De ese lento destilado surge sostenida con una gran sensibilidad la voz de Marcos narrando su experiencia de salvaje, con la frescura de la oralidad -repeticiones, cadencias, saltos temporales…- modelada mediante una estilización que permanece casi invisible y sin embargo deja huella. Prendidos de esa voz descubrimos la naturaleza en la que Marcos se siente acogido, las alianzas que con ella establece y el choque brutal que supone volver a vivir entre personas. El relato tiene la fuerza de la imaginación infantil, y el autor afirma al respecto: "No es tan importante lo que vivió, sino lo que creyó que vivía. Quizás, la imaginación lo salvó de la soledad".
Esta obra conmovedora y emocionante ganó el 36° Premio Joaquim Ruyra de Narrativa Juvenil, y su asunto puede rastrearse en otra gran novela con un tratamiento bien distinto, El salvaje (SM), de Antoni García Llorca, e incluso en otro medio, el cine, porque habrá película.