Image: Música infiel y tinta invisible

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Ensayo

Música infiel y tinta invisible

Elvis Costello

17 junio, 2016 02:00

Elvis Costello. Foto: Ann Braithwaite

Traducción de Damià Alou, Antonio Padilla y Rocío Gómez. Malpaso. Barcelona, 2016. 800 páginas, 29'90€. Ebook: 13'99€

"Las canciones pueden ser muchas cosas", afirma Elvis Costello (Londres, 1954) en su nueva autobiografía: "Enseñanza, seducción, consuelo en la aflicción, una válvula para la ira, un pasaporte, tu perdición o incluso un billete de lotería".

Música infiel y tinta invisible, el libro de Costello, consigue ser todo eso además de una pinta de Guinness y una bolsa de patatas fritas. Tiene algunos de los rasgos de la mejor literatura que nos ha llegado jamás de un músico de relieve: es divertida, rara, vengativa y angustiada. No es ninguna sorpresa. Desde sus comienzos, Costello se ha mostrado reservado y fascinado por las palabras. Si no hubiese cogido una guitarra y se hubiese puesto las gafas negras y los sombreros de fieltro, muy bien podría haber sido un poeta, un Charles Simic o un Paul Muldoon.

Todo lo que prometía estaba contenido como la radiación en su primer sencillo, Watching the Detectives (1977). Empezaba refiriéndose a un crimen horrible: "Buenas chicas, todas ellas sin un solo defecto, / envueltas herméticamente en celofán, tan correctas", para ponerse cada vez más negro y mejor. La mayoría de las biografías que tienen que ver con el rock dan la impresión de haber sido recitadas de memoria y dictadas por teléfono, una especie de souvenir de las giras. Este no es el caso. Música infiel y tinta invisible parece escrita durante una residencia de seis años en Yaddo y enviada al editor en la plataforma de un camión.

El libro es extensísimo. Con sus 800 páginas, supera en más de 100 a Vida, el tocho de Keith Richards. (A diferencia de Richards, Costello no se ha servido de un amanuense). Es un compromiso. Tengo que admitir que a veces parece que el grueso no cronológico de la obra está sujeto con pulpos. Irreflexivamente, el autor intenta meterlo todo dentro: todas sus colaboraciones (con George Jones, Burt Bacharach, Questlove, Paul McCartney, el Cuarteto Brodsky y T-Bone Burnett, por citar solo algunas), las galas de los premios Grammy y las apariciones en el programa de David Letterman.

Hay páginas enteras dedicadas a un programa televisivo de entrevistas que presentó entre 2008 y 2010 y del que poca gente se acuerda o que a pocos interesa. Costello podría haber utilizado a un editor diabólico, a un Gordon Lish, para suprimir la nostalgia que empaña sus ópalos negros. De todas maneras, las gemas oscuras brillan en abundancia. Aunque Música infiel y tinta invisible es una obra culta, se ajusta a lo que, según su autor, hace que un sonido tenga vitalidad: "La verdad es que, para el rock and roll, no se necesita partitura. Siempre he dicho que todo era cuestión de gestos y amenazas".

Elvis Costello, cuyo nombre de pila es Declan Patrick MacManus, nació en Londres en 1954. Estuvo envuelto en música tanto como en mantas. Su padre cantaba en un popular grupo de baile, y su madre trabajaba ocasionalmente en tiendas de música. Su abuelo paterno había tocado la trompeta en bandas de jazz para la naviera White Star Line.

Evoca la música de su primera juventud con dulzura nostálgica. Cuando dice que "en 1961 podías encender la radio y creer que todavía era 1935" no es del todo despectivo. Tuvo un atisbo de su agitado futuro en su padre, del que dice que "siempre esperaba seducir a la chica más alta de la sala, y, cuando no lo conseguía, se enzarzaba en una pelea con el hombre más alto".

Costello tocó en grupos pequeños, a veces de estilo folk, con nombres como Rusty y Flip City, antes de reunir, a mediados de la década de 1970, a los músicos que se convirtieron en The Attractions, su primer grupo de acompañamiento. Era demasiado flaco y desmañado para ser un líder de glam rock. También sabía -como cuenta cuando se refiere a la grabación de su inolvidable balada "Allison"- que "nunca crearía un sonido bello, ya que, como saltaba a la vista, era un simple mortal". Se decantó por el atrevimiento y la franqueza, y, como decía el título de su primer álbum, dio en el blanco. Se hizo famoso como el típico joven indignado. Sobre una salvaje actuación de Neil Young confiesa: "La lección que saqué de ese día fue que había que hacer todo lo posible por inflamar los ánimos".

No obstante, el libro defiende que su autor nunca estuvo tan indignado como parecía. "Se diría que el espacio que hay entre mis dos incisivos, que tan atractivos hizo a Jane Birkin, Ray Davies y Jerry Lewis, ha hecho que la mitad de lo que digo suene como una provocación o un insulto". Con todo, "es posible que por entonces yo fuese un bastardo arrogante", confiesa. "La bravuconería y el alcohol hacían que exagerase todo lo que me tocaba las narices". Y añade: "Procuraba meterme en toda clase de nuevos líos que me proporcionasen emoción".

Se muestra perplejo por la triste fama que adquirió una actuación de 1977 en el programa Saturday Night Live, en la que cambió las canciones en el último segundo, y se arrepiente de otro incidente de esos primeros años, cuando, al parecer, estando borracho hizo comentarios racistas sobre Ray Charles y James Brown en el bar de un Holiday Inn de Columbus, en Ohio:

"Tengo que dar crédito a la palabra de los testigos según los cuales efectivamente usé esos despreciables insultos racistas en la misma frase que los nombres de dos de los músicos más grandes que han existido jamás, pero, hiciese lo que hiciese, mi intención era provocar una pelea en el bar y finalmente largarme". Costello pregunta: "¿Hay algo más de lo que he hecho en los restantes 59 años y 525.550 minutos que indique que albergo ideas racistas ocultas?".

En Música infiel y tinta invisible hay muchas mujeres, "temerarias y a veces perjudicadas", y muchas noches largas y desperdiciadas. He aquí una anécdota característica: escribió la canción "Accidents Will Happen" después de un encuentro sexual con una atractiva taxista que lo llevaba a la frontera mexicana. Se refiere a todo ello como a "arruinar mi existencia para poder escribir cancioncitas tontas sobre ello". Según cuenta, el autor dejó de lado definitivamente esa vida cuando se casó con su tercera esposa, la cantante Diana Krall, en 2003. Tienen hijos gemelos.

Nos enteramos de cómo se hicieron muchos de sus álbumes; condensa a amigos y colaboradores con pinceladas breves y precisas (Bruce Springsteen "se reía como el vapor escapándose de un radiador"); es honrado al referirse a sus pequeños hurtos de otros músicos y habla de tantas canciones apenas conocidas que le influyeron que los lectores empezarán a confeccionar listas de reproducción.

En Música infiel y tinta invisible, Costello abarca demasiado, pero lo que es seguro es que su autobiografía es un pasaporte y un billete de lotería.