Image: Sapiens. De animales a dioses

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Ensayo

Sapiens. De animales a dioses

Yuval Noah Harari

24 octubre, 2014 02:00

Yuval Noah Harari

Traducción: Joan Domenec Ros. Debate. Barcelona, 2014. 496 pp., 23'90 e. Ebook: 11'99 e.

El libro del que vamos hablar es un bombazo, un fenómeno editorial. Nos dicen los creadores de opinión que no nos lo debemos perder. Es un best-seller en Israel, se ha traducido a 30 idiomas y se han vendido 300.000 copias por todo el mundo. ¿Qué tienen Yuval Harari, su autor, y Sapiens. De animales a dioses, su libro, para tanto revuelo?

Yuval Harari se doctoró en historia militar por la Universidad de Oxford y es profesor de Historia en la Hebrew University de Jerusalén. El que reseñamos es su primer libro no relacionado con su especialidad. Como dice el provocador subtítulo, se trata de "una breve historia" de la Humanidad, un recorrido desde el origen de la vida hasta nuestros días. Es una obra escrita con brío, entretenida, seductora, llena de anécdotas y de curiosas informaciones. Harari es un seguidor de Jared Diamond -el afamado biógeógrafo que le avala en el fajín de la portada- que utiliza la información científica a su alcance para explicar la trayectoria evolutiva del ser humano hasta los primeros registros históricos. Pero esta no es la parte más atractiva de Sapiens. Consciente quizá de sus limitaciones o por el espectro en el que se mueve su potencial lector, se escaquea de las polémicas científicas (¡y sobre todo de las sociales!) que surgen inevitablemente a su paso terminado a menudo sus exposiciones con un decepcionante "francamente, no se sabe" que resulta muy frustrante para quien espera un poquito más de decisión. No es de extrañar que el libro ofrezca sus mejores páginas cuando el autor puede desplegar sus importantes conocimientos históricos, momento que llega ya avanzada una cuarta parte del mismo.

Es un libro contradictorio que juega a la vez con la idea de progreso, incluso de anhelos visionarios como el proyecto Gilgamesh -que hará que la muerte ya no sea una amenaza- y con la inevitable, y falsa "Edad de oro". Así, por ejemplo, se une al coro de almas sensibles que lloran por unos humanos arrancados estúpidamente de las sociedades cazadoras recolectorasy que vieron su dieta empobrecida y su tiempo libre anulado con la llegada de la nefasta agricultura, un "crimen". O cuando asegura que "los cazadores recolectores conocían los secretos de la naturaleza antes de la revolución agrícola". Y lo simultanea con las buenas noticias de la progresiva pacificación de las costumbres y las sociedades humanas siguiendo la estela de un Steven Pinker. Mucho mejor cuando, en su estrategia de dar una de cal y otra de arena, osa hablar de manera solvente y razonada de la aparición del dinero, del crédito, del capitalismo o su sorprendente defensa del imperialismo, auténticos supositorios entre tanta vaselina.

Las propuestas principales del libro son dos. Por un lado, que toda cultura humana es una invención. A pesar de apoyarse a menudo en la ciencia, Yuval Harari sostiene que la cultura humana pertenece a un ámbito radicalmente distinto del biológico. "No hay dioses en el universo, no hay naciones, no hay dinero, ni derechos humanos, ni leyes, ni justicia fuera de la imaginación común de los seres humanos", dice llevando al extremo la tesis de investigadores como Diamond que piensan que la estructura de nuestras emociones y deseos nos llega básicamente intocada desde las ancestrales sociedades de los cazadores-recolectores. Harari no parece contemplar el probable enraizamiento de lo cultural en lo biológico, que tan importantes abogados tiene a día de hoy.

Por el otro, la posibilidad de superar el "sufrimiento". Esta le permite convertir su recorrido histórico en una reflexión filosófica con propuestas reconfortantes. Su desparpajo y desacomplejada resolución le permiten decir cosas como que "lamentablemente, el régimen delos sapiens ha producido hasta ahora pocas cosas de las que podamossentirnos orgullosos. No hemos reducido la cantidad de sufrimiento en el mundo". Al parecer la solución podría estar en algo parecido al budismo.

Harari es elocuente, tiene sentido del humor y un tono mordaz muy atractivo. Es capaz de salpimentar su discurso con chistes judíos creando un personaje llamado "Samuel el Avaro". Es, más que un divulgador, un vendedor, un showman que tiene un curso online al que se han apuntado 65.000 personas y otro en ciernes para el que se predice aún más éxito. Y Harari es lo suficientemente solvente para que eso sean buenas noticias en el panorama cultural.