Novela

Amuleto

Roberto Bolaño

11 julio, 1999 02:00

Anagrama. Barcelona, 1999. 154 páginas, 1.700 pesetas

E l escritor chileno Roberto Bolaño (nacido en 1953) se ha convertido en una de las "nuevas" voces del movimiento que a alguien se le ocurrió, por desdicha, calificar de "post-boom", lo que significa volver a las andadas y a la imprecisión. Se acreditó en Los detectives salvajes, novela con la que alcanzó el premio Herralde y el premio Rómulo Gallegos. Amuleto no será calificada como la mejor de sus producciones, pese a su capacidad de crear ambientes, de situarnos en ámbitos oníricos y de jugar con humor mediante una trama sencilla y mal hilvanada, que daba, tal vez, más para un cuento que para una novela. Porque todo el relato gira en torno a la personalidad de Auxilio Lacouture, una exiliada uruguaya en la capital de México que, asiste desde los lavabos de la Universidad Autónoma, a la represión que ordenó el presidente Díaz Orgaz y que culminó en el holocausto de la Plaza de las Tres Culturas. Auxilio, desde su refugio, en el que permanecerá trece días sin comer, intenta reconstruir el pasado y describir el futuro en un ejercicio ilógico de tiempos.
Finalmente, la novela desembocará en unas páginas casi alegóricas, donde Bolaño intenta justificar su generación: "Y aunque el canto que escuché hablaba de guerra, de las hazañas heroicas de una generación entera de jóvenes latinoamericanos sacrificados, yo supe que por encima de todo hablaba [...] del deseo y del placer./ Y ese canto es nuestro amuleto". Con estas palabras cierra una novela que se inicia con algo parecido a un ejercicio entomológico para crédulos críticos y lectores: "ésta será una historia de terror. Será una historia policiaca, un relato de serie negra y de terror. Pero no lo parecerá. No lo parecerá porque yo soy la que cuenta. [...] Pero en el fondo es la historia de un crimen atroz". ¿No utilizará, sin embargo, la mejor novela negra el mecanismo del relato en primera persona? Esta "madre de la poesía mexicana", porque conoce a todos los poetas mexicanos, se convierte progresivamente a lo largo del relato en una mera abstracción.
En el comienzo de la historia (donde descubrimos las mejores páginas) nos atrae su historia, su conocimiento de los poetas españoles exiliados: León Felipe ("...una no sabía muy bien [...], si se estaba riendo o carraspeando o blasfemando") y Pedro Garfias ("don Pedro no se reía, Pedrito Garfias, qué melancólico, [...] me miraba con sus ojos como de lago al atardecer". Aparecerá también José Gaos y la pintora Remedios Varo. También, situada la acción en 1973, Lilian Serpas, que culminó su amor con Che Guevara. Sin embargo, pese a los personajes históricos, el relato se mueve en el ámbito de la más pura imaginación, entre fantasmas, hasta desembocar en un surrealismo matizado, como la escena de la visita realizada a Carlos Coffeen Serpas.
Pese a que la acción se sitúa en el emblemático 1968, Bolaño acierta más en la descripción de los entes de ficción cuando se sujeta a la realidad (la figura del chileno Arturito Belano, que Auxilio conocerá a sus 18 años, por ejemplo, con sus idas y venidas a Chile y sus regresos a México en 1973 y 1974, personaje de Los detectives salvajes o el sugestivo -brillante aquí sí la breve narración- que alude a Ernesto San Epifanio, poeta homosexual, el "rey de los putos"). Pero cuando se plantea la Historia como: "un cuento corto de terror" nos confunde, porque ésta, para los seres humanos, es un largo cuento terrorífico, incapaz de contenerse en las escasas doscientas páginas que aquí se nos ofrecen. La narradora justifica una posición literaria que viene a coincidir con los propósitos del novelista: "Yo no soy inmune a ningún tipo de belleza. Pero me di cuenta (al mismo tiempo que temblaba al verlos) de que su lenguaje era otro, distinto al mío, distinto al de los jóvenes poetas, lo que ellos decían [...] no lo podía entender José Austín, el novelista de la onda, ni los jóvenes poetas que querían darle en la madre a José Emilio Pacheco, ni José Emilio [...], sus voces que no oíamos decían: no somos de esta parte del DF, venimos del metro, [...] de la red de las alcantarillas, vivimos en lo más oscuro y en lo más sucio, allí donde el más bragado de los jóvenes poetas no podría hacer otra cosa que vomitar". Bolaño intenta que Auxilio, marginal a la Historia y a la cultura, constituya un testigo de cargo y sea la portavoz de los jóvenes creadores. Su marginalidad es absoluta.
Amuleto es, pues, una novela que se pierde por sus excesos o por los caminos abiertos que acaban en ninguna parte. Sin embargo, entre sus páginas, construidas en forma de escenas desordenadas en la cronología, advertimos la capacidad de un auténtico novelista, capaz de distanciarse a través del humor o implicarse por exceso a través de símbolos.