Image: Los náufragos del Stanbrook

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Novela

Los náufragos del Stanbrook

Rafael Torres

4 noviembre, 2004 01:00

Rafael Torres. Foto: Julián Jaén

Premio Ateneo de Sevilla. Algaida, 2004. 256 páginas, 14’46 euros

Durante un tiempo, en la Transición, nuestra novela acerca de la guerra civil pareció decantarse hacia tratamientos simbólicos. De unas fechas a esta parte, en cambio, se está retornando al rescate del testimonialismo y la interpretación histórica concreta.

Este planteamiento requiere una buena dosis de documentación y de veracidad, y sobre ese punto de partida levanta Torres Los náufragos del Stanbrook. En los dramatis personae que abren la novela encontramos nombres que no nos suenan, porque son seres imaginarios, al lado de otros conocidos: el fotógrafo Alfonso, Faustino Cordón o el general Miaja.

Verdad y ficción de la mano, o, si se quiere, nuevo episodio nacional para reconstruir los momentos finales de la guerra del 36. Aquella última hora terrible ha tenido ya varios cronistas, y Torres menciona uno, Eduardo de Guzmán, cuya La muerte de la esperanza le parece la mejor obra escrita sobre aquellos días. No cita, en cambio, un relato muy cercano en ideación al suyo y excepcional, el de Max Aub con la estampa de los republicanos consumiendo sus esperanzas entre campos de almendros levantinos. Torres reconstruye este mismo trágico episodio. El título se refiere al carguero inglés Stanbrook que rescató centenares de fugitivos en el puerto de Alicante, mientras otros millares quedaron a orillas del mar, pendientes de buques que nunca llegaron y cayeron en manos del ejército franquista. La obra habla por extensión de los náufragos de una república vencida por los sublevados y las disensiones internas.

La historia tiene tal carga de dramatismo que constituye ella sola una sustancia novelesca de primera magnitud. La angustia de la espera inútil se alterna con el golpe en Madrid del coronel Casado y se completa con episodios sueltos del pasado. Sale así un fresco abarcador de la experiencia republicana y del desmoronamiento de sus ideales. La pintura se basa en unas marcadas tintas emocionales que subrayan la peripecia individual y los comportamientos rectos (no faltan contrastes maniqueos). En otro plano están las valoraciones políticas expresas en una línea que acerca la obra a una postura de compromiso.

El resultado literario de la novela es un tanto decepcionante por su construcción muy convencional. Sin embargo, como Torres tiene destreza para narrar, garra para describir el drama colectivo y hondura imaginativa para recrear semejante desastre, Los náufragos del Stanbrook conmueve en muchos momentos y en todos reivindica la causa de la justicia.