Image: La vuelta al mundo en 80 músicas

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Ensayo

La vuelta al mundo en 80 músicas

Andrés Amorós

6 julio, 2018 02:00

Andrés Amorós

La Esfera. Madrid, 2018. 406 páginas. 22,90 €. Ebook: 10,99 €

Andrés Amorós (Valencia, 1941) parte de la sinceridad. Reconoce en el prólogo de La vuelta al mundo en 80 músicas que su relación con la música es la de un aficionado: "Mi profesión es la literatura, como profesor y escritor; mi gran pasión, la música". Eso sí, un aficionado muy cualificado, formado a la vera de Federico Sopeña, que perfila diversos santones de la clásica: Vivaldi, Haendel, Brahms… Amorós desgrana un jugoso anecdotario de todos, incluso de Bach, cuya ‘planicie' vital (la de un hombre concentrado en alumbrar hijos y pentagramas) no es precisamente un festín para literatos. Confiesa su "debilidad absoluta" por la Chacona en re menor y lo que Nietzsche aseguraba de la música del Cantor: "Nos da el orden supremo de las cosas.

Al filósofo alemán lo trae a cuento de nuevo en uno de sus capítulos dedicados a la zarzuela, por cuyo género chico tiene Amorós una marcada querencia. A este se adscribe La Gran Vía de Chueca, que tanto le escandalizó y fascinó. En concreto, la intervención en la trama de los tres raterillos. "Un terceto de tres solemnes, gigantescos canallas: es lo más fuerte que oído y visto. Incluyo la música, genial, imposible de clasificar", describía Nietzsche.

Amorós también desgrana sus experiencias al lado de grandes figuras que conoció gracias a sus años al frente de la Fundación Juan March y el INAEM: la bonhomía campechana de Rostropóvich, el capote que le echó a un Mompou escaso de liquidez… Muy divertida resulta su evocación de Celibidache ("el número uno"), un director con actitud torera y deslenguada. De Karajan, su némesis, decía por ejemplo:"Es un genio del marketing, como la Coca-Cola".

Más serio se pone al reivindicar la consciencia hispánica de músicos catalanes como Granados, que tenía claro que ser catalán (y mucho) era una de las múltiples maneras de sentirse español. Y cuando defiende, ya en el tramo del libro dedicado a los géneros populares, la dimensión literaria de Brassens (según García Márquez, el mejor poeta francés de su época) y la de Bob Dylan, cuyo Nobel justifica: "Es un intérprete aceptable, un buen compositor y un poeta magnífico". Sin pretensiones musicológicas, esta compilación estimula la curiosidad del mero aficionado y lo conduce hacia los primeros compases de la melomanía.

@albertoojeda77