Ensayo

La piel que habito

Pedro Almodóvar

1 junio, 2012 02:00

Prólogo de Vicente Molina Foix. Anagrama, 2012. 169 pp. 16'90 e.

La lectura del guión de La piel que habito permite aposentar y potenciar las sensaciones e ideas recibidas previamente al ver la película. Leer, como es obvio, facilita una demora en la recepción que posibilita profundizar con beneficio en las sugerencias de un filme, algunas escurridizas durante un único visionado de la película. El guión que Anagrama nos ofrece confirma el cuidado, la minuciosidad y el empeño literario con los que Almodóvar escribe sus libretos, y revalida mi idea -frente a otras opiniones- de que un guión así escrito puede constituirse en pieza plenamente autónoma para una lectura satisfactoria, tanto como una novela y nunca menos, desde luego, que un texto teatral. Igualmente, la lectura del guión permite constatar lo mismo la decisiva importancia del rodaje a la hora de igualar y mejorar los propósitos que el guión establece como lo contrario, es decir, comprobar cómo algunas escenas, personajes e intenciones han quedado malogrados entre los avatares de la filmación y el montaje.

Este segundo aspecto es relevante en La piel que habito. A mi juicio, personajes como Tigre o secuencias como la violación de Norma o la muy decisiva, por ser la última, escena del regreso de Vicente-Vera junto a su madre -muy importante también porque sustenta la central idea almodovariana de la invulnerabilidad de la identidad- no sólo quedan en la pantalla lejos del papel, sino que suponen fugas y borrones perjudiciales para el acabado y la poética de la película, que ahora, por cierto, podemos volver a ver -muy recomendable, junto a la lectura del guión- en la mimada edición en Blu Ray de Cameo.

La relación entre el doctor Ledgard y Vicente, al que el primero transforma quirúrgicamente por venganza en Vera, es calificada por Vicente Molina Foix, en un entusiasta y analítico prólogo, de poema elegíaco, cuento terrorífico y relato romántico, sin olvidar otros perfiles y matices de la película.

Particular interés tienen los extensos comentarios de Pedro Almodóvar situados a modo de epílogo. El largo texto del guionista y director describe pormenorizadamente el proceso intelectual y artístico de su creación. Almodóvar vuelve a demostrarnos lo que ya sabíamos, esto es, que su trabajo -desemboque en aciertos o errores- se desarrolla y culmina sobre una muy deliberada acumulación de detalles, reflexiones y objetivos. El testimonio de Almodóvar permite, otra vez, dilucidar el significado e intención de todas sus citas y fuentes culturales y cinematográficas. La proliferación de éstas y su presencia evidente en sus películas -a veces, a modo de homenajes- suele ser criticada por algunos como síntoma de un afán espurio de proporcionar a sus filmes un valor añadido, un velcro de conexión que "halague" al espectador culto y cinéfilo.

Almodóvar no tiene inconveniente, en ese texto, en revelarnos todas y cada una de sus referencias -léase-, pero su discurso viene a esclarecer que, en su propósito, no se trata de añadir señalizaciones y guiños prestigiosos, sino que tales referencias forman parte orgánica de su búsqueda y de la construcción esencial del contenido ideológico, dramático y poético de sus películas.