Image: El cartógrafo de Lisboa

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Novela

El cartógrafo de Lisboa

Erik Orsenna

13 abril, 2012 02:00

Erik Orsenna

Traducción de J. M. Salmerón. Tusquets. 336 pp., 19'25 e.

Nos hallamos ante una obra que no es novela histórica propiamente dicha ni biografía amañada, sino una recreación ficticia de la cara oscura del descubrimiento de América, narrada por un hermano de Cristóbal Colón. Erik Orsenna (pseudónimo de Éric Arnoult, París, 1947), autor polifacético, economista de formación y miembro de número de la Academia Francesa, aborda un tema cuyo tratamiento exige prudencia, pues los sucesos que rodean este momento histórico tienden a colorearse con las tintas de la leyenda negra. Numerosos pseudo-historiadores ingleses, franceses y holandeses, llevan siglos tejiendo sus calumnias en torno a la llegada de los españoles al Nuevo Mundo.

La novela empieza con un preámbulo que enmarca el libro con una visión del maltrato de los españoles a los indios que no se corresponde con la verdad comprobada. Sí es histórica la figura del fraile dominico, Antonio de Montesinos, quien predica en la obra sendos sermones ante el virrey de España, Diego Colón, el único hijo del descubridor, en los que criticó las prácticas de los españoles y su trato a los indígenas. "Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre a estos indios? (pág. 18). Así fue. Montesinos, igual que su seguidor, el padre Bartolomé de Las Casas (1484-1566), pretendían inspirar el amor a los indígenas, la piedad y comprensión por su situación, sin hacer una crítica feroz de los españoles como alegan los tergiversadores. Orsenna tampoco se salva de situarse en esa órbita, si bien su propósito, el contar un aspecto de la empresa americana le lleva por derroteros narrativos en los que el interés por lo ocurrido, los preparativos del gran viaje colombino, le absuelve en parte del antiespañolismo.

Corre 1511 y nos encontramos en la isla La Española (hoy Santo Domingo y Haití), cuando el joven dominico De las Casas, influido por los sermones de Montesinos, acude a su tocayo Bartolomé Colón, el hermano del descubridor muerto cinco años antes, para que le ponga en antecedentes sobre las intenciones del navegante al iniciar su aventura. Lleva consigo a otro joven dominico, Jerónimo, que será el escriba del relato de Bartolomé. Comienza en Lisboa, hacia 1469, cuando el genovés llega a la capital portuguesa con 16 años, guiado por la determinación de aprender el oficio de cartógrafo, uno de los más importantes de su época.

Pasados unos años, Cristobal naufraga casualmente en las costas de Portugal. Del reencuentro de los hermanos surge una colaboración en la que aparece la genialidad del descubridor. Vivirán juntos ocho años haciendo planes, consultando mapas y libros nacidos en la recién inventada imprenta. La empresa pretendía nada menos que llegar a la China navegando hacia el oeste, lo que, como sabemos le haría toparse con América.

La descripción de la cartografía en los tiempos en los que la tierra se consideraba plana, la importancia de los mapas falsos para engañar a la competencia junto con mil breves historias protagonizadas por los pobladores de Lisboa en tiempos del rey Juan II, ofrecen un rico mosaico novelesco. Aquella sociedad y sus costumbres, quedan representados con detalle y buen tino por Orsenna. Lectura, pues, entretenida y sustanciosa.