Image: Cuadernos negros (1931-1938)

Image: Cuadernos negros (1931-1938)

Ensayo

Cuadernos negros (1931-1938)

Martin Heidegger

6 noviembre, 2015 01:00

Martin Heidegger. Foto: Archivo

Traducción de Alberto Ciria. Trotta. Madrid, 2015. 425 páginas, 25€

Desde 1930, en la década más sombría de su periplo vital e intelectual, Martin Heidegger (Messkirch, 1889 - Friburgo de Brisgovia, 1976) consignó en unos cuadernos de tapa oscura sus reflexiones más personales sobre la situación mundial, el destino de Alemania y el nacionalsocialismo, la transformación de la universidad y la evolución de su propia filosofía. Siguió usando este tipo de cuadernos de trabajo hasta poco antes de su muerte. Inicialmente había dispuesto que no se publicaran hasta pasados cien años, dado que "la época no está preparada para entenderme", y sólo cedió a los requerimientos de su editor a condición de que vieran la luz tras sus Obras Completas.

Pero la gran expectativa suscitada por su contenido inédito hizo que el pasado año se publicaran en Alemania los tres tomos correspondientes a esa década. Su aparición -cómo no- vino precedida de una enésima reapertura del "caso Heidegger". Ahora se edita en castellano el primero de estos volúmenes, correspondiente a catorce cuadernos fechados entre 1931 y 1938 con el título común de Reflexiones. En realidad, los Cuadernos aportan matices de cierto interés, pero poca novedad sustancial a lo que ya se sabía antes incluso de que el tendencioso libro de Víctor Farías, Heidegger y el nazismo (1987), reavivase la polémica sobre el compromiso político del autor de Ser y Tiempo: Martin Heidegger se afilió con plena convicción al NSDAP y colaboró de buen grado con el régimen nacionalsocialista, asumiendo el rectorado de la Universidad de Friburgo en 1933.

En todo caso, estas anotaciones corroboran los motivos de su temprana decepción, que le llevaron a dimitir del rectorado apenas ocho meses después, hastiado de la obtusa mediocridad de los gerifaltes nazis, que caminaban en dirección contraria al "nacionalsocialismo espiritual" esperado por él. Aun así, tras la guerra, Heidegger no condenó su compromiso con aquel régimen asesino. Demasiado soberbio para admitir su responsabilidad, se escudó entonces en su inexperiencia política y en la desorientación de una era convulsa para hablar de una "grandísima idiotez".

Todo esto hay que decirlo sin medias tintas y sin que suponga impugnar la relevancia de la obra de Martin Heidegger para pensar nuestro mundo. Pero la cuestión de fondo permanece: ¿hay verdadera relación entre su filosofía y su adhesión al nazismo? Heidegger forzó sus ideas de modo oportunista, recondujo su concepción de la existencia como proyecto a una noción pervertida del arraigo en la tierra natal, asociándola confusamente a la jerga de la sangre y el suelo en sus discursos e intervenciones políticas. Pronto el filósofo comprendió su error, como testimonia su crítica a la desfiguración nazi de las ideas de "raza", "comunidad" o "pueblo" en las notas privadas de 1934. Desencantado, se encerró en busca de un nuevo modo de preguntar por el ser. Con todo, no obvió una amplia meditación sobre el nazismo como otra muestra más de la reducción de lo real a ente manipulable por la técnica.

Sintomático es que este distanciamiento también fuese percibido de inmediato por los ideólogos nazis, que acusaron a Heidegger de nihilista y falto de fe en determinados valores, como la raza o la vida.

Leídas sin prejuicio, las notas que recogen estos Cuadernos negros evidencian que Martin Heidegger no compartía aquel racismo biologicista, por más que sus observaciones sobre el talento calculador del judaísmo escandalicen. Pero lo mismo pensaba del bolchevismo y del americanismo, y acabaría pensando del nazismo. Al considerarlos a todos ellos expresiones de un extravío del ser, debido a la creciente maquinización del mundo, perdió la perspectiva desde la cual es posible establecer diferencias y orientar la acción moral. En estas páginas cabe hallar, en definitiva, tanto las pistas de esa confrontación esencial con la técnica como destino del hombre moderno, cuanto el rastro de un hombre extraviado en su propia grandeza.