Image: El rosa Tiepolo

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Novela

El rosa Tiepolo

Roberto Calasso

24 julio, 2009 02:00

Roberto Calasso. Foto: María Teresa Slanzi

Traducción de Edgardo Dobry. Anagrama. 312 paginas, 19.50 euros


El rosa Tiepolo es una novela que insinúa ligereza y felicidad, placer sensual y fantasía, pero debajo de esa belleza -menospreciada por su afectación y aparente academicismo-, Roberto Calasso (Florencia, 1941) ha percibido el latido de la Muerte. Y no es una Muerte que anuncia la resurrección de la vida, como el famoso segador de Van Gogh, sino una Muerte “que no se hace notar demasiado”, porque ignora la herencia cristiana -pese a sus ángeles y escenas bíblicas- y recupera el espíritu de la Grecia clásica, que nunca disimuló su escepticismo hacia la inmortalidad del alma pregonada por Sócrates y Platón. Giambatistta Tiepolo (1696-1770), maestro de la luz y el color, con un sentido de la composición que recuerda las escenografías operísticas y un talento para el dibujo capaz de producir las ilusiones más asombrosas, rescata la sensibilidad del paganismo tardío, consciente de su derrota histórica frente a la doctrina de la Cruz, pero incapaz de odiar el mundo por su carga de azar y finitud. Tiepolo es un Epicuro embozado, que filosofa sin alardes, festejando la materia tanto en su esplendor como en su precariedad.

Roberto Calasso, autor original y ambicioso, que transita por el tiempo y las civilizaciones con una perspectiva sincrética y heterodoxa, continúa el proyecto iniciado con las novelas Las ruinas de Kasch, Las bodas de Cadmo y Armonía, Ka y K, enlazando estética, teología y filosofía para esbozar una interpretación de la historia y la cultura que reactiva el conflicto entre lo racional y lo simbólico, el rito y la convención, la verdad y la ilusión.

Calasso no se ocupa de los grandes frescos y retablos, sino de treinta y tres grabados: diez Caprichos y veintitrés Scherzi di fantasia, un conjunto de piezas menores que por su redundancia temática recuerdan las Variaciones Goldberg y que por su carácter irracional y visionario podrían emparentarse con los últimos Caprichos de Goya. Obsesivos, reiterativos, reacios a la interpretación, los grabados de Tiepolo crean un enigmático universo habitado por efebos, magos, mujeres semidesnudas, búhos, perros horripilantes, toros de aspecto mitológico y túmulos de piedra. Calasso apunta que “los Scherzi son una novela muda”, donde el blanco y negro no excluyen la luz, pues “Tiepolo fue el pintor saturnino de la luz radiante”. Los Caprichos y los Scherzi prefiguran la utopía dadaísta, que intenta romper la secuencia temporal para mostrar simultánea- mente las diferentes perspectivas de la realidad. Lo imposible e ilógico es el verdadero sentido del arte. No es una cuestión de escuelas, sino de la naturaleza humana, donde la razón no está disociada de lo irracional, ni la belleza de lo monstruoso.

Tiepolo funde el mundo griego y oriental con la iconografía del cristianismo. Su celebración de la materia, su inspiración pagana y esotérica, no es una manifestación de escepticismo religioso, sino una forma de acercarse a lo divino que se remonta al horror primigenio, al temblor del ser humano ante el poder de lo sobrenatural. Para Tiepolo, la luz es el Absoluto, pero la luz siempre está cortejada por las sombras. Dios -uno y múltiple- sólo se muestra parcialmente. Calasso elude la tentación del formalismo para recordar que el arte es teofanía. Por eso, El rosa Tiepolo es una novela esencial y profunda.