Claire Bretecher (Nantes, 1940) es una de las mejores y más agudas humoristas europeas, pertenecientes a esa escuela francesa que, a partir de los sesenta, se consagró a ridiculizar las debilidades de sus compatriotas, y que ha contado con representantes tan brillantes como Reiser, Lauzier, Wolinski, Cabu, o Binet.

Miembro de una familia "dominada por las mujeres", Bretecher comenzó una andadura en 1963 que la fue llevando por las principales revistas francobelgas de historieta hasta llegar a las páginas del muy reputado "Nouvel Observateur" en 1973, para el que creó su famosa serie de Los frustrados, ácido retrato de una generación llena de contradicciones entre su ideología y sus modos de comportamiento, que en su edición española gozó, lamentablemente, de más pena que gloria. Creadora siempre próxima a la izquierda, pero distante del izquierdismo, esta mujer, que en los últimos años se autoedita sus obras con un creciente éxito en el país galo, se ha caracterizado por sus excelentes diálogos y su capacidad para reflejar toda la gama gestual de sus personajes mediante un estilo gráfico sencillo y estilizado.

Beta emprendió hace dos años la edición en España de sus últimos trabajos y de nuevo, de forma incomprensible, no ha acabado tampoco de producirse el encuentro entre ellos y el público adulto. Así, por ejemplo, la última de esas tras obras traducidas al catalán y castellano, Madres, de la que en Francia se vendieron cerca de cien mil ejemplares, ha pasado desapercibida por casi toda la crítica.

En ese álbum, una vez más Bretecher, que fue definida por el diario "Liberation" como una mujer "con lengua de víbora, pero sin veneno", saca a la palestra, mediante breves relatos humorísticos, los problemas a los que las mujeres deben hacer frente cada vez que deciden asumir esa compleja llamada biológica que es la maternidad. Y la risa y la lágrima fluyen por igual.