Image: No llames a casa

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Novela

No llames a casa

Carlos Zanón

6 abril, 2012 02:00

Carlos Zanón. Foto: Domenec Umbert

RBA. Barcelona, 2011. 288 pp., 18 e. Ebook: 13'78 e.

El inframundo barcelonés, lleno de personajes fracasados que han perdido su anclaje familiar, y una continua exploración en el espíritu de los personajes están en esta novela de Carlos Zanón que vale la pena leer.

He aquí una novela negra de Carlos Zanón (Barcelona, 1966) de la que conviene ocuparse, porque ofrece no pocos aspectos marcadamente originales. Casi lo de menos es señalar que la primera edición de la obra se ha agotado en un mes, porque un éxito de esta naturaleza no es forzosamente señal de calidad literaria. No llames a casa es, sin embargo, una muestra sobresaliente del género, que se aparta de clichés previsibles sin desfigurar por ello los caracteres ineludibles de la historia. El lector espera siempre que, con todas las variantes posibles, la novela negra relate un delito -o varios- y las subsiguientes pesquisas para aclararlo, con frecuencia a cargo de investigadores privados, de acuerdo con los patrones fijados por los modelos clásicos. A Zanón, en cambio, no le ha interesado el proceso de las indagaciones encaminadas al esclarecimiento de un crimen, y ha planteado su narración siguiendo el camino inverso: lo que importa reconstruir son las circunstancias, los caracteres, los ambientes y las formas de vida que han empujado a un individuo al crimen. Aquí no hay policías, ni detectives privados, ni investigación propiamente dicha -ni siquiera castigo del malhechor-, porque los hechos delictivos se producen cuando la historia narrada concluye. Hasta llegar a este punto lo que predomina es el relato de tres modestos delincuentes -dos hombres y una mujer- que viven de chantajear, no siempre con éxito, a parejas furtivas con esporádicas relaciones extramatrimoniales, bajo la amenaza de revelar los hechos a los respectivos cónyuges. Los tres viven en ambientes sórdidos; han dormido en vestíbulos de bancos con cajeros automáticos, en pisos abandonados, y han tenido que acudir a menudo a los comedores sociales. Bruno y Raquel, junto al hermanastro de ésta, Cristian, arrastran, a pesar de sus ocasionales ingresos de dinero, una vida mísera, envueltos en alcohol, drogas, bares mugrientos y, algunas veces, partidas de cartas con sujetos desocupados y pendencieros.

El inframundo barcelonés, lleno de personajes fracasados que han perdido su anclaje familiar -Dolors, Raquel, la anciana María-, está muy eficazmente delineado, pero sería insuficiente si no fuera acompañado por una continua exploración en el espíritu de los personajes, con detalles pertinentes acerca de sus pensamientos, sus frustraciones o sus proyectos, en un encadenamiento de notable variedad, donde el relato en tercera persona alterna a veces con los monólogos en segunda, que podrían ser tanto la voz del narrador omnisciente como la conciencia admonitoria del propio personaje. Acaso haya en este aspecto un exceso de informaciones, de igual modo que los diálogos, siempre escuetos, se abandonan en alguna ocasión a terrenos retóricos no muy adecuados (véase el discurso -por otra parte excelente- que la prostituta Leila dirige a Max en pág. 233). También la historia paralela de Max y Merche -otro mundo, otro barrio, otro nivel social- y su convergencia con Bruno y los suyos está narrada con medida progresión. Los hechos se enlazan con naturalidad y nada parece inverosímil, sino lógico, hasta llegar al sorprendente desenlace, donde el ritmo narrativo recuerda, como en otras escenas, el estilo de González Ledesma en sus historias del comisario Méndez.

Vale la pena leer esta novela, no libre, sin embargo, de algunos defectos de escritura: usos inaceptables ("poner los brazos frente suyo", p. 75; "introducirla físicamente dentro suyo", p. 90); prefijos parasitarios ("hace que Max se autoconvenza", p. 139); estiramientos léxicos innecesarios ("Mireia se culpabiliza", p. 204); errores de concordancia ("los márgenes del río", p. 55). Tampoco están ausentes los catalanismos fraseológicos: "gentes [...] a las que se echa a faltar", p. 102; "aguantar" por 'sujetar' (p. 44); "hacerse un café" (p. 104), por ‘tomarse', o "hacerte una copa" (p. 102) con el mismo valor.

PALABRA DE AUTOR

-Para ser un autor de negra, le interesa más mostrar personajes que resolver un crimen.
-Totalmente. La novela se construyó a través de los personajes, de la violencia que generan y sufren. El crimen es lo de menos. El principio siempre es la mitad del final.

-¿Cuánto recordado e imaginado hay en su sórdida Barcelona?
-Es difícil de decir. El recuerdo miente del mismo modo que la imaginación te traiciona haciéndose verosímil. Creo que hay mucho de visto, oído y vivido por mí bajo el tamiz subjetivo de quien mira

-Ejerció usted de abogado... ¿qué eximente podría alegar el noir español actual?
-La eximente de drogodepencia, obviamente...