Image: Queríamos un Calatrava

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Ensayo

Queríamos un Calatrava

Llàtzer Moix

13 enero, 2017 01:00

Stadelhofen Station de Zurich

Anagrama. Barcelona, 2016. 309 páginas, 19€

La arquitectura es tan útil como fascinante. Su historia se entrecruza con el poder, el arte y la necesidad de mejorar la vida del ser humano. Desde las pirámides de los faraones hasta los últimos rascacielos asiáticos pasando por el Berlín milenario que Hitler proyectaba con Albert Speer, el arquitecto ha estado con frecuencia nimbado por el halo de la genialidad.

Tanto en el contexto mundial como en el español, Santiago Calatrava (Benimámet, Valencia, 1951) ha sido uno de los arquitectos más celebrados. Entre sus numerosos galardones cabe señalar el premio Príncipe de Asturias (1999), el premio Nacional de Arquitectura (2005), o el premio Europeo de Arquitectura (2015). En la actualidad mantiene los estudios de Zúrich, Nueva York y Doha.

Pese a sus brillantes éxitos su fama se ha ido ennegreciendo al compás del nuevo siglo. En los medios de comunicación su imagen ha sido asociada al retraso crónico en las entregas de sus construcciones, a presupuestos que al final se multiplican por tres o cuatro, a falta de respeto profesional y a una ética personal en la que la soberbia y la prepotencia dificultaban el trabajo en equipo.

Llàtzer Moix (Sabadell, 1955), conocido periodista cultural de La Vanguardia, ha dedicado cinco años a investigar la personalidad y la obra de Calatrava. El arquitecto aquí descrito es un personaje millonario que peca de soberbia, que no reconoce el trabajo de los colegas con los que trabaja o colabora y que adula a los poderosos y desprecia al resto del mundo. Para componer el dibujo de su personaje, Moix ha realizado numerosas entrevistas. Un variado conjunto de gentes relacionadas con un Calatrava que no quiso hacer declaraciones y una clase política que desvela una enorme frivolidad a costa del contribuyente.

Al comienzo de estas páginas asoma un joven que asiste a clases nocturnas en la Escuela de Bellas Artes y Oficios de Burjasot e inicia en 1969 arquitectura en la Universidad Politécnica de Valencia. Tras graduarse en 1973, consiguió entrar en la excelente Escuela Politécnica Federal de Zürich (ETHZ). Para subsistir duerme a veces en el Politécnico, friega platos o hace de camarero. Al mismo tiempo, se enamora de la estudiante de derecho Robertina Marangoni Eriksson. Conseguirá casarse pese a la oposición inicial del suegro -rico y bien relacionado- y formar una familia. Su esposa acabará por convertirse en pieza central del entramado Calatrava.

Tras doctorarse, abre en Zürich su primer estudio. Corre 1981 y Calatrava está decidido a subir hasta la cúspide a base de mezclar arte, arquitectura e ingeniería. La primera obra de importancia internacional es la Estación de Stadelhofen. Al año siguiente diseña el puente Bac de Roda en Barcelona. Es el primero de una larga y espectacular serie que recibirá elogios y muchas, muchas críticas (Véase al respecto, L. Fernández Troyano, Tierra sobre agua, 1999). Después de Zürich y Barcelona, Calatrava ya no para de firmar proyectos en todo el mundo. Al mismo tiempo fermenta el repudio que ha motivado este volumen.

El saber arquitectónico, las entrevistas realizadas y la documentada visión de conjunto de Moix es muy de agradecer para entrar en Calatrava y en la complejidad de la arquitectura actual. Agobia un tanto su perspectiva hipercrítica.