Ortega

Ortega

Ensayo

José Ortega y Gasset, diputado

25 octubre, 2013 02:00

Ángel Valero Lumbreras

Cuadernos del Congreso de los Diputados. Madrid, 2013. 369 páginas. 19 euros.

El pasado es, como bien sabía el autor de los discursos políticos que Ángel Valero reproduce íntegramente en esta brillante monografía, 'astuto y sutil'. Y cuando menos cabría esperar, nos pone ante el espejo implacable de lo que fue ayer y, sin embargo, sigue latiendo en el corazón del presente. Ochenta años después de que Ortega, un intelectual 'puro' que creía que el ideal de un pueblo es “que no se vea obligado a que intervengan en política los intelectuales”, sin que ello le impidiera dedicar a la misma notables esfuerzos en algunos momentos decisivos de su vida, retornan, en efecto, los viejos debates de los años de su breve, pero intensa, actividad parlamentaria. Se trata de siete discursos pronunciados entre julio de l93l y julio de 1932 ante las Cortes Constituyentes por el miembro de una exigua minoría, la Agrupación al Servicio de la República, que tan importante papel jugó en el descrédito de la monarquía alfonsina. No tenía detrás masas organizadas, ni podía aspirar a ser un factor importante en la mecánica parlamentaria. En ellos destaca el debate entre dos principios antagónicos, los de autonomía y federalismo.

Para el filósofo madrileño el autonomismo es “un principio político que supone ya un Estado sobre cuya soberanía indivisa no se discute porque no es cuestión”. El federalismo, en cambio, “no supone el Estado, sino que, al revés, aspira a crear uno nuevo con otros Estados preexistentes, y lo especifico de su idea se reduce exclusivamente al problema de la soberanía. Propone que Estados independientes y soberanos, cedan una porción de su soberanía a un Estado nuevo superior, que dándose ellos con otro trozo de la antigua soberanía que permanece limitando el Estado superior recién nacido”. Como se recordará en aquella coyuntura constituyente Ortega se pronunció, con cuenta energía le fue dado acopiar, a favor de la solución autonómica, asumida en toda su amplitud. Ahora bien, no de la decidida a otorgar tan solo a dos o tres 'regiones' díscolas un Estatuto de Autonomía, algo que, en su opinión, tendría consecuencias 'centrífugas' funestas, sino a todas. Para él, una España organizada en regiones vería “cernirse majestuoso sobre sus diferencias el Poder nacional, integral, estatal y único soberano”. Y haría suyo sin el menos desfallecimiento, el principio de que la soberanía.

En estos discursos se recogen, junto a estos, muchos de los ideales políticos de Ortega. Su concepción, por ejemplo, de la política, cuya nacionalización y moralización siempre reclamó, como “un proyecto de futuro en común que un gobierno presenta a un pueblo, una imaginación de magnas empresas en que todos los españoles se sientan con su quehacer”, -algo bien lejos, pues de su reducción a mero forcejeo político como en el otro tiempo protagonizado por payasos, tenores y jabalíes-. O de la democracia o de una democracia a la altura de los tiempos. O de la necesidad de un Estado “fuerte, serio y abierto”. O de la conveniencia de llevar a la “gran política los mejores”, superando su reducción a “oficio lucrativo”. O, en fin, su visión del problema catalán como “un problema que no se puede resolver, que sólo se puede conllevar”. Todo ello como el lector podrá juzgar, del mayor interés actual. Como la propia polémica de Ortega con Azaña, el político de raza al que la naturaleza concedió dotes intelectuales nada comunes, que prefirió no ahondar en aquel problema, lo que a sus ojos equivalía a considerarlo irresuelto. Para él, una vez votada la Constitución, no habría ya lugar a “prejuicio” alguno que se sostuviera en el temor a una posible ruptura de España.

La relación Ortega-Azaña fue muy compleja. Y merecería un tratamiento diferenciado. Pero es evidente que en su agudo estudio Ángel Valero ofrece importantes reflexiones sobre la misma. Y, en general, sobre aquel convulso momento político. Sin olvidar las amargas claves de la retirada final de Ortega, que no todos sus seguidores entendieron.