Image: Un jardín en Venecia

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Ensayo

Un jardín en Venecia

Frederic Eden

12 abril, 2019 02:00

El Jardín del Edén en Venecia

Traducción de David Cruz Acevedo. Gallo Nero. Madrid, 2019. 116 páginas. 16 €

Aquel jardín fue en realidad un paraíso. O un sueño. Lo creó Frederic Eden, millonario inglés, esteta, amante de la botánica y visionario, en la isla veneciana de la Giudecca. Corría 1884, y el viento del sur soplaba sobre aquel lodazal a orillas del Adriático como lo llevaba haciendo miles de años. Pero fue ese otoño cuando pasaron por allí Eden y su mujer Caroline y compraron seis acres del lodazal para convertirlo en un cuadriculado y maravilloso jardín inglés que hizo las delicias de intelectuales y artistas, que lo hicieron famoso. Todo el mundo quería visitar "el jardín de Eden" y ahí estaban Cocteau y Rilke, Proust y D'Annunzio, Henry James... y muchos otros.

Fue el propio Eden el que dejó escrita la historia de su jardín en 1903. La publicó en Country Life con ese título Un jardín en Venecia, convertido ya en un clásico y reeditado ahora en España por Gallo Nero. El librito es una delicia. Cuenta Eden al detalle el proceso de construcción de este espacio poético que inspiró tanto a tantos y que "ahora está encerrado en su misterio esperando una resurrección" se dice en la introducción. Eden fue consciente desde el principio del reto que suponía construir un jardín allí donde los cuatro vientos del Adriático se han enseñoreado del lugar toda la vida. "Son el siroco y el bora los que han formado las islas de Venecia y ahora las gobiernan". Y cuenta después cómo llegaron luego las algas, que se secaron, perecieron y proporcionaron el agarre y el sustento para las semillas posteriores. Y cómo siguieron a estas los matorrales, y los árboles verdes, y las flores, las frutas y las pérgolas.

"O plantamos nosotros o el clima planta por nosotros", se dijo Eden desde el origen. Eden hablaba del agua, claro. Como hacedor de este paraíso sabía bien que "un jardín sin agua es una árida soledad", así que incluso antes de comprar los terrenos se aseguró de cómo conseguir su suministro. A la construcción de pozos le dedica parte sustancial del relato, y confiesa que fue de los jardines del Generalife de donde tomaron prestada la idea de una alberca. "Estos jardines, además de los cuadros del Museo del Prado, son las maravillas de la vieja España".

Un jardín en Venecia siembra amor por los jardines en cada surco de las páginas. "El que no tenga jardín, que se haga si puede con uno. El que lo tenga, que lo trabaje. Porque no hay actividad que de manera tan sana y fácil saque a un hombre de sí mismo. El jardín nos dará ocupación y alegrías desde el primero hasta el último de sus días". Es la plegaria final de Frederic Eden, aquel inglés que construyó el vergel más grande de Venecia.