
Uma Thurman en una escena de 'Pulp Fiction' en la que Mia, su personaje, consume cocaína en un cuarto de baño.
Cocaína, del lujo al hiperconsumismo: el libro que explica cómo se convirtió en la droga favorita de España
En su ensayo '¿Una rayita?', David López Canales recorre la historia de esta droga en nuestro país y los motivos por los que somos uno de los grandes consumidores a nivel mundial.
Más información: El bar que se tragó a Occidente: los libros que desromantizan el alcohol y el mito del genio borracho
"Al margen de los pluritoxicómanos que consumen cualquier tipo de droga, la coca tiene un público muy especial: los que consideran que un plato de cocaína en un fin de fiesta es, además de esnob, un signo externo de riqueza, como el caviar rojo, el champaña francés o los coches deportivos caros". Un reportaje de 1982 titulado "El gusto por la cocaína, un signo externo de riqueza" del periódico El País presentaba así esta droga. En contraposición con la heroína, que ya hacía estragos en España durante esos años, la "coca" era la sustancia glamourosa con la que se empolvaban las narices actrices y magnates.
Como el caviar o el champán francés del que habla el artículo firmado por Ismael Fuente, en aquellos años el llamado "polvo blanco" se repartía en las fiestas más "chic" de las grandes ciudades occidentales servidas en bandejas por lustrosos camareros. No era la droga de los "yonquis", la que mataba a la juventud de forma democrática y sin entender de clases. Era la de la jet set que, además, —así lo promocionaba este reportaje— proporcionaba al usuario "estimulación, euforia, seguridad en uno mismo, mayor apetito sexual..." sin, con ello, acarrear "dependencia física" ni ningún "grave riesgo para su consumidor".
Una droga, terminaba Fuente en lo que ahora resulta una llamativa apología del consumo, "ideal para fiestas elegantes". En su ensayo ¿Una rayita? Por qué en España se consume tanta cocaína y no se habla de ello (Cuadernos Anagrama, 2025) el periodista David López Canales (Madrid, 1980) pormenoriza las razones que hay detrás del desorbitado consumo per cápita de esta droga en nuestro país, uno de los mayores a nivel mundial. Todo esto lo hace además en un análisis claro y rico en ejemplos que adereza con un vocabulario ingenioso y visual.
Para ello, recorre en primer lugar la historia de cómo ha sido percibida la cocaína por el público general en nuestro país. López Canales parte aquí del mencionado artículo del reportero de El País, cuando era la sustancia ilegal preferida de las clases medias y altas. Era entonces una "droga aspiracional", según la define el autor de ¿Una rayita?, símbolo de estatus y de acceso difícil para los estratos más bajos de la población.
Explica López Canales que la democratización de su consumo sería progresiva a partir de la segunda mitad de los años 80. El precio del gramo, argumenta, se ha mantenido estable, mientras que el nivel de vida de la población ha mejorado y el resto de productos sí que se ha encarecido. "A la cocaína no le ha afectado la inflación", afirma.

Portada de 'Una rayita', de David López Canales (Nuevos Cuadernos Anagrama, 2025).
Tanto es así, que el escritor subraya en un momento de su ensayo que "una hora en el psicólogo cuesta lo mismo que un gramo de cocaína". Afirmación llamativa y rotunda que pone de relieve una verdad incómoda: frente a la opción —sana y sensata, sí, pero también costosa en tiempo y dinero— del tratamiento psicoterapéutico, hay quien persigue el placer de una forma inmediata que se relaciona en buena medida con el hiperconsumismo actual.
Porque el placer es, según López Canales, la motivación que se les ha escapado históricamente a las campañas organizadas para combatir el consumo. Desde la "guerra contra las drogas" que propugnó Richard Nixon (la tercera contienda más costosa en la historia de los Estados Unidos, solo detrás de la lucha contra el terrorismo y la II Guerra Mundial, y la que menos resultados positivos ha reportado), hasta el "Di no a las drogas" que se popularizó en España en los 90 y principios de los 2000, no se planteó lo que para el autor de ¿una rayita? es el quid de la cuestión: ¿Y si la mayor parte de los que la consumen sencillamente buscan un placer recreativo? La experiencia por la experiencia, por el factor social y por el efecto abstrayente de la realidad.
Es de aquí de donde parten las estrategias de "minimización de riesgos", en las que se asume que la existencia de un cierto consumo es inevitable y plantea una educación para que se haga de manera responsable. Es, dice López Canales, un "postulado incómodo, pero realista".
El periodista acierta reflexionando sobre qué ocurriría en el caso de que los países productores legalizaran su consumo y producción, como se hace en algunos territorios con la marihuana. Todas estas naciones dependen en gran medida de los Estados Unidos, que es sin excepción su principal socio comercial, con lo que una legalización supondría "cambiarse al bando de la droga" en la guerra de Washington contra esta. Por ello, lo que sin lugar a dudas ocurriría sería una catástrofe económica sin precedentes. Pero López Canales deja una pregunta en el aire: ¿Qué sucedería si no uno, sino todos estos estados en bloque legalizaran y capitalizaran esta producción en manos hasta ahora de organizaciones ilegales?
Estamos, se afirma en este ensayo minucioso y esclarecedor, en el momento de mayor ansia consumista de la historia. El tiempo se ha de llenar de experiencias de todo tipo. El segundo que no se colorea con una nueva vivencia es un segundo echado a perder. Y eso es la cocaína, una experiencia más. El problema es que la base para que se siga consumiendo es que este consumo nunca satisfaga del todo al usuario. Ha de querer más, siempre más. Más viajes, más likes, más ropa. También más "colocones". Y ahí, en ese uróboros que es el consumismo de nuestro presente, es donde se sustenta el abuso de esta sustancia, sentencia el autor de ¿Una rayita?.