrevista con Brodsky que nos proporciona cierta orientación sobre estos textos intimistas, de lentísima creación. De hecho son poemas que el poeta escribe a lo largo de las navidades de los últimos veinticinco años de su vida. Esta especie de juego inicial acabó siendo para él una necesidad profunda. La teoría no puede sustituir la aventura de leer este sugestivo y revelador libro, que ya en su misma concepción supone un reto y que -a causa del tema central tratado-, lleva consigo un riesgo, pues el autor debe rehuir la caída en el lugar común, en el tópico, en lo ya dicho.

"Oratorio de Navidad" supone esa prueba de llevar el tema de la Navidad del lenguaje y del irracionalismo muy del siglo XX al que acaso puede ser el lenguaje del XXI, menos apegado a lo novedoso y a los espasmos expresivos y más cercano a la transparencia y a la piedad. Bajo este punto de vista, el mensaje va de la desesperación y la duda a la esperanza. La prueba que supone abordar ese tema le lleva al autor por los caminos del razonar y, en consecuencia, por los de la duda. De ahí que un poema importante como es el "Discurso sobre la leche derramada" resulte más convincente en sus descripciones impresionistas, en su sentir natural, que en sus fáciles incursiones monetaristas o escépticas en materia de religión. Del sarcasmo literario fácil pasa a recuperar la fuerza de los símbolos. Todos son dudas hasta que el autor recupera su serenidad y su verdad en el instante de la contemplación: "En el silencio y el ayuno me quedo,/y santiguándome en la ventana, espero/a que la luz de enfrente se apague".

Para reforzar este centrarse en los símbolos y en la interioridad, Brodsky recurre a mitos del mundo clásico, de tal manera que éstos -los grecolatinos, los bíblicos-, constituyen a veces un substrato de apoyo, orientador. Cuando los guiños literarios, la ironía y la razón se acallan, los poemas respiran mejor. Se silencia así el discurso de lo cotidiano (el catastrofismo, el consumismo, el hedonismo), y el símbolo entreabre el ánimo del lector y triunfa la poesía nueva.

Al fondo del espíritu de este libro un poema orientador: "La estrella de Navidad", de Pasternak, autor sin duda de referencia para Brodsky. Juega el autor de Oratorio de Navidad con el lenguaje, salta de un estilo a otro, contiene con la medida al verso o lo libera, pero al final -sobre todo en los seis poemas que cierran el libro- recupera la serenidad y la paz, descendiendo. Y lo hace a través de esos símbolos navideños engañosamente manidos, pero que Brodsky aborda con inteligencia y originalidad. En ellos se salva el libro y nos salvamos los lectores. El desierto, la estrella, la cueva, la nieve, la plegaría, ahondan su significación. Corrían los años de la vida de Brodsky -1993, 1994, 1995…-, y la muerte llamaba a sus puertas. Quizá, por ello, su anual poema navideño se va tornando simple "canción de cuna". El "juego" literario de la Navidad se acabó para el literato, pero el ser humano que había en él, y el lector, se salvan en los hallazgos últimos, en la verdad y originalidad de este libro.


Huida a Egipto
... no se sabe de dónde surgió el guía.
En el desierto, elegido del cielo para el milagro
por su semejanza, pasaron la noche
y alumbraron la hoguera. En la cueva
que cubría la nieve, sin presentir su destino,
dormía el niño en la aureola dorada
de sus cabellos que, en un instante,
se acostumbraron a irradiar su luz-
no sólo entonces y en aquel lugar de tez oscura
sino, en verdad, por todo el mundo, como la estrella,
mientras exista la tierra: por doquier.
Joseph Brodsky