Image: Dejar de recordar no puedo

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Novela

Dejar de recordar no puedo

José Antonio Gurpegui

23 junio, 2017 02:00

José Antonio Gurpegui. Foto: Ouka Lele

Huerga & Fierro. Madrid, 2017. 288 páginas, 18 €

Ahora que está tan de moda la autoficción -relatos donde el autor aparece con su propio nombre o señas de identidad inequívocas-, conviene recordar una obviedad: la experiencia personal sustenta una amplísima parte de las novelas que se han escrito.

José Antonio Gurpegui (San Adrián, Navarra, 1958) pone sin disimulo elementos biográficos al servicio de Dejar de recordar no puedo. Profesor de literatura norteamericana y estudioso de esta disciplina, cuenta las relaciones de alguien que tiene su misma dedicación, Joaquín, con una atractiva chica, Isabel, a la que dirige la tesis doctoral y ayuda en su carrera académica. Buena parte de la novela recrea las particularidades de los departamentos universitarios con el detallado noticierismo al alcance solo de quien conoce ese campo de primera mano: las componendas en las oposiciones, el colegueo en los tribunales de tesis, las intrigas en los departamentos e incluso detalles tan nimios como el reparto de horarios docentes. Si estas informaciones costumbristas -que generan un retrato negativo de nuestra universidad- no dieran que pensar en un sostén biográfico de la obra, lo harían las iniciales, J.A.G., con que Joaquín firma un correo electrónico.

No hay que entender, por eso, que Gurpegui refiera su vida privada en el libro, sino que, en lugar de inventar situaciones ajenas, se sirve de la autobiografía profesional como cañamazo anecdótico de una densa y muy culta historia psicologista: la relación entre el profesor y la discípula. Un impulso pasional fuerte anuda a un hombre maduro y escéptico y a una joven atractiva y ambiciosa.

Tal trama da lugar a una rica exploración de interiores en la que afloran los instintos, los daños familiares colaterales o la culpa. Desde este retrato concreto de almas que se buscan, el autor da el salto al análisis de un asunto genérico, el misterio de las relaciones entre hombres y mujeres. Y con él vincula la jugosa exploración del deseo, la soledad, o las ilusiones y fracasos, en suma, de los impulsos y aspiraciones que constituyen la trama básica de la existencia. Estos elementos se inscriben en una vivencia acuciante de la temporalidad muy lograda. Y todo junto se ahorma dentro de una inquietud sustancial, la apremiante pregunta sobre el sentido de la vida.

Aunque Gurpegui acoja su historia amorosa de corte convencional en una composición compleja -con narración, diario, cartas o monólogo interior y variedad de recursos técnicos-, consigue una alta fuerza comunicativa. El aliento clásico de la novela tiene, sin embargo, una presentación material vanguardista: hay que leer el libro de atrás hacia adelante. No le veo ninguna ventaja al experimento, que causa una continuada molestia.