Image: El susurro de la mujer ballena

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Novela

El susurro de la mujer ballena

Alonso Cueto

13 septiembre, 2007 02:00

Alonso Cueto. Foto: Archivo

Planeta. Barcelona, 2007. 259 páginas. 19’50 euros

Una peripecia que, de partida, apueste en exceso por la comicidad y hasta la caricatura, ha dado al traste con muchas novelas que pretendían decir algo serio o profundo sobre el mundo. Alonso Cueto (Lima, Perú, 1954) es uno de esos pocos narradores capaces de medir y equilibrar para que una "comitragedia" se vuelva tragicomedia y hasta drama, pues pocos lectores pensarían, en los chistosos inicios de este relato, que se les iba a contar finalmente una historia tan dolorosa y triste. El susurro de la mujer ballena es el finalista del Premio Planeta-Casamérica 2007. Ya su anterior libro, La hora azul, obtuvo el Herralde de Novela 2005, galardones en la madurez literaria de un autor conocido y querido en nuestro país desde sus comienzos. En El susurro de la mujer ballena nos cuenta Cueto cómo cambia la vida de Verónica, una prestigiosa periodista de información internacional, cuando, a su regreso de un viaje a Colombia tras entrevistar al presidente Uribe, comparte asiento en el avión con una gigantesca y obesa mujer ("un organismo descomunal") que resulta ser una antigua compañera de colegio, Rebeca del Pozo, obsesionada por las humillaciones a las que fue sometida por su aspecto en aquel entonces y por cuantas siguió padeciendo después. El reencuentro con esta "mensajera del pasado" (pág. 61) desestabiliza la vida personal y laboral de la protagonista Verónica, pues ahora Rebeca es una poderosa mujer multimillonaria que, como se va viendo, ha sabido esperar para su desquite.

El reencuentro deviene persecución, lo que activará el sentimiento de culpa de la protagonista, lanzándola a una revisión de cuanto había sido su vida (aparentemente feliz) de mujer casada con un hijo y brillante profesional. Escapar de Rebeca y de lo que representa, se vuelve tan difícil como escapar de sí misma: de sus muchas cobardías, contradicciones y fallos, de su temor en la cuarentena a desfondarse física y mentalmente, de su soledad acompañada que es "condena y privilegio" (pág. 190). "De pronto estaba respondiéndole a un fantasma real que había aparecido, con sus reclamos, después de veinticinco años", escribe en la página 68.

Cueto es un agudo observador de los movimientos de la vida cotidiana, de los usos y costumbres sociales, del detalle de los gestos y las palabras precisas, de ahí que unas deudas conduzcan a otras y el planteamiento le sirva para elaborar un minucioso tapiz de las siempre difíciles relaciones personales (maridos, hijos, padres, amantes, novios nunca olvidados) y de las malas elecciones que todos cometemos y que decantan la vida en un único y estrecho sentido. Mención aparte merece en el libro la detallada, estoica y conmovedora figura secundaria del anciano padre de Verónica, tan admirado como lejano: ese viudo solitario que se las ve a diario con sus equivocaciones del pasado y con sus trastornos físicos sin permitirse una queja. Progresivamente el tono ligero y humorístico desemboca en un relato en muchos aspectos sapiencial y repleto de consideraciones profundas acerca de la vida y del existir humano, cargado además de tanto suspense como la escena de la cita en el Parque Mora, y en el que Cueto dosifica con maestría el importante secreto que no se revelará hasta el final de la obra: qué sucedió de veras entre estas dos mujeres hace tanto tiempo.