Image: La hermana de Katia

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Novela

La hermana de Katia

Andrés Barba

26 diciembre, 2001 01:00

Andrés Barba

Finalista Premio Herralde. Anagrama, 2001. 184 páginas, 1.950 pesetas

Merece la pena destacarse la encomiable labor del premio Herralde consistente en dar cabida entre sus ganadores y finalistas a escritores jóvenes que empiezan a despuntar en el selvático panorama literario español o a noveles casi inéditos. Así ocurrió con ganadores recientes como Marcos Giralt Torrente (1999) y Luis Magrinyà (2001). Entre los finalistas, el empeño en descubrir nuevos valores se hace patente en los autores jóvenes que han salido a la luz por haber sido distinguidos con tal mención. Los casos más cercanos son los de Andrés Neuman con Bariloche (1999), Pablo d’Ors con Las ideas puras (2000) y Andrés Barba (Madrid, 1975) con La hermana de Katia (2001), todas primeras novelas.

La hermana de Katia es una peculiar novela del aprendizaje. Su relato muestra el proceso seguido por una adolescente anónima en su genuina mirada sobre la vida de los adultos que la rodean y en su particular acceso a la experiencia entre los 13 y 14 años. Por no tener esta protagonista ni siquiera tiene nombre. Es, simplemente, la hermana de Katia, una adolescente bailarina en un club madrileño de striptease. Tampoco sabe quién es su padre, pues la madre, prostituta, lo desconoce. Y de su abuela poco ha podido descubrir más allá de que ha entrado en una demencia senil que le hace recordar la trágica muerte de una hija en la niñez. Con estos materiales la novela desarrolla una cadena de carencias y desdichas. Pues cada una de estas mujeres ha resultado estafada en su vida sentimental. La abuela no recuerda al abuelo, sino al niño del colegio que le gustaba y a la hija muerta; la madre tuvo que echarse a la calle desde muy joven y arrimarse a un carnicero; Katia, abandonada por su amor idealizado, pasará de bailarina a drogadicta; y la protagonista verá cómo su inocencia en el amor se estrella contra la incomprensión y la intolerancia de inspiración religiosa. Lo cual da lugar al contraste entre la ingenuidad y la ternura con que ella afronta las situaciones más íntimas y la parodia de ciertas simplificaciones religiosas malévolamente aliadas contra la pureza de sentimientos.

La hermana de Katia alcanza su significado más profundo como novela sobre la necesidad de amor. Su mayor encanto está en la focalización narrativa desde la visión de la protagonista en los umbrales de su adolescencia. Seguramente hubiera resultado más coherente, incluso más fecunda, con este planteamiento la narración en primera persona de la protagonista. Porque habría posibilitado ensanchar matices y ahondar más en la subjetividad de este personaje. Aunque en tal caso se hubieran perdido otros aspectos de otros personajes que la narración en tercera persona permite recoger y que aquí aparecen integrados en el discurso. Era una opción que había que escoger entre dos novelas diferentes. El autor ha elegido la narración en tercera persona con predominio de la visión de la adolescente protagonista en el desarrollo del proceso de su aprendizaje. Para darle la coherencia y verosimilitud necesarias se ha valido del estilo indirecto libre, llegando a rozar el uso del monólogo interior cuando algún personaje revive traumas del pasado e integrando en el tejido narrativo abundantes diálogos con una rápida sucesión de habla y réplica. Por eso el estilo resulta plenamente ajustado a la perspectiva dominante en su naturalidad y sencillez lingöísticas. Lo cual no está reñido con la creación de comicidad y humor derivados de las observaciones de la protagonista ante algunos descubrimientos, como el rito del agua en el bautismo, la desnudez relacionada con el amor o la simulación de movimientos para follar. En suma, una prometedora primera novela.