Image: De la estupidez a la locura. Crónicas para el futuro

Image: De la estupidez a la locura. Crónicas para el futuro

Ensayo

De la estupidez a la locura. Crónicas para el futuro

Umberto Eco

4 noviembre, 2016 01:00

Umberto Eco. Foto: Criteria

Traducción de Helena Lozano y María Pons. Lumen, 2016. 500 páginas. 22,50 €, ebook: 7,99 €

Hay escritores que saben representar la realidad valiéndose de varios espejos, colocados en diferentes ángulos, lo que permite captarla en su complejidad y riqueza. Uno de ellos, el italiano Umberto Eco (1932-2016), autor de esta selección de artículos publicados en los últimos quince años, inicia el volumen abordando el dilema causado por la rotura del contrato social. El mundo está en crisis y no sabemos qué normas sirven para guiar nuestra conducta. Buceará por infinidad de rincones, de la alta cultura hasta Gran Hermano, sopesando respuestas.

El libro se abre con un trabajo sobre la modernidad líquida, la expresión del sociólogo Zygmunt Bauman, quien ya advirtió de esa falta de valores compartidos por grupos de individuos, por lo que "al no haber puntos de referencia, todo se disuelve en una especie de liquidez" (pág. 10). Las comunidades sociales clásicas han desaparecido. Estos ensayos van dirigidos a concienciarnos de que vivimos en ese estado fluido, y que todavía existen salidas posibles. Resulta esencial entender que Eco jamás se erigió en un guardián de la cultura, de nuestra civilización, en sus hechos imaginados o verificables, como hacen los historiadores del arte y de la literatura, sino en pensador que intenta en cada momento sugerir una experiencia ante la lectura de un texto. Su lectura supone una aventura, no un viaje a lugares conocidos.

Algunos temas afloran varias veces. Por ejemplo, el deseo tan contemporáneo de salir en la foto, que en muchas ocasiones viene complementado por la expresión vía Twitter de opiniones irrelevantes. Otro es la ignorancia de las masas. Una "cuarta parte de los ingleses piensa que Churchill es un personaje de fantasía [...] en cambio, muchos de los encuestados (aunque no se precisa cuántos) habrían incluido entre las personas que realmente existieron a Sherlock Holmes" (pág. 56). Son realidades del presente que tejen con filamentos hechos de ignorancia la existencia social. Otros aspectos de la vida actual precarizan la consistencia de la comunidad, como la longevidad de los mayores. Los mayores con posibles, que quedan descolgados de la vida al subirse a la noria del turismo. Con suerte , en la edad madura, gustarán de la lectura de novelas de detectives, negras, que llevan a buscar quién es el culpable. Es decir, a buscar al autor, al hacedor. Vuelven a hacerse la primera pregunta filosófica. ¿Quién nos hizo?

La frescura de estos artículos proviene de la mezcla de temas y personajes. Es como si Eco hubiera deseado meter el mundo entero en un mismo pote global. Quizás la figura del taxista neoyorquino, que aparece varias veces, resulta ejemplar. Quien haya viajado en taxi por Nueva York reconoce la experiencia de que te lleven conductores de los más diferentes países, empeñados en conversar en un inglés rudimentario. En este caso es un paquistaní. A la pregunta acerca de su nacionalidad, Eco responde que de Italia. El paquistaní no acaba de situarlo, y le pregunta qué quienes son sus enemigos. El escritor le respondió que Italia no estaba en guerra con nadie. Luego subiendo la escalera del hotel se le ocurrió que mejor hubiera dicho que los italianos "están continuamente enzarzados en guerras internas [...] se hacen la guerra entre sí" (pág. 225).

Umberto Eco fue un gran humanista, firme creyente en el poder de las artes, de la cultura europea, según manifiesta en "Proust y los boches". Durante la Segunda Guerra Mundial murieron 41 millones de europeos, y desde entonces llevamos ochenta años de paz, si exceptuamos la guerra en los Balcanes. ¿Qué anuda esa comunidad? La maravillosa convergencia de literaturas, artes, música, que une a Europa desde siglos, poniendo en comunicación sus culturas, a pesar de la formidable barrera que constituye la diversidad de lenguas. Quizás, piensa Eco, recobrar esa identidad europea ayudaría a retomar la comunicación, asentar las bases de la cultura futura.

@GGullon